lunes, 18 de febrero de 2008 | |||||
Dice Andrés Martín, en un
comentario a mi artículo sobre INTERVENIR EN POLÍTICA, que por todas partes veo
conservadores. Bien, puede que tenga razón, pero si lo hago es porque los hay.
Creo sinceramente que la mayoría de los creyentes evangélicos,
independientemente de la denominación a la que pertenezcan, son conservadores o
muy conservadores. Lo son, por ejemplo, los que se mueven y manifiestan
alrededor de la revista Protestante Digital.
Llamar a alguien conservador o
“evangelical” no es un insulto, ni es denigrante, ni comporta ningún matiz
peyorativo. Es simplemente referirnos a una realidad que es querida y aceptada
por muchos. Tengo amigos conservadores y me dicen que lo son y que quieren
continuar siéndolo y que no comparten mis principios más bien liberales. Están
en su derecho de hacerlo así y si tengo alguna queja es porque a menudo me
descalifican y cuestionan mi fe cristiana. Un cristiano –dicen ellos- ha de ser
fundamentalista.1 Mi queja, pues, no es por las doctrinas que mantienen, sino
por como las mantienen. Su problema, a mi modo de entender, es creerse
poseedores de la verdad absoluta y su lenguaje los delata, cuando afirman que
el límite de la tolerancia es la verdad. 2¿Cuál? pregunto. ¿La de San Agustín
cuando decía que el error no tiene derechos? ¿La de la Santa Inquisición cuando
quemaba a los herejes en nombre de la pureza de la fe? ¿La del Papa cuando
define nuevos dogmas? ¿La de cualquier maestrillo evangélico que afirma
poseerla y descalifica a todos los que no piensan como él?
He visto, en este presente que
vivimos, discriminaciones por motivos doctrinales del todo inaceptables. En el
lugar de cultos de mi iglesia se venía celebrando durante muchos años un culto
unido de oración anual, al principio organizado por la Institució Bíblica
Evangèlica, a la que se unió posteriormente el Consell Evangèlic de Catalunya,
y una asociación de ministros. Corrió la voz de que en este templo se reunía
una iglesia que aceptaba a los homosexuales (es decir, que no los privaba de la
comunión) y se negaron a entrar en él a celebrar una reunión de oración. Desde
entonces, adiós. Con la música a otra parte. Ningún otro culto unido ha vuelto
a celebrarse en este templo. De esto sí me quejo, no de que profesen doctrinas
diferentes a las mías.
Puede ser que los liberales
acentuemos demasiado la influencia de USA sobre los conservadores en España.
Personalmente creo que es muy fuerte. Lo demuestran las organizaciones
americanas que han sido invitadas a venir. Por una parte, en lo que recuerdo de
los últimos tiempos, vinieron los del Foro por la Familia, con sus conferencias
sobre la homosexualidad, y actualmente están por aquí los que en USA defienden
el diseño inteligente, frente a la teoría de le evolución. De forma que no es
exagerado decir que hay influencia exterior en los postulados conservadores.
Sin embargo, esto no me preocupa. Teológicamente hemos sido desde siempre
dependientes de la teología extranjera. Yo mismo me siento deudor a la teología
centroeuropea, la de los grandes teólogos que Europa ha producido en los
últimos tiempos. Lo que me preocupa es que no ha habido un pronunciamiento
claro de lo que pensamos los que no somos conservadores y, por tanto, hay una
gran ambigüedad sobre lo que creemos y defendemos.
Es mi propósito y mi propuesta
para este sector del protestantismo español que, cuanto antes, dejemos nuestras
ambigüedades y proclamemos con valentía el evangelio tal como lo tenemos
entendido. La Biblia continua estando en el centro de nuestra reflexión y es
nuestra guía en el camino de la fe, pero la leemos en el contexto
socio-cultural en el que vivimos, usando el poder de la razón para entender su
significado más profundo, que va más allá de entrelazar versículos bíblicos, lo
que nos permite evitar la necesidad de hacer piruetas para salvar una
interpretación literal que no tiene justificación alguna, a no ser pretender
tener algo objetivo a lo que agarrarse. Creo que es nuestra obligación para con
el Protestantismo español expresar cada vez con más claridad nuestro
pensamiento teológico que, evidentemente, no coincide con el de la mayoría,
pero que puede resultar importante en nuestro contexto para demostrar que “otra
iglesia es posible”. Queda claro que no todos los que más o menos somos
llamados liberales pensamos de la misma manera ¡Gracias a Dios! Siempre me ha
asustado el pensamiento único, normalmente signo de deshonestidad intelectual.
Ser liberal no es mantener o
negar ciertas doctrinas específicas, como es el caso de los teólogos
conservadores. Es, sobre todo, mantener una actitud abierta a la interpretación
de la Biblia y leerla en el contexto socio-cultural en el que vivimos. No
podemos vivir aislados, en un círculo cerrado, lejos de lo que se piensa y se
vive en nuestra sociedad. Creo que fue Kart Barth quien dijo que la lectura de
la Biblia debía ir acompañada de la lectura del periódico. La Biblia es una y
cerrada, pero debe leerse en el marco de lo que sucede a nuestro alrededor. Su
interpretación jamás debe ser ajena al pensamiento contemporáneo ni a las
conclusiones de la ciencia, sin que éstos nos condicionen. Si nuestros
criterios de interpretación no nos permiten avanzar, es hora de cambiarlos.
Cuando puse el título al
presente artículo, cosa que hago al final, me pregunté si entre conservadores y
liberales debía poner la conjunción disyuntiva “o” o la copulativa “y”. Me
decidí por esta última, porque conservadores y liberales no han de ser dos
grupos antagónicos en el que cada uno haga la guerra por su lado, sino
cristianos con diferentes convicciones ideológicas o doctrinales, pero con un
mismo espíritu de servir a Dios y a los hombres nuestros hermanos. La vida
eterna –este presente en el que el evangelio nos integra- no viene determinada
por cuestiones doctrinales, sino por la fe, definida como confianza en el Dios
que nos salva.
Enric Capó
1 En el sentido original de la palabra, es decir, los que
mantienen los fundamentos expresados en The Fundamentals, serie de escritos
publicados a finales del siglo XIX y principios del XX, en los que se defienden
las doctrinas que consideran esenciales para la vivencia y proclamación de la
fe cristiana. Creo que la última edición de estos estudios doctrinales, fue
hecha por Baker Books en 1993 en cuatro volúmenes.
2 Véase, como ejemplo, artículos de Manuel de Leon en
Protestante Digital y en alguno de los editoriales de esta revista
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