Esta es una parte del correo enviado por uno de nuestros
lectores de ICPress y hoy ya creyente en Cristo:
“Gracias hermano, por haberme ayudado a cortar la cuerda[i],
quiero que sepas que estaba ciego y ahora veo. Ha sido una dicha inmensa, el
Señor esta haciendo un milagro en mi vida. Algún día y espero pronto te la
contaré entera, pero estaba ciego y era el milagro que yo pedía y viendo, no
veía, ahora en cambio VEO. Y el espíritu me guía y me habla a través de su
Escritura. Manuel no sabes el bien que me habéis hecho. Tu has sido uno al
final del camino, un camino que acaba de comenzar. Hoy cumplo 7 días desde que nací de nuevo.
Las gracias sean dadas a nuestro Señor
Jesucristo”.
Cuando me pregunto si hay razones para creer, quiero
mas bien expresar lo que es dar razón de nuestra fe. Este hermano no es un
creyente que ha creído a la ligera, sino que la fe la ha llenado de honestidad
intelectual y rectitud moral, para que su fe – que siempre es un don de Dios-
no fuese un acto de suicidio de la propia inteligencia. Cuando el hombre se da
cuenta que ni la razón ni el corazón le salvan, solo le queda, no el salto en
el vacío, sino el dejarse caer el los brazos de Dios. Pero es necesario seguir
“aprendiendo a creer” para que Dios “ayude a nuestra incredulidad”. Y dar razón de fe como forma y opción de vida.
Es lo que Bonhoeffer decía al joven pastor protestante Jean Naserre cuando este
le confesaba su máxima aspiración en la vida: Quería ser santo. A lo que
Bonhoeffer le contradijo claramente y le
expresó que él “quería aprender a creer” pero viviendo en la secularidad
de este mundo y viviendo plenamente la vida de este mundo. La experiencia
religiosa y la fe, en este caso, no es algo obvio y evidente y la maduración de
la creencia se purifica en el fragor existencial.
De todos modos hay diferentes formas de dar razón
de nuestra fe. Paul Tillch desde un modelo antropológico dice que
las razones de la fe se encuentran en el interior del ser humano. “Dios en el
fondo del ser” que responde a todos los interrogantes y sintoniza con las mas
profundas aspiraciones humanas. Otro sería el modelo del ¿porqué no creer
en Dios? el cual no excluye que la ciencia y la razón puedan iluminar
al ser humano en su itinerario hacia el misterio de Dios. El creyente acoge los
diferentes caminos que llevan hacia el Dios innominado de los místicos.
La teología política sitúa sus
razones de fe en la “razón práctica”, en la dimensión política y en la
solidaridad con las víctimas de la sociedad. Según la teología europea de los
últimos 50 años, el creyente confirma su fe a través de una praxis que puede
transformar la sociedad. En este sentido las teologías de la liberación
han querido dar razón de la fe, no desde los dogmas del cristianismo sino desde
la opción por los pobres y marginados, y dentro de la experiencia de la
liberación. Dios es el liberador en un mundo de creciente opresión. Los
movimientos cristianos proféticos y denunciadores son los que hacen creíble,
con su verdad ética de la defensa del pobre, la liberación que Cristo trae al
ser humano. En esta vía de las razones
también estaría la teología feminista en las que Dios sería menos mayestático y mas
sensible a las discriminaciones de género.
Sin embargo no todas las razones de nuestra fe se
muestran con la lógica de la razón, sino también con la “lógica del
corazón”. Para no incurrir ni en un
fideísmo crédulo ni en un racionalismo frío deben conciliarse ambas porque en
el fondo de todas ellas late la cuestión del sentido de la existencia. De la misma
manera ( y esto lo he dejado para el final) tendríamos el modelo bíblico
donde “la fe viene por el oír y el oír, por la Palabra de Dios (Rom. 10:17) La
fe se apoya en la vida y los prodigios de Cristo que culminan en su
resurrección. Alguien ha dicho que estos signos de poder divino no pueden
eliminar toda sombra de duda ni sobre la credibilidad de la revelación, ni
sobre las razones de la fe. El método de Bultmann de desmitologización de los
textos del Nuevo Testamento tiene muchos seguidores, sin embargo la Palabra de
Dios sigue teniendo poder para salvar y no ha dejado de ser la “dínamis”=
trilito tolueno que rompe las rocas mas duras y eleva a “hijos de Dios” las
vidas mas apartadas.
[i][i] Se
refiere a un artículo de ICPress en el que contaba la historia del alpinista
que quería conquistar el Aconcagua y que
después de haber caído al precipicio queda colgado a un metro del suelo en
medio de la noche. Si hubiese cortado al cuerda, no hubiese perecido congelado.
Nuestro hermano comunicante “ha cortado la cuerda” para salvación .
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