lunes, 24 de diciembre de 2018

¿Seres humanos mejores que Dios?








Manuel de León
 Número 106
27 de Mayo
de 2003



El ateismo moderno, afirma que el Dios que pintan las religiones es un dios que solo da mandamientos imposibles de cumplir. Mandamientos que se convierten en una carga y cuyo fardo va lleno de pecados y transgresiones que le alienan. Por otra parte, el “servicio para su gloria” que mantiene un cristianismo dualista, nos convierte en esclavos de Dios, en cuyo esfuerzo moral los hombres y las mujeres parecen tener a Dios mas como una amenaza que como ayuda y apoyo amoroso en medio de la dura lucha mundana.



Esta acusación, de ser Dios el culpable del mal en el mundo, y ante el sombrío dilema de Epicuro de que si Dios puede y no quiere evitar el mal, no es un Dios bueno, y si quiere y no puede, este no sería omnipotente, representa un desafío imposible de esquivar.



No dar una solución a esto, supondrá el enrocamiento del ateismo e, intelectualmente, sería imposible seguir creyendo en un Dios que pudiendo impedir que millones de niños y de desamparados de la humanidad mueran de hambres, de guerras, de enfermedad, etc, no lo haga. Y es que este Dios nuestro que creó por amor, para nuestro bien y felicidad, lo hemos convertido en un Dios castigador, como si el pecado le hiciese daño a Él, como si le ofendiese directamente a Él, ignorando el interés de Dios en que no nos estropeemos la vida propia y la ajena. No podemos desechar el interés de Dios en que no nos hagamos daño a nosotros mismos y abortemos la propia realización. Algunos ya manifiestan claramente, ( en estos días de tanta manifestación en contra de la pena de muerte y también de la cadena perpetua, de tanto manifiesto humanista y de tanta sensibilidad por la paz), si seremos los hombres mejores que Dios, que aunque le estemos suplicando día y noche, no quita el mal y la trajedia de este mundo.



Cuando David dice en su profundo arrepentimiento “contra Ti, contra Ti, solo he pecado” no deja de ser la proclamación del sentido último de la trasgresión, pero el primero está en el mal que nos hacemos a nosotros mismos. Los Mandamientos y la moral son pautas de conducta con las que podemos alcanzar nuestra mejor realización que es también el deseo de Dios. El hijo pródigo que había arruinado su vida, encuentra un padre preocupado que expresa así su actitud frente al pecado: “ Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado” Lucas. 15:24 El Dios “que hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos”llama a todos y desde siempre a esa vuelta a Él, de manera que desde el comienzo del mundo no ha dejado que ningún hombre o mujer hayan nacido sin su amparo y su revelación del amor incondicional.



Algunos también en estos tiempos, amparados en este creacionismo amoroso, entienden que todas las religiones son verdaderas y que todos los caminos sirven para la salvación, si se practica esta visión de Dios honestamente. Sin embargo el gran descubrimiento de la Reforma, la justificación por la fe, es la única vacuna contra el relativismo religioso. Porque es cierto que por parte de Dios no hay ningún tipo de discriminación, pero es necesario creer y descansar confiadamente en Él. La fe que ve lo invisible y que viéndolo lo saluda y lo disfruta, es la única marca distintiva de toda religión verdadera. La riqueza infinita del misterio divino no se agota en la Revelación de la Palabra pero si puede distorsionarse por la evolución histórica, las circunstancias culturales y hasta la petrificación del corazón. Por eso es necesaria la fe, que va mas allá de las obras humanas, como la única solución salvadora.



Sin duda, lo que mas daño ha hecho al ateismo, es el dar una imagen de Dios indiferente e impotente ante el mal. Sin embargo hemos de entender que el misterio de Dios no puede ser encerrado en la capacidad humana y que en un mundo finito, aunque sea el mejor posible, es inevitablemente el mal. Los creyentes y los no creyentes en este sentido quedamos situados ante el mismo problema, porque el mundo es finito, inevitable y espantosamente herido por el mal. Tanta razón de su fe han de dar ateos o agnósticos como los creyentes ante la realidad de la finitud. Carece de sentido la trampa del dilema de Epicuro, porque no se puede entender un circulo cuadrado como tampoco tiene sentido entender un mundo sin mal. La limitación que un niño tiene para entender la trigonometría no es falta del padre que no se la enseña, sino del hijo que no la puede entender. Por eso no es un fallo de Dios el mal, sino que existe porque es inevitable. Pero hay mucho mas, Dios se ha colocado como el Anti-Mal, como el Salvador que lucha contra el mal y nos ha dado un mandamiento nuevo: “que os améis los unos a los otros como Yo os he amado”.




Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y sociológica del protestantismo en Asturias

© M. de León, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)




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