sábado, 22 de diciembre de 2018

La tecnología y el hombre total.










Manuel de León.- marzo 2003

El común de la gente entendemos la ciencia y la tecnología como un común de saberes y certezas, como un instrumento de progreso y como un medio para actuar en la naturaleza tanto para luchar contra la enfermedad o conquistar el espacio, como en la genética o en las telecomunicaciones, etc.. Y esto lo aceptamos sin rechistar siempre que no atente contra la cultura dominante de cada momento. Sin embargo para el científico la ciencia y la tecnología no solo son eficacia y resultados, sino coherencia entre sus sistemas  y métodos científicos con la naturaleza que quiere escudriñar. Es mas, el científico siempre tiene el principio de “incertidumbre” que genera un mayor número de preguntas por lo que la ciencia no supone una máquina de dar solo respuestas. Cada día el científico tiene en cuenta la relatividad de las respuestas y entiende mejor que el conocimiento científico no es conocimiento cierto, que se pueda convertir en dogma y por tanto es conocimiento hipotético.

Sin embargo la ciencia y la tecnología se han convertido en uno de los dioses de este siglo. Se la venera como salvadora de la humanidad y como Huxley, muchos creen que es la que puede entender y resolver los problemas del hombre y de la sociedad. Bien es cierto que Huxley hizo una denuncia de las sociedades ultra-controladas y de los engaños de los planificadores sociales modernos. La visión mas pesimista de la ciencia y la tecnología la tendríamos en el teólogo protestante y eticista francés Jacques Ellul. Ellul asume, entre sus prioridades y mayores esfuerzos, el dar una nueva interpretación al conjunto de la sociedad moderna bajo la orientación de la fe cristiana porque cree que aún el cristianismo tiene energía, carácter y determinación para solucionar los problemas al hombre total. El escribió muchas veces sobre la dificultad de mantener los valores morales en esta sociedad tecnológica. Creía que la mayoría de los ciudadanos de las sociedades tecnológicamente avanzadas estaban bajo la influencia de la propaganda sutil y penetrante que moldea las actitudes y las creencias. Es un lavado de cerebro constante. La propaganda se diseña hábilmente para satisfacer las necesidades psicológicas de la gente y penetra sutilmente en el subconsciente de la gente. Por esta razón yo creo que el consejo de Pablo de “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que sepáis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:2), viene como anillo al dedo, porque el hombre cuando cree haber alcanzado libertad de pensamiento y hasta haberse liberado de la creencia en Dios, es que ha creado otra creencia para sustituirle. Cuando cree haber llegado a la apoteosis de la razón o de la ciencia y las entroniza para adorarlas, es cuando aparecen los nuevos dioses como monstruos sin principios éticos y sin valores que mantengan en pié al hombre total y completo.

No estamos en contra de la ciencia y la tecnología, pero debemos saber identificarnos con los valores y principios del Reino de Dios y no con los de la publicidad.  El hombre sin criterios propios, moldeado por leyes psicológicas, es el tipo de hombre que emerge de la publicidad y forma la vida de los seres humanos con ideales puramente materialistas. Y no olvidemos que dentro de esa sociedad están los creyentes en Cristo que deben saber usar de la ciencia y la tecnología, pero sin someterse a los “roles” y modos vivenciales de la sociedad tecnocrática.

El que mejor parece entender esto ha sido Ortega y Gasset en su libro “La meditación de la técnica”  y del cual, quizás, hagamos algún comentario en otro momento. Lo que nunca debemos  de perder de vista es que los logros científicos y técnicos no son intrínsecamente malos ni buenos. No podemos mantener una lucha preventiva constante frente a la manipulación genética, procreación artificial y la transgénesis como lo hacía Jacques Ellul, aunque deseemos una reflexión ética que evite los fundamentalismos.  “La saciedad tecnológica” de Ellul fue una de las “biblias” de los años sesenta que demonizaba al monstruo que se esconde detrás del sistema tecnológico-industrial. El “ordenador” aparecía como sinónimo de “control y tecnología”, pero hoy los críticos sociales no mantendrían esa visión. Ellul que provenía del marxismo y que desarrolló su postura tecnológica bajo la influencia de teólogos como Bultman, Bart, Niebuhr y Tillch creía “que aquello que desacraliza una realidad dada, se transforma en si misma en una nueva realidad sagrada”. El cristianismo desacralizó la Naturaleza por lo que el cristianismo se volvió sagrado.  La Reforma desacralizó la iglesia en el nombre de la Biblia, y la Biblia se convirtió en el libro sagrado. La Ciencia y La Razón desacralizaron las escrituras, y desde entonces la Ciencia se ha convertido en sagrada. Hoy en día, argumenta Ellul, es la sociedad tecnológica lo que sostenemos como sagrada" (Fusching)

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