sábado, 22 de diciembre de 2018

La primera forma.










 Manuel de León. diciembre 2002


No recordaba que apocatástasis, en griego, significaba “vuelta a la primera forma”. También habla del retorno eterno y de la felicidad y perfección perdidas, que volveremos a tener en tiempos apocalípticos. He recordado esto al estudiar estos días la llamada “nueva moral”.  Se dice que es una moral secularizante. Un hermano y gran amigo me decía el otro día: “ No se donde vamos a llegar. Este mundo no está para ver. No hay mas que malas noticias y cada cual hace lo que le viene en gana.”. Como pueden ver, nada nuevo. Sin embargo, esta posición pesimista, frente a un mundo con problemas, creo que no es seria por muy extendida que esté. Ni hoy es peor que ayer, ni ayer mejor que hoy. El mundo después de la caída del hombre sufre con dolores de parto y espera la liberación. Las cosmogonías de las civilizaciones antiguas tanto las de Oriente, como la de los griegos eran mas humanas, mas alegres, porque los propios dioses rectores tenían los mismos defectos que las criaturas de la tierra. La máxima de Hermes Trimegisto decía: “Lo que es arriba es abajo”. Los dioses se encargaban de aminorar los efectos de los que caían en pasiones ciegas.
 El cristianismo, por el contrario, ha puesto una meta moral que diviniza al hombre, porque aspira a la santidad de un Dios tres veces Santo y a veces se ve la angustiosa  frustración de  Pablo cuando grita: “ ¡Miserable de mi! ¿Quién  me librará  de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24) Me dirán que existe la gracia y el Espíritu Santo a nuestro lado, pero la primera forma, el primer estado del hombre no volverá. A veces se le acusa al cristianismo de religión fúnebre que tiene triste hasta el cantar. De religión austera que repugna al espíritu expansivo, que huye de la imaginación, que es como un renunciamiento a la Vida, la Luz y en bienestar sobre la Tierra. Todo esto es verdad y esta nueva moral secular lo que hace en muchos casos es desenmascarar fariseísmos. Un emperador llamado Juliano el Apóstata, nacido en el 331, bautizado y criado en el cristianismo post constantiniano, dicen que no pudo soportar la decadencia de aquella época y se paso de nuevo al paganismo griego. La nueva moral cristiana del renunciamiento entraba en un duelo a muerte con el paganismo restaurado. El emperador y filósofo Juliano fundó escuelas, abrió bibliotecas, se rodeó de sabios, pero lo que no quedó desierto fue incendiado, rodando las estatuas de todos los dioses de estos hasta los escombros. Había triunfado la moral platónico-cristiana, moral de renuncia, ascetismo y moderación, que en muchos casos iba contra natura. Era como si hubiese un resentimiento hacia todo lo que tiene que ver con la vida y la belleza que Dios bahía creado Por eso Nietzsche en la modernidad ha vuelto a proclamar la exaltación a la vida, la muerte del dios de la religión y no tanto la de un Dios que “vio que todo era bueno”.
La bioética es la forma que tiene la postmodernidad para decir que las formas primeras del ser humano, hablaban de desarrollo (fructificad, multiplicaos y llenad la tierra) , de respeto a la vida porque el hombre es imagen de  Dios.  Por eso no es posible que un cristiano quede indiferente ante las nuevas políticas económicas y sociales que no promuevan la felicidad, la belleza, la vida, el  (bienestar) estar bien por dentro y por fuera. Porque es tan condenable el frente materialista que solo busca el bienestar  prosaico, efímero y temporal, como el que no hace frente a la miseria, el hambre, la enfermedad y los derechos mas elementales del hombre  y además  considere virtud el padecimiento. Bastante dolor ya tiene en si la peregrinación y la carrera existencial humana, como para que nos resignemos a la miseria, la enfermedad y la muerte. Mas bien tendríamos que anhelar el primer estado del hombre, la primera forma en toda su belleza y esplendor, cerca de Dios que es Luz y Vida.

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