Manuel de León.- julio 2004
Esta pregunta inocente, tiene
respuestas enmarañadas. La indiferencia, es una tendencia muy compleja,
caracterizada, desde un punto subjetivo,
por la ausencia de inquietud religiosa y objetivamente como la afirmación
de la irrelevancia y poca significación de Dios y la dimensión religiosa en el
plano axiológico y central. Ante la realidad de
Dios, no sería un valor indiferente pero se mostraría un desinterés
religioso en el plano intelectual y un desafecto a nivel de la voluntad.
Dice Antonio Jiménez Ortiz[i]:“El
indiferente se halla perdido en la superficie de la realidad. La dinámica de su
dimensión religiosa está bloqueada, cegada. Vive en la despreocupación de lo
religioso, adolece, sin nostalgias turbadoras, de insensibilidad ante ciertos
valores, ante las experiencias de sentido y de totalidad. No se pronuncia ni a
favor ni en contra de Dios. Lo decisivo es la realidad inmediata, los objetivos
profesionales, el arte el poder, la felicidad, el éxito, el placer, el dinero,
el consumo, el vivir sin horizonte trascendente. Esta indiferencia religiosa no
se ofrece como ideología. Se extiende como una mentalidad, como una atmósfera
envolvente.
Algunos trasladan la secularización y la indiferencia
religiosa a los principios de la historia del pensamiento, encarnada en Tales
de Mileto, quinientos años antes de Cristo. Mileto trajo inquietudes que
despertarían a otros mas tarde hacia una secularización de gran magnitud, que
sería la impulsora de esta indiferencia religiosa. La mayoría de los libros de
historia coinciden en la afirmación de que el Renacimiento y la Reforma fue el
despertar del hombre, adquiriendo su mayoría de edad, pero que, inducido por la
libertad y la desacralización, aboca en un hombre mas mundanizado, mas
confraternizado con el universo y guiado por su sola conciencia.
Otros creen
que el tema de la secularización, por demás debatido y estudiado, no merece una
nueva reflexión. Los sociólogos, sin embargo,
siguen manteniendo que la secularización es la productora de la
indiferencia religiosa, de la vaciedad espiritual del ser humano, de la
desorientación social y económica de los pueblos. Por esto, no nos quedará mas
remedio que pararnos de nuevo, reflexionar y tomar decisiones. Los embates sobre la teoría de la
secularización en libros y revistas especializadas han sido monumentales. Ha
sido llamada una “doctrina” o una “ideología” mas que una teoría (Haldden
1987); “mito” central de la sociología de las religiones (Ammerman 1994) y
algunos ya han propuesto “dejar de lado la palabra secularización de toda
discusión teórica”. Según la socióloga americana Nancy Ammerman, el mito
de la secularización se puede contar así:
" Había
una vez una época en que toda en el mundo estaba en relación con lo sagrado.
Todo acontecimiento que no se podía explicar de otra manera era adjudicado a la
intervención divina. Todo el poder social estaba legitimado por símbolos y
mitos sagrados. Todo este poder sagrado se concentraba en instituciones que
definían la vida social, política y la moral de la gente. Los sacerdotes eran
los especialistas centrales de la sociedad, ya fuera porque ejercían
directamente el poder político , o fijaban los límites dentro de los cuales
otros lo ejercían. Toda la cultura estaba impregnada de valores y hábitos
religiosos. La religión era la principal institución que legitimaba el mundo.
Pero entonces algo cambió. La bestia maldita de la modernidad apareció (o, si
la historia no está contada por religiosos, fue la reluciente armadura del caballero
del Iluminismo la que se vislumbró). Poco a poco lo sacro desapareció de la
vista, refugiándose en las pequeñas grietas de la "esfera privada".
La autoridad de los líderes religiosos fue usurpada por los científicos, y
aquello que era deseable y posible comenzó a ser definido por los líderes
políticos y los tecnócratas. La vida pública fue desencantada, y aunque
ocasionalmente se producen pequeños temblores en la esfera privada, la religión
fue para siempre privada de su poder. "
[ii]
Esta idea de que
la religión estaba perdiendo importancia y que iba a desaparecer en el mundo
actual, era uno de los dogmas de la sociología y compartido por la mayoría de
las élites intelectuales de Occidente. Pero lo cierto es que, si bien la
religión (de religare) ha perdido importancia en varios aspectos de la vida
social y en su sacralidad, no necesariamente ha disminuido en la esfera
privada, ni ha perdido su relevancia. La prueba de ello siguen siendo los altos
índices de creencia en Dios en el mundo y los numerosísimos grupos religiosos y
corrientes renovadoras en las Iglesias establecidas.
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