sábado, 22 de diciembre de 2018

Liberalismo secularista










Manuel de León.- abril 2003


Una de las características del postsecularismo actual es la aparente vuelta a valores humanos que llevan una carga importante de religiosidad y piedad. Sin embargo las creencias de cada uno parecen tener cada vez menos influencia sobre cómo se vive. La gente identifica “religión” con educación recibida o tradición paterna. La libertad con la que se cambia de denominación o aceptación de una dogmática,  es una elección tan intranscendente como puede ser la elección entre una Pepsi-Cola o una Coca-Cola. Este liberalismo secularista ha tenido, estos días de la guerra de Iraq, otra connotación  que no podemos dejar de analizar, porque tiene un matiz novedoso. El mundo entero ha pedido la paz y la justicia. Ha clamado contra la opresión y las  tiranías sean estas imperialistas o dictatoriales. Se ha escandalizado de los horrores de la muerte y llorado ante la destrucción y la desolación. Sin embargo, se ha olvidado del resto del mundo que agoniza entre el hambre, la enfermedad y la desesperanza. Millones de seres humanos mueren al año víctimas de la violencia   e inmisericordia de los poderosos. Pero lo que mas nos  debe preocupar es la manifestación clara de un cristianismo secularizado e insípido. Ya no somos ni fríos ni calientes. ¿Estaremos todos ciegos o miramos hacia otra parte? Quizás hasta seamos capaces de manifestarnos ante hechos puntuales como una guerra, declarada sin muchos reparos, como la mencionada. Quizás hasta seamos capaces de  participar en  los medios de comunicación a los que les encanta la controversia o lo que venda y consiga mas periódicos, mas televidentes y oyentes. Sin embargo, si el cristianismo no es profético, denunciando la hipocresía y como en la carta a Diagneto “ nada de lo humano le es ajeno”, seguiremos siendo burlados por estos medios “progresistas” que creen que la religión es ya un objeto de museo, una reliquia desfasada y desacreditada.
Alvin y Heidi Toffler ya habían  diagnosticado  un mundo dividido en tres bloques, donde hay estados de Primera de Segunda y de Tercera Ola. Las élites, conformarían la Primera Ola y serían las que con las mas sofisticadas tecnologías dominarían la economía y los centros de poder y sobre todo la información.  Y es en estos estados de Primera Ola donde el cristianismo le resulta mas difícil expresar sus valores de contramoral. El poner la otra mejilla, el amar al enemigo, el dar al que te pida sin contrapartidas, el conducirse sin conformarse a este siglo  no suponen un valor superior porque  los criterios morales y espirituales están determinados por el relativismo tolerante. No pueden ser defendidas los conflictos morales con soluciones generales universalmente válidas y mucho menos bajo bandera cristiana. Serán los avances científico-técnicos la pauta para resolver los problemas morales públicos y sociales.
Tampoco valdrá el llegar al poder del Estado de la Primera Ola, ni proclamar desde el poder “ser nacido de nuevo” como lo hicieron, en las últimas elecciones, Busch y Gore. Mientras Busch afirmaba que Jesús era su filósofo favorito, Gore se preguntaba constantemente “¿qué haría Jesús?” en cada ocasión. Sin embargo esta práctica religiosa en nada afecta a la hegemonía moral que ejerce la “cultura de la muerte” ni el sistema “progresista” de dinero y poder. Todos saben que Gore es bautista y Busch metodista pero tales denominaciones apenas tienen impacto sobre la política y solo son usadas como choque electoral.
Así pues se hace necesario para el cristianismo la preocupación de servir que tenía Cristo y no tanto buscar criterios de bondad y verdad que suelen confundirse con intereses de grupo, de partido o de gobierno. No podemos los creyentes caer en un relativismo moral, en medio del liberalismo secular, que nos deje imposibilitados para la acción. El mundo puede aplastar al cristiano, pero aún en las situaciones mas degradantes el cristiano es dueño de su realidad espiritual y de su libertad interior. Marx decía que “la libertad es la conciencia de la necesidad” y no andaba muy errado porque el creyente encuentra en la sed de Dios el agua para repartir y servir al prójimo. El liberalismo secular es una pantomima de la realidad y los materialismos son incapaces de comprender la fuerza de un cristianismo trascendente que sabe ponerse a servir y no tanto a manejar y moralizar la sociedad aunque sea con símbolos cristianos.

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