El terremoto de Irán 2003 ha sacudido no
solo la tierra sino también el corazón de los hombres como un
látigo vengador. Nadie ha sido indiferente al feroz ataque de
las entrañas de la tierra y la historia adquiere así, alcances
universales y se convierte en un trascendental evangelio del
hombre que lucha por sobrevivir en las condiciones mas
adversas. Las uvas de la ira parecen un fruto del dios de la
represalia y del pago de tantas violaciones de leyes
naturales, pero también de tantos pecados y maldades que suben
de la tierra al trono de la Soberanía de un Dios majestuoso y
aparentemente indiferente. Para quien sufre la prueba, para
quien agoniza en el dolor, aplastado por el peso de las
paredes de adobe, no hay Alá, ni Jehová que pueda ser alabado
y amado desde esta desolación. Pero esta visión del problema
del sufrimiento estaría mal enfocada si solo dejáramos la ira
y los sentimientos encontrados, enfrentándonos a Dios como si
Él fuese un totem hierático e impasible frente al sufrimiento,
y como si ese Dios hubiese dejado de ser el Creador amoroso de
todos los hombres. Todo lo hizo bueno y para el bien nuestro.
Entonces ¿cómo interpretar el mal moral y el mal natural?
Las uvas de la ira del premio Nobel, John Steinbeck,
describe la tragedia americana de los años treinta con su
depresión económica o el desastre natural llamado Dust Bowl.
El país de la desesperación que describe, es algo mas que un
pueblo oprimido en la miseria y la muerte, sino mas bien el
pueblo del valor humano, que aún perdidas las esperanzas,
adquiere el coraje suficiente para alimentar la supervivencia.
Sin embargo la supervivencia envuelta en fuertes sentimientos
de odio, de amor o de solidaridad, no son suficientes para dar
sentido a la vida. Dice C. S. Lewis "Dios susurra en nuestros
placeres pero grita en nuestros dolores. El dolor es el
megáfono de Dios para despertar a un mundo adormecido." El
grito de Dios parece demasiado cruel pero es muy cierto que
supone un despertar del un mundo cada vez mas duro e
indiferente. Cuando el teólogo judío Martín Buber se plantea
la vida después de Auschwitz dice: “La separación se ha vuelto
demasiado cruel, el ocultamiento demasiado profundo... ¿Nos
atrevemos a recomendar a los supervivientes de Auschwitz, los
Job de las cámaras de gas, ”Demos gracias al Señor porque
es bueno, porque para siempre es su misericordia”?
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El islamismo ha pasado a ser, en los últimos 20 años, una
religión de actualidad ocupando los titulares de la
información mas que ninguna otra. Uno de los artículos de fe
es la creencia en la voluntad absoluta y presdetinadora de
Alá. El Corán apoya la idea de que tanto las cosas buenas como
las malas son el efecto de la voluntad de Dios. Este
fatalismo, en el que se implica a Dios en el mal, explicaría
la dignidad con que los islámicos aceptan el sufrimiento
aunque este sea tan desgarrador. Sobre todo porque el
islamismo cree que las obras buenas del hombre en el juicio
final, al final de la historia, le servirán para entrar en el
paraíso el día de la resurrección . Pero ese Dios galardonador
es imposible de conocer, revela su voluntad pero no se revela
así mismo. No se le puede plasmar como un Dios de amor, ni un
Padre amante como en la Biblia. El mismo Jesús es presentado
por el islamismo como un profeta y un Mesías hacedor de
milagros, pero no el Salvador de los pecados del mundo. El
islamismo queda atrapado ante el problema del mal porque no
tiene demasiados argumentos para excusar a un Dios ausente,
frío, con propósitos ajenos a nosotros y que no nos incluye en
su Plan.
La idea que tenemos de un Dios trascendental, personal o
inmanente, que se entiende como bueno, justo y misericordioso,
preocupado por cada uno de nosotros, es el Dios revelado en la
Biblia. El problema no puede ser resuelto de manera racional,
pero sí podemos descansar en Dios aunque no entendamos sus
motivaciones. Judíos y cristianos en el infierno de Auschwitz
creyeron y confiaron en Dios en medio de la miseria y el caos.
Hay testimonios de quienes rezaban y leían el Talmud,
santificaban las fiestas y tocaban el Sofar en la fiesta judía
de Año Nuevo, aun arriesgando su vida, como cuando se pidieron
al rabino 1400 jóvenes condenados a muerte. Tenía para ellos
sentido confiar inquebrantablemente en Dios en esos infiernos,
porque entendían a Dios como luz en medio de la mas horrible y
tenebrosa oscuridad, clamando como Pablo “si Dios es con
nosotros ¿quién contra nosotros?
Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y sociológica del protestantismo en Asturias
© M. de León, 2004, Asturias, España.
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