martes, 18 de diciembre de 2018

El “ser” Protestante










Uno de los grandes temas filosóficos, éticos, sociológicos y también teológicos es el relativo a la libertad humana, el libre arbitrio del siglo XVI. Aunque sea uno de los temas aún sin resolver, es uno de los que forma parte del “ser” protestante y explica la cara o el envés de la salvación bíblica. El “Comentario exegético y hermenéutico al libro de los Efesios” de José M. González Campa, publicado por CLIE, nos vuelve a traer la vieja y siempre difícil explicación de un Dios Soberano y un hombre al mismo tiempo libre. ¿Es posible racionalizar algo que la Biblia no manifiesta –se pregunta el Dr. Campa? Lo cierto es que la antropología de Martín Lutero, con esa visión pesimista del hombre, muerto en delitos y pecados, herido y manchado por el pecado de Adám, e incapaz de realizar obras agradables a Dios, enfrenta a la concepción católica que cree que el hombre ayudado por la gracia y el auxilio de Dios puede ser capaz de producir algo bueno para merecer el perdón de Dios. Pero estos debates del siglo XVI se han ido diluyendo y ya desde 1998 la Liga Luterana Mundial y el Vaticano han hecho progresos hasta la “Declaración sobre la justificación por la fe” de fechas recientes. Quizás se haya llegado a entender en estos días que la experiencia de la salvación protestante radica en aceptar que Dios nos hace justos, porque nos aplica gratuitamente los meritos infinitos de la muerte de Cristo a nuestro favor.

La polémica “de auxilis” (1582-1607) que racionalizó hasta los extremos mas insospechados la lúcida mente de Luis de Molina, quien pretendía salvar la libertad humana del determinismo divino, o los seguidores de Domingo Bañez que acusaban a Molina de añadir una ciencia media para concordar a un Dios Soberano y un hombre libre que pueda aceptar o rechazar el don de la gracia. Lo cierto es que las armonizaciones no han logrado, después de tanto trabajo filosófico y teológico, y la dura realidad es la frustración de que “quien hace pecado, esclavo es del pecado”. Aunque se hizo distinción entre gracia suficiente y gracia eficaz para salvar el libre arbitrio, la teología católica naufragó en un mar de distinciones, donde la gracia no era suficientemente capaz sin la ayuda humana para llevar a la conversión y menos a la seguridad de salvación. Era una libertad que no iba mas allá de la elección que el condenado a muerte puede hacer al escoger el instrumento de su ejecución.
El “ser” protestante –entre otras muchos aspectos teológicos - aparece como simul iustus et pecator, justo y pecador al mismo tiempo. Justo no por sus obras, (que hasta podrían parecer buenas delante de los hombres pero no ante un Dios justo) sino por la aplicación de la Obra de Cristo. Pecador por si mismo y por su tendencia a hacer lo que no quiere. Esta realidad antropológica y sociológica es difícil de contradecir. El mismo hombre que es capaz de los mejores sentimientos, de la superación y del desarrollo técnico y científico a favor de la humanidad, es el mismo que ha dado origen a todos los holocaustos y miserias humanas. Por otro lado, el Concilio de Trento afirmó que el hombre, limpio de nuevo por el bautismo, santificado por los meritos de Cristo, seguía teniendo libre arbitrio y voluntad dispuesta para adquirir los meritos de la salvación. Y sobre todo Trento afirmó que somos nosotros los que decidimos si aceptamos o rechazamos a Dios.

Sin embargo esta salvación del ser libre o lo que es lo mismo, elegir a Dios, lleva consigo grandes renuncias. El cristiano católico debe renunciar, si elige a Dios, a la autonomía del ser libre y consciente, porque en este mundo todo es transitorio y solo lo eterno es elección de plenitud. Por lo tanto seguiría siendo también esclavo. Que el hombre sea libre no es algo demostrable, sino una evidente experiencia interior, donde se originan las palabras libertad, responsabilidad, remordimiento, etc. Sin embargo la libertad cristiana que expone Pablo es algo muy distinto a lo que han llamado pesimismo y fatalismo protestante. El “ser” protestante está determinado por el “pertenecer” a Cristo. “Y si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres” decía Jesús. Por consiguiente el pesimismo se cambia por optimismo. Ya no se nos puede tachar de deterministas. El nuevo nacimiento, ese encuentro con el Dios amoroso que viene a salvarte solo se efectúa desde la fe y por la fe. Los méritos no pueden salir de un muerto en delitos y pecados, sino del que ha sido vivificado para justificación de vida. Y desde estas elementales premisas ya no podemos decir que el ser humano esté abocado a la desesperación por ser incapaz e ineficaz en su esfuerzo personal. El “ser” protestante encuentra su libertad de conciencia y de acción en todo lo humano porque ha elegido ser libre en Cristo. No hay sacramento que la iglesia pueda administrar para atar y desatar, ni declarar anatemas. La libertad cristiana no nace de fomentar ni desarrollar la libertad moral, que es el atributo mas noble del hombre. No es la ascética la que consigue una vida virtuosa, sino la “pertenencia” a la infinita libertad-voluntad de Dios.
La sicología moderna aconseja para sentirse libre y mejor, el esfuerzo personal. Dice William James: “Conserva viva en ti la facultad de esforzarte, mediante un poco de ejercicio voluntario cada día”, pero es diferente la vivencia de Pablo: “Para mi el vivir es Cristo y el morir ganancia” que se siente lleno en la vida y en la muerte porque ha encontrado su “ser” cristiano.

Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU", revista de investigación histórica, cultural y sociológica del protestantismo en Asturias

© M. de León,www.protestantedigital.com, 2003, Asturias, España.

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