jueves, 27 de diciembre de 2018

Vivir y decidir.




José Ortega y Gasset (1883-1955)



Manuel de León.- octubre 2004



Decía Ortega y Gasset, que vivir es constantemente decidir lo que vamos a ser. Y no solo es tomar decisiones para este tiempo y espacio, ni siquiera para la realidad humana que palpamos, sentimos y razonamos. El “vivir” de Ortega acepta una vida nueva, una realidad distinta, un nivel espiritual mas alto en el que Dios mismo es contenido de la vida. La frase solemne de Jesús: “el que pierda su vida por MI, la hallará” nos acerca mas al sentido del verdadero vivir, que no es otra cosa que perderse y sumergirse en la propia existencia, para luego, - hallada la perla de gran precio, el tesoro escondido- sonreír y gozar por la decisión.

            Para el mundo de hoy, vivir no supone ir mas allá del momento, con sus dolores o placeres. Es la vida un vivir en el cosmos, atrapado en sus paisajes pero como espectador del teatro del mundo. Sin embargo el vivir debe suponer, el ver, analizar e investigar el mundo de los cuerpos y de las almas, porque son las realidades mas cercanas, pero además debe suponer el darnos cuenta de lo que hacemos. No somos zombis, muertos en vida, aunque este es el estado real del ser humano descrito en la Biblia: “muertos en delitos y pecados”. Ya no podemos vivir lo que el espíritu de este mundo dicte y tenemos que decidir. La vida se nos plantea como decisión, como negocio en el que tenemos que comprar lo mejor.

            Las teosofías que acudían a las antiguas religiones decían: “Por muchos caminos vienen a Mi los hombres y por cualquiera que vengan les recibo porque míos son todos los caminos”. Pero, ni siquiera en este camino ancho y ecuménico el hombre de hoy se atreve a transitar, porque no tiene tiempo para el pensamiento, ni para el espíritu. Por esta causa cuesta tanto al hombre de la modernidad encontrar el único Camino, Verdad y Vida: Cristo

            La descristianización ascendente e irreversible no se produce porque las religiones modernas no distingan los profetas y se tienda al sincretismo  escondido en dichos como que “los caminos de Dios son tantos como los alientos de los hijos de hombres”, sino que parece ser algo mas profundo. No es la forma de presentar a Dios al hombre de nuestro tiempo, parece, como diría Teilhard de Chardin, el hombre de hoy no poseyera exactamente la imagen del Dios que quiere adorar. El ateísmo tiene marcados síntomas de irracionalidad y tras él le siguen los atrapados por la idea de un materialismo Absoluto y Supremo. Por eso se añaden todos los días millones de años a la evolución y las edades del cosmos y del hombre, porque nadie quiere dar cuentas a un Dios Juez Justo, sino morirse en el determinismo ciego y absurdo.

            El cristianismo no es la negación de la vida, sino que da el sentido a la vida porque busca la vida. Aquella anécdota del alpinista que en medio de la noche cae al vacío y queda colgado a solo un metro del suelo, solo podrá dar sentido a la vida y es el acto mas racional que puede realizar,  si corta la cuerda. Si no lo hace perecerá congelado, si lo hace tiene posibilidad segura de salvación. Vivir, sigue siendo decisión. El grito de Nietzsche: “El Dios de la Cruz es una maldición contra la vida...” puede parecer verdad si creemos que cortar la cuerda de este alpinista moribundo es una locura, pero la realidad es que supone la salvación.

            Teilhard de Chardin se había hecho esta misma pregunta y la contestaba así: “Para ser cristianos ¿debemos renunciar a ser humanos en el sentido mas amplio y profundo de la palabra, áspera y apasionadamente humanos? Para seguir a Jesús y tener acceso a su Cuerpo celestial ¿debemos rechazar la esperanza de palpar y preparar algo de absoluto, siempre que a costa de nuestro trabajo domestiquemos un poco mas de determinismo, conquistemos un poco mas de verdad y realicemos un poco mas de progreso? Para permanecer unidos a Cristo ¿deberemos desinteresarnos de la marcha propia de este cosmos embriagador y cruel, que nos arrastra y se ilumina en cada una de nuestras conciencias? Y esta renuncia no correría el riesgo de convertir a quienes lo intentaran en una cuadrilla de mutilados, tibios y débiles? He aquí el problema vital, en el que chocan entre si, en todo corazón cristiano, la fe divina que sostiene y la pasión terrena, savia de todo esfuerzo humano (La vida cósmica 1916)

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