Según el novelista y pensador Michel Houellebecq lo que más golpea
al sentido común, es la sensación de un mundo que conduce a la desgracia y a la
infelicidad. La presencia del envejecimiento y la muerte es mas aplastante que
cualquier tratamiento de psicología narcisista que eleve la autoestina y
presente este mundo como un camino de rosas. El psicoanálisis como teoría de
los sesenta ya no tiene muchos adeptos y
no arregla los desajustes de la sed humana. Para Houellebecq, el mundo de
Huxley no se ha cumplido porque se ha ido salvando del mundo feliz creado con
pastillas y ahora la nueva ciencia y la
revolución metafísica serán capaces de crear un mundo mas humano. Sin embargo ¿
podrán estos ingredientes calmar el deseo y la sed constante del hombre?
Según Houellebecq las soluciones a nuestro mundo, está claro que no
vienen de la mano de la política ni de los cambios sociales. Parece como si
este mundo necesitase una mano dura en el sentido de Maquiavelo y también parece necesario pensar no en un en
un hombre “que nace bueno” sino que
está formado por varios siglos de reglas
morales y de cultura pero sin que nada de esto le satisfaga plenamente ni le
resuelva su existencia y realidad. Las reglas morales no están apoyadas en
mandamientos religiosos sino que la base moral imperativa reposa ahora en una
negociación entre dos diferencias: placer y no placer; uno mismo y los demás.
Los actos más inmorales están vinculados a la crueldad y prescinden de la
justicia, ya que es ahí donde las posiciones entre el uno y el otro no
encuentran ningún tipo de apoyo. De ahí que sea la bondad humana la vara de
medir al hombre y no el dinero, la posición social o la inteligencia.
¿Dónde queda el Dios creador que explica el
sentido humano y el origen de este mundo en la obra de Houellebecq? El dios es ahora la ciencia, y el mundo puede explicarse
sin la hipótesis de Dios creador y arquitecto. Sin embargo el pensamiento
moderno tiende a la despreocupación mas que a la explicación, porque la ciencia
tampoco lo explica todo. Mas bien la sed sigue, reseca el paladar de tal manera
que no deja coger el sabor de las cosas de este mundo.¿Estaremos viviendo al
final de nuestra Civilización? Porque la gente ya no busca mayores alicientes
de vida, no busca reproducirse, muy especialmente en Europa, por lo que ya no
puede continuar sobre esa base. Nadie cree...
Cuando estos buceadores de la realidad actual nos
presentan un hombre en la duda y sin preocupación por tenerla, los creyentes
tenemos que llevarles a las fuentes. Cuando se vuelve a hablar del hombre como
átomo social y se prescinde del ser individuo como valor absoluto, tenemos que
explicar el valor de la muerte de Cristo. Si es cierto que el hombre vive en
medio de una sociedad que le condiciona, le mediatiza, pero no le atrofia su
individualidad. No existe un individuo aséptico, solo, sin ser influenciable,
sin embargo las decisiones son siempre individuales. Cree Houellebecq, por otra
parte, que las religiones tradicionales, que apelan a la respuesta individual y
al sentido personal, que desaparecerán. Tampoco –dice- sobrevivirá la filosofía posmoderna y
entonces ¿qué perdurará? ¿Acaso solo la sed humana, el deseo constante de
eternidad? Eso es lo que dice la Biblia. Que Dios puso eternidad en el corazón
del hombre. Si el hedonista de hoy, que busca el placer constante nunca se
sacia, es porque Dios ha puesto eternidad, e inmortalidad. La muerte y el
dolor aparentan ser la desgracia y la
infelicidad pero estas realidades nos
conducen y nos catapultan hacia la eternidad. Dios no nos ha hecho para
la desgracia, sino para que vivamos y
encontremos el descanso en Él. Sí que podemos ser felices en esta sociedad
desde este ángulo de la esperanza, porque como dice el salmista “Espera en Dios
y Él hará”. La idea de felicidad en la Biblia
no es tanto de disfrute del placer en la vida, del goce prolongado en
este mundo, sino que se habla de bienaventuranza, de bendición de Dios para el
hombre completo. Solo la alegría nace de
la presencia de Dios, solo la bendición para bien nace del encuentro con Dios,
solo el hombre alcanza el sentido de una existencia digna cuando ha calmado su
insaciable sed.
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