miércoles, 19 de diciembre de 2018

¿Hay razones para creer?












Esta es una parte del correo enviado por uno de nuestros lectores de ICPress y hoy ya creyente en Cristo:
Gracias hermano, por haberme ayudado a cortar la cuerda[i], quiero que sepas que estaba ciego y ahora veo. Ha sido una dicha inmensa, el Señor esta haciendo un milagro en mi vida. Algún día y espero pronto te la contaré entera, pero estaba ciego y era el milagro que yo pedía y viendo, no veía, ahora en cambio VEO. Y el espíritu me guía y me habla a través de su Escritura. Manuel no sabes el bien que me habéis hecho. Tu has sido uno al final del camino, un camino que acaba de comenzar.  Hoy cumplo 7 días desde que nací de nuevo. Las gracias sean dadas a nuestro Señor  Jesucristo”.
Cuando me pregunto si hay razones para creer, quiero mas bien expresar lo que es dar razón de nuestra fe. Este hermano no es un creyente que ha creído a la ligera, sino que la fe la ha llenado de honestidad intelectual y rectitud moral, para que su fe – que siempre es un don de Dios- no fuese un acto de suicidio de la propia inteligencia. Cuando el hombre se da cuenta que ni la razón ni el corazón le salvan, solo le queda, no el salto en el vacío, sino el dejarse caer el los brazos de Dios. Pero es necesario seguir “aprendiendo a creer” para que Dios “ayude a nuestra incredulidad”. Y  dar razón de fe como forma y opción de vida. Es lo que Bonhoeffer decía al joven pastor protestante Jean Naserre cuando este le confesaba su máxima aspiración en la vida: Quería ser santo. A lo que Bonhoeffer le contradijo claramente y le  expresó que él “quería aprender a creer” pero viviendo en la secularidad de este mundo  y viviendo plenamente  la vida de este mundo. La experiencia religiosa y la fe, en este caso, no es algo obvio y evidente y la maduración de la creencia se purifica en el fragor existencial.
De todos modos hay diferentes formas de dar razón de nuestra fe. Paul Tillch desde un modelo antropológico dice que las razones de la fe se encuentran en el interior del ser humano. “Dios en el fondo del ser” que responde a todos los interrogantes y sintoniza con las mas profundas aspiraciones humanas. Otro sería el modelo del ¿porqué no creer en Dios? el cual no excluye que la ciencia y la razón puedan iluminar al ser humano en su itinerario hacia el misterio de Dios. El creyente acoge los diferentes caminos que llevan hacia el Dios innominado de los místicos.
La teología política sitúa sus razones de fe en la “razón práctica”, en la dimensión política y en la solidaridad con las víctimas de la sociedad. Según la teología europea de los últimos 50 años, el creyente confirma su fe a través de una praxis que puede transformar la sociedad. En este sentido las teologías de la liberación han querido dar razón de la fe, no desde los dogmas del cristianismo sino desde la opción por los pobres y marginados, y dentro de la experiencia de la liberación. Dios es el liberador en un mundo de creciente opresión. Los movimientos cristianos proféticos y denunciadores son los que hacen creíble, con su verdad ética de la defensa del pobre, la liberación que Cristo trae al ser humano. En esta  vía de las razones también estaría la teología feminista  en las que Dios sería menos mayestático y mas sensible a las discriminaciones de género.
Sin embargo no todas las razones de nuestra fe se muestran con la lógica de la razón, sino también con la “lógica del corazón”.  Para no incurrir ni en un fideísmo crédulo ni en un racionalismo frío deben conciliarse ambas porque en el fondo de todas ellas late la cuestión del sentido de la existencia. De la misma manera ( y esto lo he dejado para el final) tendríamos el modelo bíblico donde “la fe viene por el oír y el oír, por la Palabra de Dios (Rom. 10:17) La fe se apoya en la vida y los prodigios de Cristo que culminan en su resurrección. Alguien ha dicho que estos signos de poder divino no pueden eliminar toda sombra de duda ni sobre la credibilidad de la revelación, ni sobre las razones de la fe. El método de Bultmann de desmitologización de los textos del Nuevo Testamento tiene muchos seguidores, sin embargo la Palabra de Dios sigue teniendo poder para salvar y no ha dejado de ser la “dínamis”= trilito tolueno que rompe las rocas mas duras y eleva a “hijos de Dios” las vidas mas apartadas.


[i][i] Se refiere a un artículo de ICPress en el que contaba la historia del alpinista que quería conquistar el Aconcagua  y que después de haber caído al precipicio queda colgado a un metro del suelo en medio de la noche. Si hubiese cortado al cuerda, no hubiese perecido congelado. Nuestro hermano comunicante “ha cortado la cuerda” para salvación .

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