Manuel de León.- agosto 2004
El 1928 nació León
Tolstoi, otro de esos hombres emblemáticos que marcaron un estilo de vida y con
su labor pedagógica y espiritual creó
inquietudes religiosas que buscaban a Dios. Tolstoi no solo fue el genial
aristócrata que escribió la novela mas hermosa del mundo “Guerra y Paz”,
sino también el de otros y muy
significativos libros, sobre temas religiosos. Para Gandhi el libro de mas impacto y
que supuso el evangelio de sus enseñanzas, fue la obra de Tolstoi “El Reino
de Dios está dentro de ti”. El
contenido es la expresión de una vida que sintetiza la manera de vivir el credo
cristiano con una conducta comprometida. Podaríamos decir que la vida de
Tolstoi es paralela a de Gandhi en este aspecto del compromiso, y que Gandhi llamaría a esta experiencia con el
nombre de “resistencia pasiva” o satyagraha (verdad-fuerza, amor-fuerza) que
era la reclamación de la verdad sin hacer sufrir al oponente, sino a uno mismo.
Para ambos personajes las discrepancia entre el mensaje de
Cristo y los caminos seguidos por los cristianos les perturbaron y ambos
crearon esa especie de juramento de fidelidad ante Dios. Sus vidas de impacto supondrían hoy en nuestra sociedad una forma nueva de
entender el bienestar, porque ellos optaron por una vida sencilla a semejanza
de Cristo que no tenía ni donde reclinar la cabeza. Tolstoi, por ejemplo, a sus
57 años fue capaz de ir descalzo, arar y plantar la tierra, dejar la droga del
tabaco, aprender a aliviar el hambre o ejercer
una labor de enseñanza por las aldeas. Por eso de todas las partes del mundo y
de todas las religiones llegaron en peregrinación numerosos admiradores de ese
famoso aristócrata que daba la preeminencia a Dios en sus actos. No podría
decir que todos los cristianos hemos olvidado esto. Los hay con grandes
compromisos frente a los inmigrantes, frente a los huérfanos, frente a los
drogodependientes. Hay quienes están dando lo que tienen para mantener las ONGS
puestas en marcha por ellos mismos y que tienen que optar también por “la resistencia pasiva” en cada frontera en
la hay funcionarios corruptos.
Quizás la propuesta que nos tenemos que hacer todos los
creyentes es la de poner en marcha una vida acomodada a las injusticias y a las
mentiras y dejar obrar el Reino de Dios en nosotros. “Para alcanzar el Reino de
Dios – decía Tolstoi- es menester sacrificar las circunstancias externas en
aras de la verdad”. Los gobiernos poco pueden hacer con hombres, aunque se
denominen cristianos, si no viven la verdad en amor. Pero tampoco los gobiernos
cometerían los atropellos generados
por la globalización, por el poder y el
dinero, si hubiese cristianos dispuestos
a una resistencia pasiva y a un ejemplo forjado en la herrería del corazón y
sacado a la luz por hombres mansos frente a los violentos, por samaritanos que
se comprometen con el apaleado hasta las últimas consecuencias, por hombres
dóciles y amorosos frente a la altanería y brutalidad emanadas en nuestras
sociedades postmodernas.
Tolstoi creyó y así lo demostró con infinitas citas de la
historia que todas las iglesias
cristianas intentan ocultar el verdadero significado de la doctrina de Cristo y
llegó a decir que en materia de opresión las naciones cristianas son peores que
las paganas. El abismo entre la doctrina y las obras debería hacernos
recapacitar sobre la doctrina que decimos tener. Conozco hermanos que se les
llena la boca hablando de doctrina y verdad. Afilan su elocuencia y con
“doctrina y verdad” tienen amordazados a muchos creyentes que no se atreven a
discutir esas “doctrinas” que no pasan de ser un párrafo mal leído, literal y
fuera de contexto bíblico, sin una sana hermenéutica y sin sentido existencial
y espiritual. La “verdad” para muchos de ellos no pasa de ser una tradición
denominacional, un punto de vista con una sola faceta, que, como decía el gran
expositor bíblico Ernesto Trenchard, olvida las múltiples facetas del diamante
de la verdad revelada.
Por lo general, cuando la doctrina con la verdad se ponen
en marcha y se empiezan a vivir desde las trincheras, desde la desobediencia a
los gobiernos perversos que obligan a obedecer a los hombres antes que a Dios,
es cuando tienen sentido la vida cristiana y el ser súbdito del Reino de Dios.
Tolstoi percibió la ceguera de la Humanidad y la incapacidad del hombre para
aplicar la clave de la felicidad presente en las enseñanzas de Cristo. Murió
decepcionado porque la ley del amor se
había mezclado con la fuerza, con la violencia, con la ley de la vida que era
el poder del mas fuerte y los hombres comprometidos se contaban con los dedos.
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