jueves, 20 de diciembre de 2018

Irán y las uvas de la ira.













El terremoto de Irán 2003 ha sacudido no solo la tierra sino también el corazón de los hombres como un látigo vengador. Nadie ha sido indiferente al feroz ataque de las entrañas de la tierra y la historia adquiere así, alcances universales y se convierte en un trascendental evangelio del hombre que lucha por sobrevivir en las condiciones mas adversas. Las uvas de la ira parecen un fruto del dios de la represalia y del pago de tantas violaciones de leyes naturales, pero también de tantos pecados y maldades que suben de la tierra al trono de la Soberanía de un Dios majestuoso y aparentemente indiferente. Para quien sufre la prueba, para quien agoniza en el dolor, aplastado por el peso de las paredes de adobe, no hay Alá, ni Jehová que pueda ser alabado y amado desde esta desolación. Pero esta visión del problema del sufrimiento estaría mal enfocada si solo dejáramos la ira y los sentimientos encontrados, enfrentándonos a Dios como si Él fuese un totem hierático e impasible frente al sufrimiento, y como si ese Dios hubiese dejado de ser el Creador amoroso de todos los hombres. Todo lo hizo bueno y para el bien nuestro. Entonces ¿cómo interpretar el mal moral y el mal natural?

Las uvas de la ira del premio Nobel, John Steinbeck, describe la tragedia americana de los años treinta con su depresión económica o el desastre natural llamado Dust Bowl. El país de la desesperación que describe, es algo mas que un pueblo oprimido en la miseria y la muerte, sino mas bien el pueblo del valor humano, que aún perdidas las esperanzas, adquiere el coraje suficiente para alimentar la supervivencia. Sin embargo la supervivencia envuelta en fuertes sentimientos de odio, de amor o de solidaridad, no son suficientes para dar sentido a la vida. Dice C. S. Lewis "Dios susurra en nuestros placeres pero grita en nuestros dolores. El dolor es el megáfono de Dios para despertar a un mundo adormecido." El grito de Dios parece demasiado cruel pero es muy cierto que supone un despertar del un mundo cada vez mas duro e indiferente. Cuando el teólogo judío Martín Buber se plantea la vida después de Auschwitz dice: “La separación se ha vuelto demasiado cruel, el ocultamiento demasiado profundo... ¿Nos atrevemos a recomendar a los supervivientes de Auschwitz, los Job de las cámaras de gas, ”Demos gracias al Señor porque es bueno, porque para siempre es su misericordia”?

"Dios susurra en nuestros placeres pero grita en
nuestros dolores..."


El islamismo ha pasado a ser, en los últimos 20 años, una religión de actualidad ocupando los titulares de la información mas que ninguna otra. Uno de los artículos de fe es la creencia en la voluntad absoluta y presdetinadora de Alá. El Corán apoya la idea de que tanto las cosas buenas como las malas son el efecto de la voluntad de Dios. Este fatalismo, en el que se implica a Dios en el mal, explicaría la dignidad con que los islámicos aceptan el sufrimiento aunque este sea tan desgarrador. Sobre todo porque el islamismo cree que las obras buenas del hombre en el juicio final, al final de la historia, le servirán para entrar en el paraíso el día de la resurrección . Pero ese Dios galardonador es imposible de conocer, revela su voluntad pero no se revela así mismo. No se le puede plasmar como un Dios de amor, ni un Padre amante como en la Biblia. El mismo Jesús es presentado por el islamismo como un profeta y un Mesías hacedor de milagros, pero no el Salvador de los pecados del mundo. El islamismo queda atrapado ante el problema del mal porque no tiene demasiados argumentos para excusar a un Dios ausente, frío, con propósitos ajenos a nosotros y que no nos incluye en su Plan.
La idea que tenemos de un Dios trascendental, personal o inmanente, que se entiende como bueno, justo y misericordioso, preocupado por cada uno de nosotros, es el Dios revelado en la Biblia. El problema no puede ser resuelto de manera racional, pero sí podemos descansar en Dios aunque no entendamos sus motivaciones. Judíos y cristianos en el infierno de Auschwitz creyeron y confiaron en Dios en medio de la miseria y el caos. Hay testimonios de quienes rezaban y leían el Talmud, santificaban las fiestas y tocaban el Sofar en la fiesta judía de Año Nuevo, aun arriesgando su vida, como cuando se pidieron al rabino 1400 jóvenes condenados a muerte. Tenía para ellos sentido confiar inquebrantablemente en Dios en esos infiernos, porque entendían a Dios como luz en medio de la mas horrible y tenebrosa oscuridad, clamando como Pablo “si Dios es con nosotros ¿quién contra nosotros?

Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y sociológica del protestantismo en Asturias

© M. de León, 2004, Asturias, España.

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