martes, 18 de diciembre de 2018

El ocaso de las fidelidades








Bertrand Russell, uno de los hombres mas controvertidos y sobresalientes de la modernidad, comienza su biografía con estas palabras: “Tres pasiones, simples pero arrolladoramente potentes, han gobernado mi vida: el anhelo de amor, la búsqueda del conocimiento y una profunda compasión por los sufrimientos de la humanidad. Estas pasiones, como los vientos fuertes, me han llevado de acá para allá, en una trayectoria irregular, a través del profundo océano de angustia, extendiendo el límite real de la desesperanza”.
Es cierto, que este hombre sabio, no se limitó al trabajo intelectual desde el limbo de las ideas, sino que se implicó activamente en política y vitalmente en los problemas sociales de su tiempo. Pero lo que llama la atención en esta vida llena de pasiones tan importantes como el amor y la compasión hacia el prójimo, es la desesperanza y la angustia con que los envuelve. A Russell en esos estados de angustia, el suicidio le atraía tentadoramente.
Cuando decimos que “vivimos en el ocaso de las fidelidades vitales”, es porque la postmodernidad nos ha alejado de esta situación de ansiedad en la que solo adquiere valor para el hombre la búsqueda de las certezas y del sentido de la vida humana. Nos referimos a esta situación, en la que los valores vitales ya no crean pasión sino solo quietud y hedonismo. Una fe para toda la vida, una pasión por ideales trascendentes, son “rara avis” en esta selva globalizada, donde los ricos viven detrás del muro de oro del bienestar y el resto vive en un archipiélago de islas de pobreza cuyo ideal es la búsqueda constante de comida para subsistir, como decía el recién fallecido Fernando Lázaro Carreter.
El que los valores hayan cambiado, es normal en el proceso del salto generacional, pero lo que ya no es tan normal, es que en esta jaula de oro, se esté debatiendo por los que mueren en la guerra de Irak o Afganistán y olvidemos de un plumazo a los miles y miles que mueren diariamente en medio de todas las angustias y todas las soledades entre el dolor y la enfermedad. Hasta los partidos políticos mas idealistas y los intelectuales que dicen ser la conciencia del pueblo, han caído en la trampa y se dejan manipular para acallar su conciencia. Pero siguen faltando fidelidades universales, fidelidades absolutas. Quizás las únicas fidelidades que no decaen y arrastran cada día a mas personas, son las trasmiten el elogio del dividendo, el dinero rápido a costa de quien sea y que produzca para el próximo año un 30% más que este.¿A costa de quién, el dinero se puede multiplicar sin ningún esfuerzo productivo?
Hay un hombre en la Biblia que representa la fidelidad personificada y una fidelidad hasta la muerte. Juan el bautista, representa la conciencia del pueblo oprimido, es el eco de los abusos romanos y lo es también del alma humana. Juan pregonaba la verdad y denunciaba el ejemplo tan nefasto de Herodes Antipas que estaba liado con la mujer de su hermano. La gente le seguía porque no ocultaba la verdad, ni la disfrazaba, ni la usaba como venganza, como lo hacen estos días de campaña los políticos. Juan estaba asido a ideales como este de Apocalipsis 2:10: “Se fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” y no le importó el dejar clara su postura sobre la inmoralidad de Herodías y denunciarla con valentía. La conciencia culpable empieza a minar a Herodes cuando este sabe de la fama de Jesús y de como las masas iban tras de Él. Se hace una “fiesta venganza” y en ella se pide la cabeza de Juan el Bautista. Pero Juan seguiría en la mente de Herodes hasta que murió. Sus palabras y su forma de ser fiel al pueblo (que le seguía y se arrepentía de sus indiferencias y maldades hacia Dios y el prójimo), era una voz que le llenaban de temor. Herodes viviría toda su vida, como confiesa Russell en su biografía, en ese océano de angustia y desesperanza.
El cristiano está llamado a la fidelidad, a mantener valores vitales, aunque como en el caso del mismo Juan, surjan las dudas. Cuestionar si nuestro servicio a Dios es válido, no disminuye nuestra fidelidad. Pero es muy importante como cristianos ser hombres de fidelidades, austeros y honestos, porque Dios nos dará la corona de la vida.
Manuel de León es escritor, historiador, y director de "Vínculo"
(revista de las Iglesias de Cristo de España).

© M. de León, 2004 Asturias, España.

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