viernes, 21 de diciembre de 2018

La dictadura de la inteligencia sobre la emoción.











 Manuel de León. abril 2003

La primera revolución industrial fue la de la máquina de vapor que Rober Papin, al final del siglo XVIII, inventó y los ingleses usaron para sus máquinas textiles. La segunda, cien años después, se refiere al descubrimiento de la electricidad. El mundo de hoy, sin electricidad, se pararía. Pero hay una tercera revolución industrial, también unos cien años después de la segunda que está relacionada con el ordenador. El ordenador y las redes  de Internet  han hecho que la información llegue a los rincones mas apartados y se esté construyendo una sociedad informativa y de conocimientos. Es la revolución espiritual mas grande de todos los tiempos y supone una revolución postindustrial de naturaleza muy diferente y de mas envergadura a lo que fue la caída del Viejo Régimen, el Renacimiento, la Revolución francesa o las dos anteriores revoluciones industriales. El hombre de hoy vive en fractura de los tiempos, en la encrucijada, en la crisis de muchos valores, pero muy especialmente vive ante la dictadura de la inteligencia sobre la emoción y sobre el espíritu.

Teilhard de Chardin adivinó que al final del siglo XX vendría la nooesfera. Al igual que la tierra tiene atmósfera y estratosfera, también estaríamos en la esfera del Noos, lo que en griego es “el espíritu”. Pero mas que espíritu sería esa especie de cerebro humano, una sociedad de conocimientos que abarca toda la tierra como una red. Sin embargo la nueva situación está cambiando la fisonomía humana que, dicho en palabras del Dr. M. Eyskens, Ministro de Estado de Bélgica, cansado de ser “antropoide ha llegado a ser el hombre mono” de tanto dejar de mirar al cielo y ver su ombligo como el centro del mundo. El verticalismo de mirar al cielo, se ha cambiado hacia el horizontalismo que las posibilidades de comunicación fomentan esta entre iguales. Las redes son algo orgánico, que crece cada día, pero que no está formada a golpe de leyes y decretos. Ese es su atractivo, porque el hombre se crea a si mismo sin que nadie limite sus libertades ni imponga sus criterios. Sin embargo, de esta manera, el hombre se transforma en un ser endiosado, cuya fuerza creadora le convierte en algo inquietante y le obliga a una responsabilidad personal, sin paraguas protectores de las sociedades pasadas.

Donde mejor se empieza a ver la dictadura de la inteligencia sobre el espíritu humano es en la preferencia que se da al coeficiente de inteligencia mas alto. Si tienes un coeficiente de  155, estarás seleccionado para los máximos puestos en la política, la administración o la empresa. Si  tienes un coeficiente de 120 solo podrás aspirar a tener un buen sueldo y estar en una posición mediana. Pero si solo tienes el 68 de coeficiente de inteligencia, tendrás un mal puesto de trabajo y tendrás que sufrir el desempleo. Cada día más, la sociedad exige niveles de inteligencia pero esta el hombre no puede cambiarlo. Se elige a los inteligentes en detrimento de los que tienen coeficientes de emotividad elevados y se mantiene la dictadura de la inteligencia frente a personas que son más útiles para otros trabajos sociales y de relación. Sobre todo, el desencanto esta llenando la tierra y el hombre se siente cada día mas huérfano de Dios y desterrado a una sociedad sin misterio, sin emotividad y sin afecto. El ser humano es un robot, que actúa según los principios del azar y la necesidad que dirán los darvinistas, o la materia y las circunstancias según los freudianos. Además al hombre de hoy se le amontonan sobre su conciencia todas las fuerzas con las cuales puede destruirse a si mismo y está asustado, por lo que se cierra en el relativismo y escepticismo postmoderno que explican el sinsentido de la realidad.

Lo peor de esta dictadura  es que crea monstruos. Monstruos como el relativismo ético, donde solo la situación y el caso particular, quiere imponerse sobre los principios divinos. Lo define magistralmente el Dr.M. Eyskens en esta historia: “ Hace tres años tuve que recibir una delegación de Ruanda, poco después del genocidio durante el cual se mataron a más de un millón de personas. Yo dije al presidente de la delegación: "Lo que ha sucedido en su país es simplemente horrible, un millón de personas fueron asesinadas".
El hombre en frente mío se puso muy nervioso y dijo:" No se ha asesinado a nadie, no hemos matado ni a mujeres ni a niños". Y luego utilizó una palabra indígena que significa pulga. "Hemos aniquilado las pulgas" me dijo. Eran tutsis. "Vosotros en el Occidente no habéis entendido nada, por lo demás tenéis que callaros, pues durante la segunda Guerra Mundial habéis matado a 6 millones de judíos". Cuando uno escucha algo parecido, le faltan las palabras. Pero mi visitante continuó diciendo: "Era cuestión de vida o muerte. Si nosotros no hubiésemos aniquilado los bichos, nos habrían matado a nosotros. Vosotros con vuestra arrogancia occidental no habéis entendido nada." Yo interrumpí esta conversación”. ¿Ya no quedará al ser humano mas capacidad de afecto, emoción y espiritualidad? Todavía no se ha cortado el brazo de Jehová para sanar.

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