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lunes, 24 de junio de 2019
jueves, 20 de junio de 2019
Reseña "Filosofía y cristianismo" de Alfonso Ropero
FILOSOFÍA Y CRISTIANISMO.
Pensamiento
integral e integrador.
ALFONSO ROPERO.
CLIE 1997
Puede parecer exagerado o pretencioso decir que este
libro de Alfonso Ropero Berzosa representa un hito en la historia del
pensamiento cristiano evangélico. Sin embargo, cuando realizas varias lecturas,
por el contrario, descubres un nuevo mar de referencias inadvertidas, y
estímulos nacidos de pensamientos madurados y contrastados. El sobresalto final
de admiración y asombro es inevitable: Ropero nos ha sorprendido y alucinado.
El título expresa la intencionalidad primera y última de
un contenido integrador, erudito y comprometido. El libro es una sorpresa grata
en todos los sentidos, máxime cuando la reflexión filosófica y el pensamiento teológico
se ha anquilosado en España, reducido a solo buenos exégetas y maestros,
herencia a su vez de otros maestros, pero sin una reflexión encarnada, posible,
actualizada y útil. No se ha creado
pensamiento y, cuando alguno lo ha hecho, se ha reducido a ámbitos muy trillados
y en algunos casos ya superados por otros. Así pues, Ropero aparece como un
pensador e intelectual que descubre mundos no solo racionales y teóricos, sino
que cavila lo existencial aplicando metodología, indicando su praxis e
integrando todos los elementos componedores del hombre.
Ropero nos presenta un libro sublime de belleza
especulativa, donde la fe y la razón caminan juntas todo el tiempo. “La
filosofía (citando a Hegel) es
ella misma, de hecho, culto divino” y la fe, que no está puesta en
“vanas filosofías” (Col.2:1-15) “en religión”, puede ser aumentada, procediendo
a constatar la realidad de una manera lógica, profunda, ya que en Cristo el
creyente tiene un campo infinito de conocimiento: “En El están escondidos los
tesoros de la sabiduría y del conocimiento”.
Este escritor y ensayista, no es un neófito del
pensamiento evangélico, si no que lleva en su haber varios libros amenazadores
de sabiduría teológica y filosófica, y cientos de artículos en casi todas las
revistas protestantes. “Los hombres de Princeton. Nueva era de
intolerancia. Renovación de la fe en la
unidad de la Iglesia. Historia, fe y Dios, son libros todos
importantes, pero este último, posiblemente, el autor no lo pueda superar. El
editor dice, que mientras Ropero estudiaba en la School of Evangelism de Welwyn (Inglaterra 1985-86) descubre la
obra de Cornelius Van Til y de Alan Richardson y que a partir de ellos
y de la filosofía de Ortega y Gasset,
desarrolla una visión integradora de la verdad, conciliando antagonismos y divisiones.
Creo sin embargo que se ha quedado corto el editor, porque Ropero repara en
toda la obra filosófica y teológica, muy especialmente en la española. Para que
el lector se de cuenta de lo que les digo, Ropero cita a Sabino Alonso Fueyo nacido en Langreo (donde yo resido) y fallecido
en Celorio (Llanes). Editó Sabino, varios libros sobre filosofía pura en
Valencia, cuidad que lo hizo hijo predilecto, y fue un personaje de las letras
importante. Pues a este filósofo casi nadie lo conoce, ni siquiera los
intelectuales asturianos lo tendrían por filósofo, pero Ropero lo cita y lo
conoce.
Solamente sus 60 páginas de bibliografía y los cientos de
notas marginales, indican el trabajo de síntesis que Ropero ha realizado. Cada
línea está contrastada con el devenir histórico del pensamiento, los factores
positivos y negativos, visibles y ocultos, que cada tesis obliga. Cada
aseveración está sólidamente cosida a unas concepciones netamente evangélicas y
reformadoras, que nos deslumbran por su perfecto discurrir y sus propuestas
existenciales. Dice el prologista, profesor Francisco Pérez Fernández que el andamio sobre el que se construyen
los diferentes capítulos del libro y que coexisten pacíficamente razón y fe,
son engranajes que no chirrían, gracias al mantenimiento oleico que Ropero
hace, sintetizando siglos de teología cristiana y protestante. Sin embargo
Ropero sale indemne del intento y en algunos casos con ideas originales.
En el libro encontramos expresiones valerosas : “La ignorancia, la ausencia de pensamiento
es lo que paraliza el progreso de la verdad”
“El protestantismo, en razón de su origen y
reivindicaciones intraeclesiales de renovación y purificación de la iglesia, o
sea, de disputa “familiar”, ha primado siempre la labor exegética de la Biblia,
imprescindible y fundamental en si misma, pero ha tendido a ignorar que las
preocupaciones de las comunidades de creyentes no son las mismas que los de la
comunidad civil y que lo que a una es suficiente a la otra le es indiferente.
Abandonada a su propia suerte la filosofía se emancipó de la teología y se
reveló contra ella. Pocos advirtieron y siguen sin hacerlo, que la autoridad
última de la Biblia depende del individuo que la explica. Estamos de lleno en
el subjetivismo mas extremado si no median algunas nociones previas de carácter
epistemológico y hermenéutico. Aquí la filosofía resulta auxiliar
imprescindible, de otro modo se cae en la temible infalibilidad del hombre de la calle al decir de A.E. Baker
“La teología evangélica tiene que mostrar que la
Biblia responde a los anhelos mas nobles
y a las intuiciones mas certeras de los mejores ejemplares representativos de
la inquietud y zozobra humana.”
“El mundo evangélico necesita un nuevo impulso vital
y una actualización de su identidad cultural.”
Así pues
Ropero, no solo repasa todas las concepciones filosóficas en su historicidad
secular como ejercicio intelectivo, sino que crea sus propios ensayos, desde la
perspectiva evangélica, para apropiarse de aquellos elementos útiles para su
discurso. No es una obra que Ropero la deje acabada, pero sí diseñada para
nuevos ensayos. Ha planificado espacios y tiempos, ha buscado materiales y
herramientas, y nos reta a la construcción de un pensamiento evangélico
integrador y profundo. “La tarea es inmensa para una persona -
dice. Otros han de entrar en la labor y
perfilar sus contornos; recortar aristas.
Tanto en la
bibliografía, como en las citas abundantísimas, se busca mostrar la cantidad de
material que hay a nuestra disposición y que cada cual debe rastrear conforme
su fe y su manera de entender. “... Dios
es el principio y el fin, el Alfa y la Omega. Entre estos dos puntos el ser
humano tiene su espacio de conocimiento, de saber y ser sabido... Cada cual en
su lugar donde se encuentra, es un punto de vista vital, una muy necesaria
perspectiva, que contribuye al esclarecimiento final de la Verdad. En este
sentido, el conocimiento humano manifiesta un “aspecto revelacional” y por
tanto, un valor a tenerse en cuenta por el cristiano que se somete a la revelación
de Dios en las Escrituras”.
Ropero también es valiente para enfrentarse a los
tópicos, algunos de los cuales han degradado al hombre culturizándolo para el
subdesarrollo y la pobreza. “Hay - dice
el ensayista - toda una mística de la
pobreza y un halo de santidad en la crítica hipócrita del consumismo. Es hora
de decir lo contrario, si no queremos seguir oyendo las mismas estupideces de
siempre. El consumismo no es el demonio, sino el no tener nada que consumir y
por ende ser consumido por todo: hambre, miseria, raquitismo, analfabetismo y
efectos morales concomitantes: rencor, amargura, apatía indiferencia ética:” Así
comienza a discurrir Ropero, en una analítica profunda, que toca todas las
teologías de la pobreza. Lo mismo hace con otros problemas, que en la mayoría
de los casos estaban huérfanos de reflexión.
La
obra de nuestro querido Juan Solé
Herrera (Véase “Cristianismo vital”CLIE 1993) puede ser la primera referencia,
a esta forma de ensayo profundo y erudito. Juan Solé, entiendo que tenía miedo
de estar por encima de los demás - en su intencionada humildad - pero en su
conversación fácil, siempre se adivinó este sentido pensante, erudito, integro
e integrador. Ropero introduce la razón como instrumento creativo y
fortalecedor de la fe, para la discusión, análisis y desarrollo del espíritu evangélico.
“La vida misma funciona como razón”. “L
razón es el órgano vital con que el ser humano ordena su caos primordial, su
tener que vivir entre las cosas, su estar arrojado en el torbellino de la existencia,
en medio del mundo.”
Juan
Antonio Monroy también, en su libro de crítica
literaria “El sueño de la razón” CLIE 1995, abordó situaciones de la vida
y del espíritu, reflejando las inquietudes metafísicas de algunos autores
conocidos y emblemáticos.
Este libro tiene dos partes: En la primera: Fe y razón, Ropero nos perfila el
diamante multifacético de la verdad, con llamadas insinuantes a mirar la única
Verdad. “Algunos consideran a la teología
y el desarrollo de la misma un monumento descomunal a la locura humana, una
aberración monstruosa del espíritu humano...” El ideal de una iglesia unida, la
nueva humanidad bajo la nueva verdad de la Palabra, se ha probado imposible por
las disputas doctrinales que dividen, desorientan y escinden la iglesia:” En la segunda parte:
Razón
de la fe toca temas de siempre como la fe, el hombre, el mundo, la
libertad, la vida, la obediencia, etc., palabras que se entroncan y entrelazan
para conseguir un hombre de fe, con un praxis integrada en la historia y conocedor
de la salvación como racionalidad integral.
Una advertencia final. Este libro no es de lectura
rápida. Es lectura amena en ocasiones, pero sintético, reflexivo y para algunos
puede resultarle duro. Duro en la parte mas teórica de la disquisición filosófica,
pero aleccionador en la que nos descubre aquellos elementos extraños que
crujían en nuestro entendimiento, pero que aceptábamos por tradición eclesial,
ideológica o temporal. Este libro es distinto a los millones que circulan por
las bibliotecas, porque hay mensajes subliminales en cada línea, sugerencias
iluminadoras en cada capítulo. Es un libro para leer varias veces, porque cada
lectura es nueva, reveladora de un pensador preocupado y honrado en sus
limitaciones como en sus éxitos.
Este es un libro de investigación en Universidades,
Seminarios o Cursos Bíblicos, obligado para pastores y enseñadores, aconsejado
a jóvenes que estudian y les falta el contraste debido con las instrucciones
dadas en sus colegios; pero es también para todo el pueblo evangélico que debe
saber dar razón de su fe.
Manuel de León
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