Manuel de León.-
Número 32 - 20 de abril, 2004
¡El fechu de dir a misa nun te torna
nun cristianu, del mesmu xeitu que'l fechu de dir a un garaxe nun te torna nun
coche”
“El hecho de ir a misa no te transforma en un cristiano, del mismo modo
que el hecho de ir a un garaje no te transforma en un coche”. Este refrán que
leí en asturiano, es sin duda de los que tienen mucha enjundia teológica. No
solo porque lo cúltico, las formas, los
símbolos e imágenes religiosas no producen por si mismas los cambios del
corazón, sino porque, aunque lograsen un cierto cambio para que Dios nos
acepte, no seríamos aceptados. La teología católica siempre ha hilado fino para
demostrar que el ser humano es cooperante en la salvación. Que tenemos que ser
buenos para que la gracia de Dios nos haga justos y rectos. Sin embargo la Biblia y
la experiencia del individuo sincero, demuestran que todas las obras del
hombre, aún las que procuran “lo recto y lo justo” son como trapos de
inmundicia. Dios solo nos ve justos, cuando estamos “en” Cristo, único Mediador
y Salvador.
En los “Cánones del Concilio de
Trento de 1547 se decía: “Si alguno dice que el hombre puede ser justificado
ante Dios por sus propias obras (sean estas hechas por sus propios poderes
naturales o mediante la enseñanza de la Ley, sin la gracia divina por medio de
Jesús) el tal sea anatema” Es cierto que los teólogos católicos incluyen la
gracia y la fe, pero solo como capacitadoras
y transformadoras del individuo, de tal modo, que aparezca ante Dios un ser
justo y recto. El Concilio de Trento concretó mas aún: “Porque fe, sin la
adición de esperanza y amor, ni une perfectamente al hombre con Cristo, ni lo
hace miembro de su Cuerpo” Y el mismo Catecismo Católico de 1992 concreta mas y
dice: “La justificación es concedida por el bautismo, sacramento de fe” Dicho
lo cual el catolicismo no hace cristianos por la misa pero si por otros medios
como el bautismo y el deseo de comenzar una nueva vida como parte de
cooperación del hombre. La transformación personal, para un católico, es el
medio aceptado por Dios, para ser salvo.
El cristiano evangélico tiene
una visión distinta de la salvación y del nuevo nacimiento. Como el católico
cree que la salvación es por gracia y por la fe, pero como dice Efesios 2, Dios
no permite que el hombre se gloríe en sus obras y en su realización personal
para ser aceptado por Él. Estamos a distancias galácticas de lo que es virtuoso
y piadoso, de los que es justo y recto, ante Dios. En esa distancia insalvable,
solo hay un Mediador entre Dios y los Hombres, Jesucristo Hombre. En estos
últimos años y ante la declaración conjunta de católicos y protestantes sobre
la justificación, se ha buscado un acercamiento y una mayoría protestante y
modernista ha creído ver un cambio en el catolicismo, pero creemos que desde
Trento nada ha cambiado.
El pensamiento teológico
católico por medio de la teología natural y la filosofía de la religión siempre
ha intentado demostrar desde la razón que Dios puede ser conocido y hasta
demostrado. En el armazón de la filosofía griega se ha llegado a la teología y
por tanto la Biblia y la revelación en ella contenida ha quedado sujeta a la
razón humana. No es que esta se desprecie pero se somete al filtro y a los
dictados del pensamiento en boga. El mismo Paul Tillich elogia la filosofía y
la razón como elementos esenciales del hombre que acepta la fe. Según él, no se
puede saltar el este circulo en el que el conocimiento teológico se adquiere
por esa relación cognoscitiva que al mismo tiempo revela el carácter
existencial y trascendente del fundamento del ser. Por medio de preguntas
existenciales, encontramos respuestas teológicas que exponen el contenido de la
fe cristiana.
Sin embargo Carl Barth es un gran
adversario de esta teología natural, porque parte de la Soberanía de Dios. Dios
no es un ser medible ni encasillable en categorías humanas y filosóficas.
Cuanto sabemos los hombres de Dios es por revelación y otorgamiento de su
gracia. En relación a Dios los hombres solo están a la expectativa. Quizás lo
mas discutido o lo que entraña mas dificultad es definir esa revelación, por
cuanto la Biblia explica y resuelve a Dios, en la medida de la fe y en el
derramamiento del Espíritu Santo en el creyente. La revelación es siempre
progresiva de manera que cada día vamos adquiriendo un mayor peso de gloria.
Bart llega a decir algo tremendamente fuerte, sobre esta fabricación teológica
y religiosa : “La religión es incredulidad, la religión es por excelencia el
hecho del hombre sin Dios” Lo único que cabe en el hombre ante la trascendencia
divina es una postura de obediencia y receptividad, de clamor y de petición de
auxilio, pues el hombre carece de todo derecho frente a Dios. Por ello, la religión que sustituye los designios de
Dios por una imagen surgida el hombre, se podría decir, como en el refrán, que si
entramos en un garaje, tengamos cuidado de no convertirnos en un coche.
Manuel de
León es escritor, historiador, y director de "Vínculo"
(revista de las Iglesias de Cristo de España).
© M. de León, Asturias, España.
(revista de las Iglesias de Cristo de España).
© M. de León, Asturias, España.
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