martes, 18 de diciembre de 2018

El sermón de año nuevo.












Este primer domingo del  año 2003 creo que he tenido,  en mi pequeña congregación, un sermón demasiado desparramado y disperso. He tenido el comentario de dos textos, les he leído una receta culinaria para el alma, les he comentado unos Proverbios, y también he relatado un cuento con mucha enseñanza. Sin embargo, si que ha habido un hilo conductor. Dios siempre sale al encuentro del hombre. Decía el gran maestro Martin Lloyd-Jones "El cristianismo es algo que nos controla. No es algo que nosotros tomamos, sino algo que nos toma a nosotros. No es algo que controlas y manipulas, sino algo que te controla y que gobierna toda tu vida."
Los dos textos bíblicos se referían el uno a Daniel quien  “propuso en su corazón no contaminarse” en la Babilonia de Nabucodonosor y el otro a Moisés en Hebreos 11:26 sobre su sabia decisión:  “Tuvo por mayores riquezas, el vituperio de Cristo que los tesoros egipcios”. En este punto hice una aclaración. No es que Moisés quisiese ser un asceta, un anacoreta, un flagelador del cuerpo para controlar las pasiones carnales. No buscó la humillación como objeto de salvación.  No puso su vida en el ara del martirio como si fuese una demanda de Dios.   Lo que hizo Moisés fue valorar su situación existencial frente a Dios. El dejarse llevar por la corriente es fácil, pero lo que resulta duro   es luchar contra corriente. A eso lo llaman algunos cristianismo del sufrimiento, del renunciamiento a la vida, pero sin darse cuenta que el cristiano valora y lucha por el tesoro mayor, en un mundo donde los valores están trastocados y las riquezas que el hombre estima como su mas preciado bien se le habrán convertido en su mayor pobreza.
 El caso de Daniel 1:8 es muy parecido. “Proponer en el corazón” implica tomar una decisión, usando tu voluntad para alcanzar una meta. A Daniel se le ofrecía la oportunidad de prepararse en la universidad babilónica por tres años, teniendo a su alcance todos los medios para triunfar. Hasta la comida del rey le era servida también a ellos. Pero Daniel tomó una decisión. Tuvo que escoger entre vivir en santidad o alejado de los propósitos de Dios. Tuvo que escoger entre la bendición o la maldición, entre servir a Dios o negarle, entre afanarse por las cosas de este mundo o estar al lado de Dios.
Sin embargo lo de estar al lado de Dios es solo un decir, porque realmente es Dios quien está  a nuestro lado y sale a nuestro encuentro. Este era el cuento que lo explica: Una vez un hombre muy afortunado había conseguido la mejor entrevista de su vida: Iba a entrevistar ni más  ni menos que a Dios... Se preparó concienzudamente, con las mejores ropas, su coche bien lavado y sus preguntas bien perfiladas. Salió de casa rumbo a la cita y en el camino empieza a llover. Las primeras gotas hicieron deslizante el pavimento y hubo un atasco monumental. Por una ventanilla alguien tocó el cristal y asomándose ofreció unos pañuelos de papel. El hombre de la entrevista buscó en sus bolsillos algo para darle a ese niño de unos  nueve años con un jersey deshilachado. Cuando le iba a dar el dinero el niño ya no estaba. Se asomó y miró hacia el suelo. El niño estaba tirado y en medio de un ataque de epilepsia. Inmediatamente lo subió al coche, salió como pudo del embotellamiento y lo llevó al hospital de la Cruz Roja que era el mas cercano. Allí se lo entregó a un médico suplicándole lo atendiesen de la mejor forma, pero pidió disculpas al doctor por tener que llegar. a las 8 en punto,  a la cita con Dios.
Pero llegó diez minutos tarde y Dios ya no estaba. Y el hombre afortunado se ofendió y clamó al cielo: “¿Cómo no pudiste esperarme diez minutos cuando tu eres un ser eterno? ¿No te diste cuenta que no llegué a tiempo porque estuve atendiendo a un niño enfermo?” Y mientras, desconsolado, clamaba sentado en su coche, una luz lo deslumbró y vio en ella la carita del niño del jersey deshilachado y escuchó en su interior una voz que le decía: “No te pude esperar y salí a tu encuentro”
Este cuento me sirvió para alentarnos. Les dije: Recordad que Dios está contigo todo el año. Cuando el caminar parezca pedregoso y difícil, cuando las ofensas traten de herirte, cuando la inseguridad te agobie, cuando el dolor y la amargura te invadan, recuerda: Dios sale a tu encuentro. Cuando seas humillado y perseguido, cuando la enfermedad se vuelva agresiva o hasta cuando prediques la Palabra y creas que nadie la ha recibido, recuerda que Dios va contigo.
¡Quizás el sermón no estuvo tan desparramado!

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