miércoles, 19 de diciembre de 2018

Idealismo comprometido: Frank País












Hablar de ideales firmes en tiempos donde nada aparece como seguro ni inmutable,  donde todo es relativo y con tendencia al sincretismo, parece anacrónico. Sin embargo, el libro que acaba de publicar Juan Antonio Monroy “ Frank País. Un líder evangélico  en la Revolución Cubana” trasluce de manera cautivadora no solo  los ideales políticos de quien es considerado un héroe nacional, sino también la verdad cristiana desde los modelos mas utópicos y primitivos. El libro, que se lee de un tirón,- porque Monroy escribe fácil con ideas profundas y ordenadas,- transmite, a mi entender, el poder de un ideal cristiano llevado al compromiso con la sociedad que le rodea. La diferencia, entre nuestro cristianismo de salón y de desgana con  ese nacido de la violencia y afán, del compromiso y la pasión, supone una muy diferente respuesta a la llamada de Dios. Creo que Dios  llama a los hombres a realizar su experiencia humana con proyección divina, en distintos lugares y situaciones, pero a todos nos exige la embriaguez de su amor, la locura de un testimonio a contracorriente.
Al padre de Frank, Francisco País, ya me había llamado la atención y conquistado su personalidad, cuando al estudiar el protestantismo en Asturias, le había visto venir a fundar la primera iglesia bautista de esta región. Hasta estas últimas décadas, los bautistas no habían tenido mas presencia en Asturias que aquella iglesia que él fundó pero que, al volver a Cuba y sin el liderazgo necesario, murió. Lo que me atrajo de  Francisco País, cuando vino a Asturias, es que, aunque tenía a su primera esposa muy enferma, sacó fuerzas de flaqueza y durante varias semanas estuvo haciendo campaña evangelística. Recogió los frutos y fundó la primera iglesia bautista en Gijón. Le habían llamado y no puso excusas, aunque las tenía. Francisco País tiene un lugar muy destacado en la biografía que Monroy hace a su hijo Frank y es que el calor se transmite, el fuego espiritual se contagia.¿Se había contagiado el hijo del padre? ¿Acaso en estos días hay tan poco fuego en nuestras vidas, que ni al pabilo que humea vamos a hacer arder?
Creo que a Monroy le preocupa la frialdad y la falta de sentimientos fuertes. Cuando describe la figura de Francisco País, padre de Frak dice: “Se entregó con alma y vida a promover el crecimiento espiritual y numérico. Atendía a los jóvenes, por quienes tenía un cariño especial. Celebraba reuniones aparte con los mayores. Mantenía a la iglesia unida. Promovía reuniones de evangelización en los barrios de la ciudad, en los pueblos de los alrededores, como El Caney. En diferentes etapas ejerció como presidente e la Convención Bautista de Cuba Oriental. Era todo un personaje, solicitado para las campañas de evangelización en puntos distantes y distintos de la isla. Contribuyó a fundar la Segunda Iglesia Bautista de Santiago de Cuba. Volvió a abrir el Instituto Martí que había dejado de funcionar. Visitaba asilos, hospitales, cárceles, todo él era entusiasmo y actividad”  Pero es que todas estas actividades se relatan cuando  tenía 65 años. No es pues extraño que Frank idealizase al padre en lo poco que pudo conocerlo, pero ejemplo le había dado.
Frank País aparece, desde el entusiasmo revolucionario, como un hombre sensible a su tiempo, de refinada espiritualidad y con capacidad para la acción. Dice Monroy que Cuba estaba vacía de contenido y que Frank quería contribuir  con la ofrenda de su juventud a alterar radicalmente aquella forma de vida que en Cuba tenía que pasar inevitablemente por la revolución. Pero la pregunta que surge inmediatamente al cristiano de hoy es esta ¿Qué revolución tenemos que hacer nosotros en una sociedad tan llena de cosas aunque esté vacía por dentro y  no tenga alma? ¿Es aconsejable la violencia revolucionaria y la pistola desde una visión neotestamentaria? El momento existencial de Frank y la respuesta que él dio a la Revolución Cubana parecen claros. Sin embargo son respuestas personales, no universales. Respuestas, como dice Frank a su novia Elia, que se dan desde la soledad. “Tu  camino y el mío son diferentes. Tu serías infeliz en el mío y yo estaría completamente vacío en le tuyo”. La teología no tiene mucho que decir al silbido apacible o al trueno de la voz de Dios en cada ser humano. La teología visiona algunos aspectos pero tarda en plasmarlos a la realidad de cada momento. Es la conciencia dócil a la llamada del Espíritu la que hace que la llamada de Dios sea una fuerza arrolladora y triunfe el ideal cristiano.

Manuel de León mayo 2003

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