lunes, 24 de diciembre de 2018

Postmodernidad y herejía.










“Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios.
Así que todo aquel que oyó al Padre y aprendió de Él, viene a mi.
No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios;
este ha visto al Padre”
Juan 6:45-46
Es de todos comentado que la postmodernidad está ligada al sentimiento. El cristiano que no se manifieste con una experiencia sensible no tiene atractivo. La mera presentación racional de la fe choca con el descrédito que el cansancio de una metafísica y una teología filosófica han producido en los últimos siglos. Ahora la experiencia emocional prima, pero es causa de grandes reduccionismos, de mezcla de distintas doctrinas y de la poca seriedad y respeto por el misterio. Por esta causa nacen los fundamentalismos, como defensa de lo divino que es estructurado en compartimentos y etiquetado como inamovible .
Quizás la ambigüedad del neomisticismo actual, que sacraliza la realidad con planteamientos ecológicos y cósmicos y difumina así la presencia del misterio de Dios, nos debe obligar a ser mas cuidadosos con la revelación de Dios en su Palabra. Sin embargo, algunos cristianos quizás damos una idea demasiado clara y comprensible de Dios, sin darnos cuenta que tratándose de Dios no hay claridad ni pureza suficiente. Lo divino, mas que conocerlo se barrunta, se deduce y se adora. En Jesús hemos podido  aprender cómo rechazar muchos rostros de Dios que eran impresentables y traducir la acción humana hacia la misericordia y el amor al prójimo. No podemos decir mucho mas de Dios, sin riesgo a equivocarnos. En este sentido podíamos aplicar el dicho de Sócrates “solo se que no se nada”, porque nuestro conocimiento de Dios es débil, aproximativo. Debemos hablar de lo divino casi sin nombrarlo, como hacen los judíos al expresar el nombre de Dios o los budistas que en su ocultación de lo divino parecen ateos.
Por esta causa tengo miedo de hablar de herejías porque la ortodoxia supone una lectura reduccionista de la enseñanza, de la revelación que es espíritu y vida. Supone traducir en normas el misterio y la sabiduría revelada de Dios, creando una rigidez institucional que con el paso del tiempo se convierte en uniformismo y luego en fariseísmo. Es muy fácil decir que “ninguna herejía es buena” que puede traducirse inconscientemente en que “toda herejía es mala”, lo cual no sería lo mismo. Sin embargo, todos estaríamos en un proceso herético mientras nos ejercitemos en la búsqueda del sentido de la Revelación. Por esto solo entiendo la herejía, en la mayoría de los casos, cuando hay negación de Dios o apostasía. Nunca entiendo la herejía en quienes buscan el rostro de Dios palpando con la razón, la intuición o la sensibilidad hacia el misterio. Me atrevería a decir mas. Parte de la Reforma llamada radical que estuvo considerada herética por la institucional luterana o calvinista, hoy es la base del protestantismo actual.
El criticismo y el ser educados en la sospecha constante, nos vacunará de las infinitas trampas que acechan al ser humano débil y quebradizo. Al cristiano le acechan también engaños que no solo provienen del “sueño de la razón”  sino también de tradiciones y visones eclesiales. Hemos de vigilar la experiencia de una fe que salva y libera, pero hemos de ser críticos con quienes no mantienen un respeto a la libertad humana, a la conciencia religiosa, al ser humano global que tiene que gobernarse por principios divinos y no por esquemas petrificados que convierten la salvación, la justificación, la oración o la evangelización en un juego de creencias. Conceptos y doctrinas como los de la teología de la retribución o de la providencia de Dios, por ejemplo, pueden ser una herejía según en que manos se expongan, porque, a veces, conducen a una imagen grotesca de Dios.
El fundamentalismo cree que la religión y la fe pueden acabar muriendo por exceso de relativismo y subjetivismo y por eso se aferra a sus propias interpretaciones. Estoy de acuerdo con Máximo García Ruiz en su artículo de CIPRÉS Fundamental /Fundamentalismo: Los fundamentalistas no admiten su convicción como una alternativa, o como una aproximación a la verdad; su postura es la única legítima.  Por esta causa la postmodernidad es mala para el fundamentalismo, porque la ve como un enemigo para la fe. Pero ¿esto es verdad? Creo que es un desencuentro, en el que una vez ajustados los principios de secularidad y tradicionalismo en el aprendizaje de las mutuas debilidades, dará luz a nuevas actualizaciones de la Palabra de Dios, que es viva y eficaz. Quizás lo peor de todo sea el no escudriñarla, el quedarse con meros enunciados que después cada cual interpreta sin haber hecho un estudio sistemático y a fondo.



Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y sociológica del protestantismo en Asturias

© M. de León, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)

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