martes, 18 de diciembre de 2018

Ernesto Renan y los Orígenes del cristianismo













 

 julio 2003

I  Mundo y Patria




Es muy conocida o al menos citada la “Vida de Jesús” de Ernesto Renán, pero no lo es tanto el resto de los “Orígenes del cristianismo” que fueron publicándose desde 1863 a 1883. Dos años después de la Vida de Jesús se publicó “Los Apóstoles” y posteriormente “San Pablo”. En estos primeros libros se presenta al cristianismo como un movimiento relampagueante y de gozosa embriaguez que llega al mundo judío y romano en el momento mas oportuno.

Renán niega la divinidad de Jesús, aunque lo haga con verdadero respeto y dignidad. Aunque considera los relatos legendarios, considera al conjunto de los documentos, superpuestos unos sobre otros, una hipótesis verdadera. La crítica de Renán  no se cimenta sobre simples sospechas, ni en la exageración de los tonos oscuros, sino en deducciones sólidas a base de desmenuzar textos de historiadores, poetas o filósofos de la época, I siglo d.C. Diríamos que estas aportaciones de la crítica bíblica tienen un valor añadido en cuanto aportan erudición desde la otra orilla, desde la parte de los perseguidores en unos casos y desde los espectadores de excepción que ven agotada su religión, el paganismo, y el nacer fulgurante de los discípulos de Cristo.

Algunos matices son importantes en la reconstrucción de los orígenes del cristianismo y deben verificarse y revisarse. Por ejemplo la idea de un cristianismo de aire triste, que criticaba la época, que tenía aversión por los juegos, los teatros, los gimnasios o los baños según citan Tácito, Plinio, o Suetonio. Era como si los paganos constituyeran el mundo y los cristianos no pertenecieran a él.  El “ya no sois de este mundo” y el “guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27) era  señal de la religión pura y sin mancha delante de Dios. El ideal cristiano aparece enfrentado al mundo. La venida del Espíritu Santo”  el cual convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8) traerá confrontación. El cristiano amará el envilecimiento y aceptará la infamia en el nombre de Cristo. Tendrá las virtudes del pobre de espíritu, como un ser sencillo, humilde, sin orgullo y lo acepta como algo antagónico al soberbio espíritu romano.

El hacer hincapié excesivo en estas verdades  que conmocionaron todos los sistemas humanos y que aún hoy hacen crujir las sociedades mas cultas y científicas, dio lugar a un empequeñecimiento del mundo y de lo humano. Esto hay que reconocerlo. El humanismo en algo tenía razón. Porque  parecía que la belleza, la vida y la verdad fuesen ídolos frente al Alsoluto: Dios brillando en la faz de Jesucristo. Todo aparece falso frente a la bondad y verdad cristianas. Sin idealismo, su exceso de virtud despreció los placeres vulgares y llegaría a prohibir los goces, el saborear desde lo humano las cosas creadas. Sin embargo en  nuestros tiempos hedonistas, los cristianos tengamos que buscar el ideal olvidado y dejarnos de meras estéticas que solo miran la Venus de Milo como la única experiencia humana y mundana.

Otro matiz diferencial del origen del cristianismo sea el que este nace en un mundo sin patria y el cristianismo no necesita patria. Su patria y su ciudadanía se sitúa en los cielos. El cristiano no es cosmopolita porque la tierra es un lugar de destierro, de desierto, de paso. La patria como idea donde posan los recuerdos, las leyendas, las costumbres y las esperanzas del los pueblos está también formada por los ríos, los mares, las montañas, la lengua y el terruño. Sin embargo el cristianismo en sus orígenes se desligó con indiferencia de la geografía y del alma de la patria. La unión entre hombre y suelo había desaparecido porque el imperio los había globalizado. El hombre solo, individualizado, sin patria, buscó en los ideales sociales y religiosos del cristianismo su realización pública y su sentido existencial. La grandeza del nuevo culto consistió en dar a la humanidad el concepto de  Hijo de Dios, cuya patria  y reino es el Reino de Dios. El mundo es variable, inestable, lleno de contradicciones. Es grande la patria y los héroes de la patria pero esta no es el todo para el hombre en la tierra. Lo mas importante es la humanidad encaminada a su dicha, caminando hacia los lugares celestiales, mientras vive la ética y praxis cristiana. El Estado solo gobierna el egoísmo de los hombres, pero el cristianismo hará el progreso de las sociedades porque el objeto ideal que ve la fe también tiene los pies en la tierra y el Reino de los cielos se ha acercado a los hombres.

II Incredulidad pagana y monoteísmo


 


En tiempos de Tiberio Julio Cesar (14-37) el mundo estaba muy sensible a un cambio religioso. Los tiempos de Cesar y Augusto habían traído la incredulidad, la indiferencia religiosa, la superstición refinada y, en suma, la ignorancia teológica. La crisis terrible que Roma sentía, tenía los reproches de haber envenenado la tierra y haber derramado el vino de la inmoralidad. Las virtudes romanas se ahogaban en la Roma que mas parecía una cloaca y un foco de infección de la alta cultura del espíritu. Por eso se ha dicho que el mundo en la época romana, sufrió una decadencia científica, porque los progresos van paralelos a la moralidad. Aunque desde Augusto hasta Trajano se vivió un periodo de descenso en picado de la espiritualidad y de la enfermedad de la inteligencia, el mundo antiguo no moriría aún.

Sin embargo el templo pagano no fue nunca lo que fuera la sinagoga o la iglesia, en el sentido de ser casa común, escuela, hospicio, lugar de asilo y descanso. En el templo pagano nada se aprendía. Según Cicerón en De legibus, el culto era de lo menos malo porque la pureza del cuerpo y del corazón se estimulaban, pero los patricios para distinguir “religión” propia, de la “superstición” extranjera, le daban un toque de austeridad, gravedad y decencia, aunque seguían siendo auténticas supersticiones. Era como en nuestro paganismo actual, lleno de amuletos, iluminado de velas, aromatizado de inciensos pero vacío de contenidos trascendentes. Un paganismo, el nuestro, que busca la suerte y huye del dolor y la enfermedad pero no se enfrenta a la pregunta de ¿porqué el hombre? ¿cuál su sentido último?. Este paganismo mezcla de misterio y de sanidades suele dar pingues beneficios a los sacristanes interesados y es por lo que también en Roma degeneró en negocio. ¿Acaso no es triste dejar la suerte de nuestra vida consultando a un adivino que tiene gravadas las respuestas en su contestador u ordenador? Y ¿como se puede pagar un precio tan alto a un adivino ausente por tales llamadas, siendo sabedores del engaño? No podemos juzgar aquel paganismo ni el de nuestro tiempo, pero si sacar las lecciones pertinentes.

El dualismo dela Grecia antigua y el politeísmo de  Roma ya se habían agotado. Y es entonces cuando aparece por todas partes la necesidad de una religión monoteísta y un Dios personal. Aparecen primero las religiones naturalistas, aunque estas aparecen con un ideario infantilizado y no son suficientes para un tiempo en que la humanidad quiere una religión moral y filosófica. La religión de Zoroastro y el budismo de la India, el orfismo inspirado en los escritos de Orfeo en Grecia, o los ensayos de exégesis alegórica de los estoicos, apuntan todos hacia una religión natural, la que nace de la contemplación y análisis  de las cosas creadas. Los mismos misterios de Baco enseñaban la inmortalidad del alma, pero estaban limitados a ciertos países y a la clase mas instruida. Quizás la competencia mayor a una religión monoteísta y al cristianismo fuese el helenismo. El verdadero heleno estaba orgulloso de su mitología, de su pasado. No sentía ninguna señal de crisis, de inquietud, ni de revolución. En los siglos II, III y IV el helenismo es una religión organizada, unida por la fusión de mitología y filosofía griega, con sus taumaturgos, sus profetas, sus leyendas que ocupaban con dignidad el espacio necesario para el cristianismo. Sin embargo, excepto el mundo griego, la inquietud religiosa se vuelve hacia el Oriente. Al principio serán los  fervientes seguidores de Isis y Serapis los que aparecen junto a los impostores y los magos porque los vientos de renovación soplaban en todas las partes. Es en esta situación que aparece el cristianismo.

A decir de E. Renan, la intención de los cristianos era mas radical. “La única cosa a la que declaró la guerra el Imperio romano en materia de religión fue a la teocracia”. El estado no podía consentir un Dios Soberano por encima del soberano Emperador, ni una  religión en la que primaba la comunidad, la sociedad de socorros mutuos, de crédito en el sentido de mayordomía que a manera de las cofradías o “eranes” griegas actuaban donde el Estado no llegaba. Aunque las asociaciones o cofradías religiosas eran habituales en los romanos, los patricios, guardadores de los poderes públicos, no las aceptaban de buen grado. El origen de las persecuciones estaba mas en la repercusión que las cofradías y la comunidad cristiana creó, que la teocracia en sí. El imperio quería aislar al individuo, destruir todo lazo moral y espiritual entre los hombres y, sobre todo, combatir a los pobres, los esclavos, los desposeídos que buscaban al calor de la unión y de la comunidad cristiana el amor fraternal que la sociedad les negaba. La Grecia antigua este calor fraternal se le daba en dosis de goces, instrucción y gloria de este mundo. El cristianismo no daba juegos, ni teatros, pero amaba con pasión al ser humano fuese esclavo o libre en todas su dimensión de hijo de Dios.

Quizás nuestra moraleja, ante el panorama actual de nuestra sociedad sea hacernos estas preguntas: ¿Nuestro mundo globalizado, no es muy parecido al del Imperio romano, que no quiere personas agrupadas, sino individuos aislados a los que se les maneja mejor? ¿Acaso el mundo de los esclavos romanos, era tan diferente  de los pobres y marginados de hoy? ¿No estaremos ante las puertas de un nuevo renacer cristiano, si sabemos hacer lugar de encuentro no el templo sino el mismo Cristo, que sigue proclamando: bienaventurados los pobres de espíritu”?


(III) Critica bíblica en E. Renan



A mi modesta opinión, creo que Ernesto Renan hace una crítica histórica de los orígenes del cristianismo menos despiadada que lo haría posteriormente Bultman. Para Bultman el bosque no deja ver al árbol, todo está distorsionado sobre la vida y persona de Jesús. La disección racionalista de Bultman no entiende el milagro, como tampoco Renan, pero este cree que la conciencia es un milagro porque es un misterio absoluto su funcionamiento, todo ser  es un milagro porque el origen de la vida es un problema sin solución. Lo que lamenta Renan es la “santa simplicitas” el dejarse en la ignorancia, en la poca crítica y en la falta de un método de duda sistemática. El Dios bíblico no está en la tormenta, sin embargo los que ven a Dios en la tormenta y le temen, no hace falta que lean obras escritas en sentido diferente. Renan sin embargo no quiere ser considerado para la historia como polemista, sino el hombre abierto a la gran curiosidad, a descubrir el matiz exacto de las leyes de la naturaleza, a la indagación y erudición puras.
Entre las profecías de Renan sobre el protestantismo y catolicismo intuye algunas cosas que se refieren al estancamiento del número de fieles en uno y otro lado. La proporción no variaría, pero sí en la clase de creyentes que tendría cada familia religiosa. En ambos casos habrá creyentes absolutos como en la Edad Media y otros que sacrificarán la letra y se atenderán al espíritu. Este tipo de creyente “espiritualista”, que entiende las palabras como espíritu y vida, será el que acabará por fusionarse por completo con las demás familias cristianas. Es lo que hoy diríamos ecumenismo cristiano. Según Renan, el ecumenismo no brotó en la Reforma, aunque esta no quisiese la ruptura con Roma. No fue propiciado por la Reforma del siglo XVI porque el renacer del mas rígido espíritu cristiano creó la secta, la iglesia separada. Como reacción a los Luteros y Calvinos llegaron cargados de santo celo y de espadas los Caraffos, los Ghislieris, los Loyolas y los Felipe II. Si la Reforma sabía que la salvación era posible para todos y en todas las partes por la fe,  ¿porqué se llegó a esa ruptura abierta? Renan cree que las costumbres modernas harían impotentes aquellos odios, máxime si entendemos la Iglesia, como iglesia invisible, en cuyo seno encierra a los santos excomulgados, a las mejores almas de cada siglo. “Los desterrados de una Iglesia, son siempre sus elegidos, se anticipan al tiempo y el hereje de hoy es el ortodoxo del porvenir- dice Renan-”
No puedo dejar de comentar en este breve artículo, que es mas de crítica literaria que de crítica bíblica, el constante interés de Renan por el cristianismo. Dice: “Gocemos de la libertad de los hijos de Dios; pero evitemos al ser cómplices de la disminución de la virtud que amenazaría a nuestras sociedades si el cristianismo llegara a perder terreno. ¿Qué seríamos sin él?... Después de todo nuestra disidencia con las personas que creen en las religiones positivas es científica únicamente; pero con el corazón estamos con ellos y tenemos un enemigo que también es el suyo: me refiero al materialismo vulgar, a la bajeza del hombre interesado”
En este contexto nos podemos preguntar ¿Es el pensamiento de Renan puro humanismo?¿ Está todo reducido a la pura razón, a un modelo de fraternidad que nos libre de comernos los unos a los otros?¿ Es que el espíritu cristiano que observa Renan va mas allá de lo ético y de las virtudes del sermón del Monte? Creemos que la armonía que propugna Renan va mas en el sentido de no matar a la ciencia en nombre de Dios, que buscar en Dios los resquicios por donde asoma su poder y deidad. España murió de alguna manera a la ciencia y al progreso cuando se propuso matar al mundo musulmán, judío y protestante; por esta causa Renan no quiere que su racionalismo quiera gobernar el mundo sin tener en cuenta las necesidades del alma. Pero también acusa al protestantismo en ciertos países protestantes, donde el aburrimiento, la estupidez y la medianía son el castigo por haber suprimido el arte y reducido la ciencia a algo mezquino, bajo pretexto de buen sentido y de espíritu cristiano.

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