sábado, 15 de diciembre de 2018

¿Desplazará la religión a Dios?




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En este mundo presumiblemente laico y que lucha por hacer desaparecer a Dios, la religión parece ser un aliado perfecto para conseguir este fin. Como muchos ya dijeron: Dios ha muerto, pero no sabemos que vamos a hacer con sus huesos. La religión parece estar encontrando el sarcófago de oro,  el nicho perfecto y  el mausoleo de los grandes, para que el recuerdo de Dios permanezca para siempre, pero que Dios siga en su hornacina. Según la profesora de la Universidad Internacional Islámica, Kamar Camaruzzaman, la autora británica Karen Armstrong y el rabino Michael Lerner, los fundamentalismos han convertido la religión en un fin en vez de hacer de ella un medio. En lugar de Dios, la religión ocupa espacios del alma y reclama adoración cuando se monta en la bestia de guerra santa, en la hermenéutica y exégesis de lo divino o servidora  para el bien de la comunidad. Pero Dios no quiere que le defendamos sino que le amemos  y vivamos la fraternidad humana.
El confuso mundo de lo religioso, sin embargo, tampoco puede ser enterrado como pretende el laicismo descarado, que enarbolando las banderas de la libertad y del humanismo mal entendido, quiere un mundo oscuro y sin la  belleza que solo el espíritu puede resaltar. Un amigo mío que preside la Asociación Asturiana para las Ciencias de la Religión (ASACRE) mantiene con buen criterio que sin conocimiento del hecho religioso y su desarrollo a lo largo de los siglos, no se puede interpretar la historia, ni arte arquitectónico o pictórico, ni la filosofía, ni el mundo en sus tradiciones. Por eso defiende que el hecho religioso no desaparezca de las universidades y de las escuelas porque se dejaría sin explicación la cultura del mundo entero. Nada se podría enseñar sin el trasfondo cultural de lo religioso. Es mas, nos encontraríamos con auténticos analfabetos religioso-culturales, aunque posean doctorados o lleguen a la presidencia de la nación.
 El debate de la religión en los colegios y universidades es un debate vivo y que llena páginas de periódicos y noticiarios, pero cuyo desenlace no sabemos cual será. Es cierto que la Iglesia Católica, que sigue teniendo un poder innegable, no se va  a dejar atropellar por el laicismo y la secularización. Por ello todos los días está firmando acuerdos con los Estados para la enseñanza de la religión católica. En el protestantismo las cosas son diferentes, porque se mantienen principios de separación de Iglesia y Estado, de fe y espiritualidad frente a lo religioso y de transmitir la enseñanza religiosa denominacional en las escuelas dominicales y en la esfera familiar. Con ello se propicia el que la iglesia católica acapare todos los lugares de influencia y siga con los privilegios de siempre. ¿Qué hacer entonces? ¿Mantener nuestros principios, propiciando el analfabetismo religioso y el desconocimiento del ser protestante, como portadores de un estilo de vida? ¿Ocultaremos el Evangélio y el ser evangélicos, para reducirlo a la esfera de la intimidad?
Así pues dos puntos de vista se enfrentan en estos momentos y  en la que se priman los valores de racionalidad, productividad y eficiencia, convirtiendo en religión lo científico. Como dice el rabino  de Nueva York Lerner, tal perversión de lo religioso ha provocado la destrucción de las comunidades, el triunfo del narcisismo, del materialismo y del individualismo, para convertirse en la religión de la modernidad, aunque las consecuencias no sean una liberación, ni esa mayoría de edad del hombre, ni ese aceptarse mutuamente, sino un sistema religioso alternativo. Las dos visiones están distorsionadas. El fundamentalismo religioso porque Dios no necesita defensores. El es grande y poderoso. Y el fundamentalismo laico porque deja al hombre sometido a los parámetros de racionalidad, eficacia y productividad, sin otras visiones de la realidad humana.
La propuesta de Lerner me parece muy interesante para los creyentes, pues propone una via media donde, por ejemplo, la productividad se mida según la capacidad de ayudar a gente y así trascender a la visión utilitarista. Hay algo que no funciona en el materialismo, y los creyentes debemos denunciar que tales bondades no son ciertas, porque la misericordia sigue estando por encima del estado del bienestar y el compromiso personal por encima de la institución. Sin embargo, después de estas reflexiones, creo que el mayor problema sigue estando en la religión como suplantadora de Dios,

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