sábado, 22 de diciembre de 2018

La verdad en Agustín de Hipona (I) La “verdad” de Pilato.(II)












La verdad en Agustín de Hipona




Se desprenden de los numerosos escritos de Agustín de Hipona, dos intenciones que perseveran y guían su pensamiento teológico-filosófico. Una es la incesante búsqueda de la verdad que, desde su conversión al cristianismo, se convierte en el ideal, en una ilusión de luz que puede explicar todo lo existente. Es la verdad de un mundo que se revela como poema que cantan todas las criaturas y se eleva hasta las altas esferas. Es la verdad del hondo abismo que la culpabilidad humana genera ante un Dios que si no se apiadara de nosotros, el ser humano permanecería desnudo y muerto en sus delitos y pecados. Es la verdad de la desestructuración del Universo y también de la verdad en la que el tiempo, la materia y el cuerpo encuentran respuesta en la eternidad y en la resurrección futura que el Verbo, que se hizo carne, vino a redimir. La autoridad de Cristo descarta la de los filósofos y queda como suma garantía y última apelación según la apologética de agustiniana.

La otra idea motriz, es la del “ordo amoris” que no es otra cosa que ese mundo en el que el ser humano vive sus apetencias y deseos, su repulsas y odios y que condiciona su perfección humana, sus preferencias morales y su entrega amorosa a Dios y a los demás. Dice Max Scheler: “Quien posee el ordo amoris de un hombre posee al hombre...Posee en un esquema espiritual la fuente originaria de donde emana radicalmente todo cuanto sale de este hombre” Y Ortega y Gasset en Estudios sobre el amor dice: “Se comprende que en nuestra convivencia con el prójimo nada nos interesa tanto como averiguar su paisaje de valores, su sistema de preferir, que es raíz última de su persona y cimiento de su carácter”.

Me han interesado estas dos ideas a la vista del fuerte fundamentalismo que reverdece en algunas iglesias y que ya suponíamos olvidado. Unas veces se recurre al puro denominacionalismo para mantenernos en “la verdad y la doctrina” nuestra. Se recurre muchas veces al cristianismo primitivo como si este no tuviera sus defectos doctrinales y sus consecuencias morales y existenciales. Cuando hablamos de restaurar y volver al cristianismo primitivo, no sabemos muchas veces en lo que nos metemos, porque no es nada fácil entender el entorno sociocultural y espiritual de aquellos cristianos. Se me dirá enseguida que aquel cristianismo conmocionó al mundo y lo cambió. Y esto es verdad, pero no fue porque los sistemas de doctrina encajasen y el cuerpo teológico fuese entendible por todos. Lo que todos entendieron fue que el cristianismo era vida y solo permaneciendo en Dios la verdad sería conocida y traería la libertad cristiana a los ágapes.

Este fundamentalismo suele usar frases teológicamente demagógicas, aunque sean netamente bíblicas, pero que se usan como arma de disuasión al estudio profundo y como represión al Espíritu.. Tales como “principios doctrinales””fidelidad al primer siglo””inspiración e interpretación de la Biblia” “honradez intelectual y espiritual” “fieles a la Palabra” suelen repetir insistentemente los fundamentalistas, sin calibrar las montañas de tinta y las horas de esfuerzo que han dedicado hombres como Agustín de Hipona, Orígenes, Tertuliano, Clemente de Alejandría, etc.etc.  . Se dice que son los modernistas y liberales los que provocan estas corrientes que no llevan mas que al indiferentismo y al relativismo, pero seguimos todavía  sin darnos cuenta que la verdad y la doctrina son solamente Cristo. El cristianismo no es cuestión de una labor rigurosamente intelectual, no es “teoría”, sino vida y presencia de la verdad. No es verdad etérea, sino que solo existe si se vive. No son reflexiones remansadas y sistematizadas, sino ideales bruñidos con la sangre del alma.

Por otra parte, queda implícito que quienes no tienen esa visión cerrada, son creyentes peligrosos, cuyo afán de notoriedad y sus intereses personales nunca les dejan en un sitio fijo. Quizás no nos damos cuenta de que el hombre se hace en cuanto a naturaleza y se va realizando cada día en Dios, adquiriendo un cada vez mas excelente peso de gloria. El creyente no es un “ser” sino un “siendo”, en cuyo devenir será acto para su completo desarrollo y actualización. Es aquí donde son celebres las frases de Agustín de Hipona: “El amor es dulce palabra, pero es más dulce realidad”. “Vive justa y santamente quien estima las cosas en lo que exactamente valen, es decir, el que tiene ordenado su amor”.



  La “verdad” de Pilato.(II)




El interrogante de Pilato ¿qué es la verdad? muestra claramente que éste no creía en la verdad. Era una  respuesta a Jesús que había venido para dar testimonio de la verdad y que Pilato deja al aire con ademán de desprecio y de escepticismo. También detrás del interrogante, quedan tocados de muerte principios como la justicia, porque no hay justicia sin unas verdades válidas, sin unos hechos que son verdad. Quedan también  lesionados los principios éticos y religiosos, si no hay un punto sólido, una verdad objetiva, pues de lo contrario todo se reduciría al campo de las situaciones relativas, fluctuantes, acomodaticias.


En el artículo anterior sobre la “verdad en Agustín de Hipona” podría dar a entender que me inclino al relativismo religioso, al considerar la verdad como un proceso, una búsqueda de la perla de gran precio. El hacer un frente al fundamentalismo tribal y denominacional, no implica el no mantengamos el testimonio de la Verdad, que no es otro que el que da Cristo de si mismo, como camino,  verdad y vida. Y hacemos frente también a un mundo en el que,  en la escala de valores, se consideran mas urgentes cosas como el éxito, la eficacia, el dinero, la fama, el confort, la política o el poder, sin que primeramente se haya buscado el Reino de Dios. Nuestro mundo carece de roca firme bajo sus pies. La arena movediza y cambiante resultará engañosa, inútil y desesperanzadora para el mañana.

Se dice que Lutero hizo un flaco servicio a la verdad, al introducir el libre examen y que impregnó la modernidad de verdades relativas, lo cual no es cierto. Se dice de Hegel que acabó hasta con las verdades mas evidentes, con sus principios de identidad y de contradicción, abortando verdades relativas y escépticas ya que hasta las mentiras pueden ser “mi verdad”. Sin embargo creo que la duda metódica, el libre examen y otros controles de la hipocresía institucional, el dogmatismo “ex catedra” y el pensamiento único, han cambiado el mundo para un encuentro con la auténtica verdad.

No precisaremos definir la verdad metafísica, ni la verdad lógica, ni la relación entre verdad y autenticidad, para decir que la verdad es algo que indudablemente compromete. Pilato no es un malvado, pero sí un hombre de poca calidad, de actitud cobarde, blando y miedoso. Sus buenos sentimientos y su simpatía hacia Jesús no sirvieron para nada. Quizás para añadir a Jesús mas humillaciones, afrentas y latigazos. El escéptico Pilato quizás acabó vacío y cansado de tanto esfuerzo inútil, de tanto cambio efímero , al no comprometerse con las verdad de Jesús. La verdad no es filosofía del “ser”, sino que debe ser captada y aprehendida personalmente. Requiere esfuerzo y renuncias a la superficialidad, a la pereza, a la comodidad, a lo fácil y rápido... y a todo pecado. Requiere lucha interior para abrir los ojos del alma a quien es toda Verdad, porque “el que obra la verdad viene a la luz”.

Quizás necesitamos, en este tiempo de intrascendencia y relativismo, el investigar e indagar en la verdad, porque en el hecho de buscar existe una vacuna contra la masificación y cosificación del hombre. Ese hombre que cuando deja de pensar con su propia cabeza, puede caer en manos de líderes que gritan consignas, o de habilidosos que susurran verdades a medias para el logro de sus intereses. Hitler fue el que dijo que una mentira repetida cien veces, acaba siendo verdad.

Es el amor a la verdad, la fidelidad a la verdad, lo que hará que no seamos atrapados por el medio ambiente y conformados a un mundo sumido en una marea de subjetivismo, como le ocurrió a Pilato.

Un punto de apoyo al que nos podemos asir en medio de tanta doctrina y verdad relativa, y que ha sido mi experiencia personal, puede quedar reflejado en estos textos del evangelista Juan: “Si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os liberará” Y “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. La libertad es también algo relacionado con la verdad, porque libertad no es ser un hombre sin raíces,  sin patria, sin familia, sin fe que le conforme, sino alguien  que está sujeto a verdades que le enamoran, a esperanzas que alivian la carga y  transportan al Dios en el que descansamos.


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