Manuel de León.- enero 2004
Hay imágenes que nos
sobrecogen, como las publicadas estos días de los soldados argentinos sometidos
a torturas atroces o las de ese mundo desarraigado que grita en el silencio
todas sus violaciones. Es un escalofrío que estremece el corazón y los
sentimientos. Es la angustia de una tierra a punto de explotar porque el drama
humano de los millones con el Sida, de
los hambrientos y de los explotados se extiende como una plaga. Pero también me
ha
sobrecogido la imagen de Michael Jackson, porque los ídolos que adormecen la
realidad de la existencia con sus habilidades, también tienen los pies de
barro, como los tenemos todos los humanos, solo que en ellos la caída es mayor.
La capacidad de transmitir a las masas, el carisma para simbolizar y crear
moda, sus movimientos electrizantes que enloquecen a la juventud, se marchitan
cuando se les rompen los pies y se convierten en sombras donde los enemigos se
acumulan para darle las últimas
dentelladas en la yugular.
Hay sin embargo algo
provechoso y ejemplizante en los ídolos. Los Diego Maradona, con el abuso de
cocaína o las Gloria Trevi que fue
acusada de corrupción de menores, y otros infinitos etcétera, han sido personajes de rebeldía e insolencia
en sus escenarios pero a los que se le ha perdonado su atrevimiento cuando
criticaron a medio mundo. ¿Por qué esa indulgencia a los ídolos? Quizás, porque
esos desafíos y esas estéticas posibilitan el reemplazo de lo viejo por lo
nuevo. Sin embargo los que cambian realmente el mundo, los verdaderos rebeldes
sin pies de barro, son los hombres que saben comunicar y transmitir sin
pedestal y en silencio. El comunicador
cristiano tiene una tarea nada fácil de fermentar las masas con el mensaje del
Evangelio, sin embargo no puede haber vocación profética sin dejar claro que
los ídolos de nuestro tiempo son falsos dioses con los pies de barro. Eso hay
que decirlo. Es importante dejar claro un cuerpo de verdades morales basadas en
la dignidad del ser humano y los derechos fundamentales del hombre y al mismo
tiempo dejar clara la trascendencia del hombre.
La empatía que sentimos
por los ídolos es aquella parte que nos sugiere la libertad para vivir la vida
sin prejuicios, sin sometimientos al chantaje del poder y hasta de la religión.
A veces la religión también nos
configura con falsas moralidades sin enseñarnos a amar la vida y buscar la
felicidad. El Cristo que se nos muestra no solo no es atractivo a la vista,
sino que tampoco es un ideal atractivo, una causa digna de lucha y entrega. Los
falsos moralistas y censuradores no nos dejarán pensar y actuar con libertad.
Los inquisidores nunca desaparecen. Seguimos haciéndonos personas mayores sin
haber madurado, sin crecer por dentro, sin saborear la corta vida porque nos
cortan las alas antes de transformar nuestra existencia en una celebración .
Ser uno mismo, atreverse a discrepar, a gozar, a realizarse en armonía con el
universo, es una de esas cosas mas atractivas de los mitos de todos los
tiempos.
El atrevimiento y la
provocación que rompe barreras, es el
brillo de los arquetipos de estos artistas que nos deslumbran, pero su final,
como dice la Escritura “ son caminos de muerte”. Ellos son también los que
simbolizan y sintetizan los materialismos, los hedonismos, la vanagloria de la
vida. Por eso es necesario dejar clara
la realidad existencial de los problemas
enormes del ser humano que no deben ser camuflados con el brillo del dinero y
el poder, la fama y el lujo. Hemos de tomar opciones por los pobres y la
dignidad de la vida desde que nacemos hasta que morimos. Tenemos que propugnar
una tierra de todos y del destino universal de los bienes. Tenemos que mostrar
el Reino de Dios en este mundo mostrando ese amor al enemigo, siendo
pacificadores, siendo concientes que al final de los tiempos Jesús restablecerá
todas las cosas
Michael Jackson ahora en
el filo de la navaja ya es un ídolo caído. Se está intentando privarlo de la tutela de sus tres hijos
debido a las acusaciones de abuso sexual. El número de
seguidores ha disminuido desde que hace diez años fue acusado de pederastia.
Parece una persona perturbada, desorientada, inquietante. La cirugía estética
no ha conseguido la imagen deseada. Jackson no piensa en otra cosa que no sea
gastar una fortuna en compras y está rodeado de un entorno que no sabe
distinguir entre el bien y el mal, ni sería capaz de aconsejar que el colgar un
niño por un balcón es ridículo y peligroso. La estética que fue moda, que marcó
un estilo, se ha convertido en algo zafio. Jackson está con el solo pensamiento
de congelar su infancia para vivir con personajes como Peter Pan. Toda una
visión surrealista de la vida. “Así pasa la gloria del mundo”
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