No hace mucho que recibía un correo con una anécdota. La
del alpinista del Aconcagua. Decía mas a menos así: “ Un
alpinista quería realizar la hazaña de conquistar el pico mas alto
de los Andes que es un volcán de 6959 metros de altitud, en
Argentina. Se preparó concienzudamente, porque buscaba la gloria.
Años de preparación y de sacrificio le llevaron a la creencia de que
él, en solitario, podía conquistar la gran cima y poder pasear su
triunfo por todo el mundo. Un día intentó la subida. Todo era
propicio para el éxito. El tiempo de férrea disciplina daba sus
frutos y subía con facilidad. Pero los últimos cien metros se le
hacían interminables. Las fuerzas se agotaban y la noche se había
acercado como una sombra impenetrable. Clavaba sus cuerdas cada vez
con menos precisión y en un momento de descuido cayó al vació.
Esperando estrellarse contra la roca, en esos instantes de la
desgracia, pareció ver pasar toda su vida y en la angustia clamó a
Dios. Y oyó como una voz que le decía: “¿Que quieres que haga?” ¡Oh
Dios¡ que me salves de morir estrellado contra la roca –le
contestó-. De repente sintió un fuerte tirón de la cuerda que le
abrazaba y se vio suspendido de la cuerda en medio de la noche. Como
buen alpinista sabía que en poco tiempo moriría congelado por las
bajas temperaturas. Y volvió a suplicar: “Sálvame, porque aquí me
muero.” Y una voz profunda y amigable le dijo: “Si quieres salvarte,
corta la cuerda”. La historia dice que al día siguiente encontraron
al alpinista congelado y aferrado a la cuerda a sólo 1 metro del
suelo.” |
Esta historia no solo es triste y dramática por la muerte de un
ser humano, sino porque la salvación del alpinista estaba en haber
cortado la cuerda de la que pendía a un solo metro del suelo. Es una
buena aplicación para entender lo que significa creencia y fe.
Resulta sumamente chocante que hombres de la talla del filósofo
Gustavo Bueno, autor del libro “El animal divino”, un ensayo sobre
una filosofía de la religión, hable solo de creencias y no de fe.
Este libro de mas de 400 páginas y que cita a mas de 1000 autores
entiende la propagación de la fe y la fe misma, como fenómeno
sociológico, sometido a leyes de mercado donde la “llamada de la
Gracia” está sometida a leyes parecidas a las de la “llamada de la
Coca Cola”. Sin embargo, en esta historia, el “cortar la cuerda”
supone un acto de fe en medio de la angustia vital, un cambio de
mete. La razón puede decir que “cortar la cuerda” es una locura, un
acto contra lo que parece natural que sería sujetarse a ella. Pero,
no es menos irracional quedarse colgado durante la noche para morir
congelado. El ateo, el materialista, intenta, como el alpinista del
Aconcagua, conquistar espacios mas altos por sus propias fuerzas,
pero siempre el resultado es de muerte. Muerte, porque aunque
conquiste esa cima, no habrá llegado a las nubes, ni a las
estrellas, ni a las galaxias, y siempre le esperará la fría noche de
la nada.
La creencia puede tener firmes convicciones. Puede tener
asentimientos indemostrables pero creerlos seguros. Puede tener
componentes afectivos, intelectuales y volitivos que convenzan al
que los profesa pero su final son caminos de muerte. La fe implica
“cortar la cuerda”, un salto en el vació con esperanza, un dejarse
caer en los brazos de Dios. Aunque el ser humano sopesa con la razón
las posibilidades de salvación, solo una expresión de confianza
dejara abierta la puerta a que Dios actúe. Así mismo Dios realiza su
esencia a través de la existencia del hombre y el hombre solo es
hombre en tanto que a través de su acción existencial, realiza la
esencia de Dios. Dice Hans Küng: “Así pues el argumento de que con
la idea de Dios viene dada también su existencia ¿no deberá
entenderse menos como demostración que como expresión de una fe
confiada..., a saber, que a mi idea de un ser perfectísimo responde
una realidad y que mi pensamiento no está orientado a la nada, sino
a la suma plenitud de todo ser?” Está claro que el hombre no es un
animal que ha alcanzado el reino del espíritu por evolución, sino
que percibe, por medio de la fe, las cosas de Dios. El cristianismo
no es solo la religión terciaria y monoteísta que ha puesto al
hombre en el lugar mas elevado de la creación. Lleva en su seno al
Dios trascendente que se ha hecho carne, escucha la aflicción del
ser humano y, en su angustia, salva al ser humano que acepta “cortar
la cuerda”, dar el salto, en medio de las tinieblas, desde el lado
del abismo a lugares de luz y de paz. El cristianismo no es solo
antropología cultural, sino que desde el Espíritu, que sopla donde
quiere, nace la fuente interior del alma que riega, limpia y despeja
los ojos de la fe.
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Manuel de León es
pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido
la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU" una revista
de investigación histórica, cultural y sociológica del
protestantismo en Asturias
© M. de León, 2003, España. I+CP
(www.ICP-e.org)
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