Manuel de León.- abril 2003
Una de las características del postsecularismo actual es
la aparente vuelta a valores humanos que llevan una carga importante de
religiosidad y piedad. Sin embargo las creencias de cada uno parecen tener cada
vez menos influencia sobre cómo se vive. La gente identifica “religión” con
educación recibida o tradición paterna. La libertad con la que se cambia de
denominación o aceptación de una dogmática,
es una elección tan intranscendente como puede ser la elección entre una
Pepsi-Cola o una Coca-Cola. Este liberalismo secularista ha tenido, estos días
de la guerra de Iraq, otra connotación
que no podemos dejar de analizar, porque tiene un matiz novedoso. El
mundo entero ha pedido la paz y la justicia. Ha clamado contra la opresión y
las tiranías sean estas imperialistas o
dictatoriales. Se ha escandalizado de los horrores de la muerte y llorado ante
la destrucción y la desolación. Sin embargo, se ha olvidado del resto del mundo
que agoniza entre el hambre, la enfermedad y la desesperanza. Millones de seres
humanos mueren al año víctimas de la violencia
e inmisericordia de los poderosos. Pero lo que mas nos debe preocupar es la manifestación clara de
un cristianismo secularizado e insípido. Ya no somos ni fríos ni calientes.
¿Estaremos todos ciegos o miramos hacia otra parte? Quizás hasta seamos capaces
de manifestarnos ante hechos puntuales como una guerra, declarada sin muchos
reparos, como la mencionada. Quizás hasta seamos capaces de participar en
los medios de comunicación a los que les encanta la controversia o lo
que venda y consiga mas periódicos, mas televidentes y oyentes. Sin embargo, si
el cristianismo no es profético, denunciando la hipocresía y como en la carta a
Diagneto “ nada de lo humano le es ajeno”, seguiremos siendo burlados por estos
medios “progresistas” que creen que la religión es ya un objeto de museo, una
reliquia desfasada y desacreditada.
Alvin y Heidi Toffler ya habían diagnosticado
un mundo dividido en tres bloques, donde hay estados de Primera de Segunda
y de Tercera Ola. Las élites, conformarían la Primera Ola y serían las que con
las mas sofisticadas tecnologías dominarían la economía y los centros de poder
y sobre todo la información. Y es en
estos estados de Primera Ola donde el cristianismo le resulta mas difícil
expresar sus valores de contramoral. El poner la otra mejilla, el amar al
enemigo, el dar al que te pida sin contrapartidas, el conducirse sin
conformarse a este siglo no suponen un
valor superior porque los criterios
morales y espirituales están determinados por el relativismo tolerante. No
pueden ser defendidas los conflictos morales con soluciones generales
universalmente válidas y mucho menos bajo bandera cristiana. Serán los avances
científico-técnicos la pauta para resolver los problemas morales públicos y
sociales.
Tampoco valdrá el llegar al poder del Estado de la Primera
Ola, ni proclamar desde el poder “ser nacido de nuevo” como lo hicieron, en las
últimas elecciones, Busch y Gore. Mientras Busch afirmaba que Jesús era su filósofo
favorito, Gore se preguntaba constantemente “¿qué haría Jesús?” en cada
ocasión. Sin embargo esta práctica religiosa en nada afecta a la hegemonía
moral que ejerce la “cultura de la muerte” ni el sistema “progresista” de
dinero y poder. Todos saben que Gore es bautista y Busch metodista pero tales
denominaciones apenas tienen impacto sobre la política y solo son usadas como
choque electoral.
Así pues se hace necesario para el cristianismo la
preocupación de servir que tenía Cristo y no tanto buscar criterios de
bondad y verdad que suelen confundirse con intereses de grupo, de partido o de
gobierno. No podemos los creyentes caer en un relativismo moral, en medio del
liberalismo secular, que nos deje imposibilitados para la acción. El mundo
puede aplastar al cristiano, pero aún en las situaciones mas degradantes el
cristiano es dueño de su realidad espiritual y de su libertad interior. Marx
decía que “la libertad es la conciencia de la necesidad” y no andaba muy errado
porque el creyente encuentra en la sed de Dios el agua para repartir y servir
al prójimo. El liberalismo secular es una pantomima de la realidad y los
materialismos son incapaces de comprender la fuerza de un cristianismo
trascendente que sabe ponerse a servir y no tanto a manejar y moralizar la
sociedad aunque sea con símbolos cristianos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario