Manuel de León. diciembre 2002
No recordaba que apocatástasis, en griego, significaba “vuelta a la primera
forma”. También habla del retorno eterno y de la felicidad y perfección
perdidas, que volveremos a tener en tiempos apocalípticos. He recordado esto al
estudiar estos días la llamada “nueva moral”.
Se dice que es una moral secularizante. Un hermano y gran amigo me decía
el otro día: “ No se donde vamos a llegar. Este mundo no está para ver. No hay
mas que malas noticias y cada cual hace lo que le viene en gana.”. Como pueden
ver, nada nuevo. Sin embargo, esta posición pesimista, frente a un mundo con
problemas, creo que no es seria por muy extendida que esté. Ni hoy es peor que
ayer, ni ayer mejor que hoy. El mundo después de la caída del hombre sufre con
dolores de parto y espera la liberación. Las cosmogonías de las civilizaciones
antiguas tanto las de Oriente, como la de los griegos eran mas humanas, mas
alegres, porque los propios dioses rectores tenían los mismos defectos que las
criaturas de la tierra. La máxima de Hermes Trimegisto decía: “Lo que es arriba
es abajo”. Los dioses se encargaban de aminorar los efectos de los que caían en
pasiones ciegas.
El cristianismo, por el contrario, ha
puesto una meta moral que diviniza al hombre, porque aspira a la santidad de un
Dios tres veces Santo y a veces se ve la angustiosa frustración de Pablo cuando grita: “ ¡Miserable de mi!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24) Me
dirán que existe la gracia y el Espíritu Santo a nuestro lado, pero la primera
forma, el primer estado del hombre no volverá. A veces se le acusa al
cristianismo de religión fúnebre que tiene triste hasta el cantar. De religión
austera que repugna al espíritu expansivo, que huye de la imaginación, que es
como un renunciamiento a la Vida, la Luz y en bienestar sobre la Tierra. Todo
esto es verdad y esta nueva moral secular lo que hace en muchos casos es
desenmascarar fariseísmos. Un emperador llamado Juliano el Apóstata, nacido en
el 331, bautizado y criado en el cristianismo post constantiniano, dicen que no
pudo soportar la decadencia de aquella época y se paso de nuevo al paganismo
griego. La nueva moral cristiana del renunciamiento entraba en un duelo a
muerte con el paganismo restaurado. El emperador y filósofo Juliano fundó
escuelas, abrió bibliotecas, se rodeó de sabios, pero lo que no quedó desierto
fue incendiado, rodando las estatuas de todos los dioses de estos hasta los
escombros. Había triunfado la moral platónico-cristiana, moral de renuncia,
ascetismo y moderación, que en muchos casos iba contra natura. Era como si
hubiese un resentimiento hacia todo lo que tiene que ver con la vida y la
belleza que Dios bahía creado Por eso Nietzsche en la modernidad ha vuelto a
proclamar la exaltación a la vida, la muerte del dios de la religión y no tanto
la de un Dios que “vio que todo era bueno”.
La bioética es la forma que tiene
la postmodernidad para decir que las formas primeras del ser humano, hablaban
de desarrollo (fructificad, multiplicaos y llenad la tierra) , de respeto a la
vida porque el hombre es imagen de
Dios. Por eso no es posible que un
cristiano quede indiferente ante las nuevas políticas económicas y sociales que
no promuevan la felicidad, la belleza, la vida, el (bienestar) estar bien por dentro y por
fuera. Porque es tan condenable el frente materialista que solo busca el
bienestar prosaico, efímero y temporal,
como el que no hace frente a la miseria, el hambre, la enfermedad y los
derechos mas elementales del hombre y
además considere virtud el padecimiento.
Bastante dolor ya tiene en si la peregrinación y la carrera existencial humana,
como para que nos resignemos a la miseria, la enfermedad y la muerte. Mas bien
tendríamos que anhelar el primer estado del hombre, la primera forma en toda su
belleza y esplendor, cerca de Dios que es Luz y Vida.
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