miércoles, 19 de diciembre de 2018

Gustavo Gutiérrez: cosmovisión de la pobreza







A Gustavo Gutiérrez le han concedido el premio de “comunicación y humanidades” y lo han colocado como el “padre de la teología de la liberación” al haber sabido eliminarle ese toque revolucionario y mantener la “libración” en una línea mas serena, sin que por ello pierda el modelo ético y existencial. Podríamos decir que este Premio Príncipe de Asturias, está muy ligado al pensamiento evangélico y no tanto al protestante. Los evangélicos españoles apoyamos mas una teología de la liberación, que la teología de la prosperidad que es menos real a la existencia humana. Entendemos mas un evangelio liberalizador y profético, un evangelio que rompe cadenas y hace hombres nuevos y transformados, que ese evangelio triunfalista y ajeno a realidad de los desposeídos y empobrecidos.

Gustavo Gutiérrez no habla tanto de los pobres carentes de bienes materiales, ni siquiera del aspecto de injusticia que clama al cielo, va mucho mas allá, porque defiende a ese pobre social, privado del mundo cultural, de conocer y amar, de disfrutar y vivir de los bienes de la tierra. La teología de la prosperidad no asume la realidad existencial de los pobres, porque entiende que si estos lo son, es porque quieren, porque no se lo piden a un Dios que lo tiene todo y lo da todo: “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre...” Desde esta cosmovisión de la prosperidad, el pobre podría entenderse como un concepto moral. El pobre sería culpable de ser pobre, siendo por tanto la “prosperidad” ajena a la realidad existencial y en la mayoría de los casos, impasible ante las victimas inocentes de la violencia y la injusticia sistemática.
Quizás lo mas llamativo de la “prudente” teología de la liberación que desarrolla el sacerdote y fraile peruano Gustavo Gutiérrez, es su acercamiento a las bases bíblicas y alejamiento de lo religioso. Ya no estaríamos hablando de un hambre solamente espiritual, sino de un hambre que transforma las estructuras políticas y sociales, porque cualquier proyecto humano tiene que encajar en el Reino de Dios. En este Reino ya no habrá mas hambre, ni abusos, ni violencia porque la actitud y el estilo de vida entre los seguidores es de amor fraternal, de ser servidor y administrador de los bienes. Sin embargo en la situación histórica que vive cada generación, existirán pobres porque existirá el pecado, el egoísmo, la manifestación de lo anti-fraterno. La solidaridad del samaritano es lo característico del Reino. El hacerse cercano al necesitado (no solo ser un filántropo), vivir la alteridad, ser otro con los pobres y entre los pobres y asumir su idiosincrasia y su querencia es el objetivo expresado en las parábolas del Reino.
Se ha acusado a la “liberación” de fomentar la violencia, de ser dañina a la empresa, de fomentar la lucha de clases como si fuese un “marxismo recalentado”. Pero no es menos cierto que ciertas denuncias han sido proféticas, como lo fueron las de Jesús de Nazaret a quien acusaron de soliviantar al pueblo, de no pagar tributo o de ser blasfemo. Yo creo que el protestantismo ha perdido grandes dosis de ser evangélico y profético, porque en alguna manera el capitalismo se ha infiltrado en las sociedades protestantes de Europa y América. Y no es que sea producto el capitalismo del protestantismo, pues como bien expresa Max Weber las sociedades nacidas en el puritanismo y el pietismo eran netamente evangélicas y portadoras del estilo de vida del Reino. Lo que expresa Weber es que por reacción nace el “espíritu” del puritanismo evangélico, aparece otro “espíritu” del capitalismo, no el capitalismo actual. La acumulación de bienes sin sentido social y el deseo de poder y dominio que el dinero ejerce en las manos de unos pocos, sería suficiente para los evangélicos como para considerar tal sistema de “nefasto”. De no hacerlo sería muy difícil anunciar las buenas nuevas de salvación en un mundo donde se ha asentado la injusticia y la inhumanidad.
La liberación bíblica la ha expresado magistralmente J.M. González Campa en su libro “Comunismo bíblico”, libro que se adelantó a su tiempo, se mal interpretó y se olvidó como si este hablara del “comunismo socialista”. La liberación no es el opio del pueblo, es la voluntad salvadora de Dios que, viendo a su pueblo oprimido, ha bajado con brazo fuerte y poderoso a liberarlo. La salvación empieza a experimentarse en el “ahora” de la historia y no solo para salvación del alma sino de todo el ser humano. Es una salvación personal pero también social, cuyos efectos transformadores los experimenta la comunidad. Cuando el neoliberalismo se convierte en injusto, marginador y genocida, el evangelio tiene que ser profético y denunciador si no queremos que las piedras comiencen a hablar.
Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y sociológica del protestantismo en Asturias

© M. de León, 2003, Asturias, España.

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