Dos escritos, uno de actualidad y otro de
Ortega y Gasset a propósito de un comentario a la
“Investigación de los Evangelios Sinópticos” de Rodolfo
Bultmann, han vuelto a provocar en mi no solo la curiosidad
que amplía el paisaje teológico, sino albergar la posibilidad
de un cambio religioso en España. Muchos son los índices que
años atrás estaban en sus 60% y hoy están en los mínimos. La
transición religiosa en España ha quedado siempre pospuesta y
algún día podemos ser sorprendidos por un cambio religioso.
Hoy hay bastantes católicos que piensan en “Evangélico” y se
acercan a nosotros como el único lugar de hallar alimento y
consuelo.
Bien es cierto que son pocos y que estos mismos siguen
atados a su tradición, sin romperla y sin mancharla en nada.
Las lacras, las rémoras y las protuberancias que, dice Ortega,
deforman el perfil del catolicismo, siguen siendo un lastre
que puede dejar en la tumba al catolicismo y si nosotros los
evangélicos seguimos encerrados y sin visión, sin motivaciones
creadoras, sin ir a las vanguardias, también estaremos
avocados al mismo fin.
José Marcelino García, licenciado en estudios eclesiásticos
y amigo personal, acaba de publicar un artículo con datos
demoledores y que titula “Seminarios vacíos”. Dice que el
desencanto instalado en la sociedad rechaza la institución
sacerdotal. Los jóvenes ni siquiera se acercan al seminario
para escoger un medio de vida,( en medio de tanto paro), ni
por el prestigio y privilegio de ser un escogido. Desde los
años 80 veinte seminarios han cerrado y otros quince están a
punto de cerrar, quedando el resto casi rozando el vacío. Cree
José Marcelino que las diócesis están destartaladas y que los
obispos en su mayoría son reaccionarios, viviendo en el pasado
los problemas del presente. Pero del mismo modo la sociedad
civil ha ido encerrando al catolicismo español en una especie
de cárcel espiritual, donde los curas solo tendrán una labor
social como pude ser el bautizar, casar y enterrar dentro de
la tradición del nacional catolicismo. El buscar la salvación,
el sentido de la vida en Dios -dice José Marcelino- “ hace
tiempo que desapareció del horizonte cultural del presente, a
lo que también hay que sumar la violencia ideológica ejercida
por la central romana, que fue enterrando, entre cenizas, las
prometedoras semillas del Concilio Vaticano II”.
Toca, José Marcelino, otros temas, como la religión a nivel
de estética, sin ser portador de experiencias espirituales y
sobre todo el tema sexual. Al tener que seleccionar a jóvenes
mediocres, por las necesidades institucionales en España, en
ocasiones se escogen a niños del coro o tarados sexuales y
verdaderos incompetentes, que tendrán problemas para resolver
el mundo tan complejo de la sexualidad en la cultura
occidental. “ Habrá que enseñarles a cultivar una religiosidad
que supere las viejas divisiones que todavía hoy separan el
alma del cuerpo, el afecto del sentimiento, el amor del deseo,
la mujer del hombre, el célibe del casado, el clérigo del
laico; en definitiva, a Dios del mundo”.
En este mismo sentido ya se preguntaba Ortega y Gasset, a
propósito del libro citado, porqué en España nadie se
preocupaba de la exégesis evangélica. Lo cierto es que en
España hay muchos católicos buenos escrituristas y, de Ortega
hasta hoy, las investigaciones y el desarrollo teológico ha
estado mas que a la altura, aunque solo haya sido traduciendo
y mirando al campo evangélico. Lo que mas nos importa de
Ortega en este artículo es cuando se pregunta: ¿Porqué en
España ha de ser admisible que muchas gentes usen el título de
católicos como una patente que les excusa de refinar el
intelecto y su sensibilidad, y los convierte en rémora y
estorbo para todo perfeccionamiento nacional? Ortega no
presentía el cambio religioso pero se daba cuenta de la
necesidad de una depuración fecunda de la España católica,
“pues como están las cosas mutuamente se dañan: el catolicismo
va lastrando con vicios españoles y, viceversa, los vicios
españoles se amparan y fortalecen con frecuencia tras una
máscara insincera de catolicismo”
En tiempos de Ortega se podía decir que el catolicismo en
España era una fuerza importante pero no de vanguardia. Hoy
todavía creemos en su fuerza de convocatoria pero sin fuerza
moral para seguirle, sin ser una fuerza de choque, sin ser el
fermento de la iglesia institucional. En este cambio que
obliga el agotamiento de un catolicismo sin levadura, los
evangélicos tendremos que estar firmes en la vocación a que
hemos sido llamados.
Manuel de
León es escritor, historiador, y director de "Vínculo"
(revista de las Iglesias de Cristo de España).
© M. de León, Asturias, España.2004
(revista de las Iglesias de Cristo de España).
© M. de León, Asturias, España.2004
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