Hablar de ideales firmes en tiempos donde nada aparece
como seguro ni inmutable, donde todo es
relativo y con tendencia al sincretismo, parece anacrónico. Sin embargo, el
libro que acaba de publicar Juan Antonio Monroy “ Frank País. Un líder
evangélico en la Revolución Cubana”
trasluce de manera cautivadora no solo
los ideales políticos de quien es considerado un héroe nacional, sino
también la verdad cristiana desde los modelos mas utópicos y primitivos. El
libro, que se lee de un tirón,- porque Monroy escribe fácil con ideas profundas
y ordenadas,- transmite, a mi entender, el poder de un ideal cristiano llevado
al compromiso con la sociedad que le rodea. La diferencia, entre nuestro
cristianismo de salón y de desgana con
ese nacido de la violencia y afán, del compromiso y la pasión, supone
una muy diferente respuesta a la llamada de Dios. Creo que Dios llama a los hombres a realizar su experiencia
humana con proyección divina, en distintos lugares y situaciones, pero a todos
nos exige la embriaguez de su amor, la locura de un testimonio a
contracorriente.
Al padre de Frank, Francisco
País, ya me había llamado la atención y conquistado su personalidad, cuando al
estudiar el protestantismo en Asturias, le había visto venir a fundar la
primera iglesia bautista de esta región. Hasta estas últimas décadas, los
bautistas no habían tenido mas presencia en Asturias que aquella iglesia que él
fundó pero que, al volver a Cuba y sin el liderazgo necesario, murió. Lo que me
atrajo de Francisco País, cuando vino a
Asturias, es que, aunque tenía a su primera esposa muy enferma, sacó fuerzas de
flaqueza y durante varias semanas estuvo haciendo campaña evangelística.
Recogió los frutos y fundó la primera iglesia bautista en Gijón. Le habían
llamado y no puso excusas, aunque las tenía. Francisco País tiene un lugar muy
destacado en la biografía que Monroy hace a su hijo Frank y es que el calor se
transmite, el fuego espiritual se contagia.¿Se había contagiado el hijo del
padre? ¿Acaso en estos días hay tan poco fuego en nuestras vidas, que ni al
pabilo que humea vamos a hacer arder?
Creo que a Monroy le preocupa la
frialdad y la falta de sentimientos fuertes. Cuando describe la figura de
Francisco País, padre de Frak dice: “Se entregó con alma y vida a promover el
crecimiento espiritual y numérico. Atendía a los jóvenes, por quienes tenía un
cariño especial. Celebraba reuniones aparte con los mayores. Mantenía a la
iglesia unida. Promovía reuniones de evangelización en los barrios de la ciudad,
en los pueblos de los alrededores, como El Caney. En diferentes etapas ejerció
como presidente e la Convención Bautista de Cuba Oriental. Era todo un
personaje, solicitado para las campañas de evangelización en puntos distantes y
distintos de la isla. Contribuyó a fundar la Segunda Iglesia Bautista de
Santiago de Cuba. Volvió a abrir el Instituto Martí que había dejado de
funcionar. Visitaba asilos, hospitales, cárceles, todo él era entusiasmo y
actividad” Pero es que todas estas
actividades se relatan cuando tenía 65
años. No es pues extraño que Frank idealizase al padre en lo poco que pudo
conocerlo, pero ejemplo le había dado.
Frank País aparece, desde el
entusiasmo revolucionario, como un hombre sensible a su tiempo, de refinada
espiritualidad y con capacidad para la acción. Dice Monroy que Cuba estaba
vacía de contenido y que Frank quería contribuir con la ofrenda de su juventud a alterar
radicalmente aquella forma de vida que en Cuba tenía que pasar inevitablemente
por la revolución. Pero la pregunta que surge inmediatamente al cristiano de
hoy es esta ¿Qué revolución tenemos que hacer nosotros en una sociedad tan
llena de cosas aunque esté vacía por dentro y
no tenga alma? ¿Es aconsejable la violencia revolucionaria y la pistola
desde una visión neotestamentaria? El momento existencial de Frank y la
respuesta que él dio a la Revolución Cubana parecen claros. Sin embargo son
respuestas personales, no universales. Respuestas, como dice Frank a su novia
Elia, que se dan desde la soledad. “Tu camino
y el mío son diferentes. Tu serías infeliz en el mío y yo estaría completamente
vacío en le tuyo”. La teología no tiene mucho que decir al silbido apacible o
al trueno de la voz de Dios en cada ser humano. La teología visiona algunos
aspectos pero tarda en plasmarlos a la realidad de cada momento. Es la
conciencia dócil a la llamada del Espíritu la que hace que la llamada de Dios
sea una fuerza arrolladora y triunfe el ideal cristiano.
Manuel de León mayo 2003
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