Érase una vez un pescador que siempre
pescaba peces hermosos. Un banquero que vio aquellos peces se
interesó por el tiempo que habría tardado en pescarlos.
- Muy poco tiempo, señor, -dijo el pescador-.
El banquero sorprendido le preguntó :-Y ¿qué haces después con tu tiempo libre?
-Pues duermo por la tarde, después pesco otra vez un poco, estoy con mi mujer y mis hijos y por las noches toco la guitarra y canto con mis amigos. Tengo una vida placentera y ocupada como puede ver- dijo el pescador.
- Muy poco tiempo, señor, -dijo el pescador-.
El banquero sorprendido le preguntó :-Y ¿qué haces después con tu tiempo libre?
-Pues duermo por la tarde, después pesco otra vez un poco, estoy con mi mujer y mis hijos y por las noches toco la guitarra y canto con mis amigos. Tengo una vida placentera y ocupada como puede ver- dijo el pescador.
El banquero, un licenciado en Harvard, se propuso
ayudarle y le indicó que podría comprar un barco mayor y quizás, si
había mucha pesca, comprar otro hasta tener una pequeña flota de
barcos. Debería entonces salir de ese miserable pueblo e irse a la
capital y dirigir su negocio desde las oficinas centrales y tener su
propia distribuidora de pescado.
-¿Pero cuanto tiempo me va a llevar a cabo esta empresa?- dijo el pescador.
-Unos 15 o 20 años-
-¿Y luego qué? - le seguía preguntado el pescador –
-Pues ahora viene lo mejor, venderías tus acciones, serías rico, tendrías millones y podrías dormir la siesta, jugar con tus hijos, estar con la mujer y cantar con la guitarra acompañado de amigos- - le dijo el banquero.
-Pues eso es lo que hago ahora, señor banquero. ¿No es eso lo que tengo ya?
-¿Pero cuanto tiempo me va a llevar a cabo esta empresa?- dijo el pescador.
-Unos 15 o 20 años-
-¿Y luego qué? - le seguía preguntado el pescador –
-Pues ahora viene lo mejor, venderías tus acciones, serías rico, tendrías millones y podrías dormir la siesta, jugar con tus hijos, estar con la mujer y cantar con la guitarra acompañado de amigos- - le dijo el banquero.
-Pues eso es lo que hago ahora, señor banquero. ¿No es eso lo que tengo ya?
Esta anécdota ilustra muy bien la importancia que tiene el saber,
no tanto donde estamos sino la dirección en que nos movemos. Que el
arte de vivir no es tanto lo que tenemos sino lo que somos. Cuando
el Apóstol Pablo dice que “para mi el vivir es Cristo y el morir
ganancia” sintetiza una experiencia no fácil de explicar. Y es que
nadie quiere morir, porque su instinto natural llama a la vida y
desde que nacemos buscamos la felicidad de aquí y ahora. Pablo habla
de vivir para vivir siempre dejando nuestra vida de ahora al viento,
dejando el timón a Su mano, dejando las fuerzas de la ilusión y de
la esperanza no solo para el trabajo sino para Dios.
Cristo dijo algo mas profundo: “Porque todo el que quiera salvar
su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mi,
este la salvará”(Lucas 9:24) Es lo que decía M.B. Ray sobre una
sociedad que solo tenga intereses egoístas, ella solo se extenuará.
Cuando decimos que el cristianismo solo tiene dirección cuando va a
contra-corriente, es porque normalmente la felicidad humana no dura
mucho, va y viene, y todo el resto del tiempo lo pasas pensando en
ella, aguardándola, investigándola como el banquero del cuento. Muy
pocas veces adquirimos el hábito de vivir la felicidad en Cristo,
porque nuestros días son como los de los demás. No son fantásticos,
no están cargados de ilusión. Claro que el creyente es feliz ¿pero
se siente siempre feliz? Esto es un arte. Porque vivimos como
equilibristas suspendidos del alambre y no solo vale mirar al frente
sino adquirir la técnica espiritual de “vivir” no el tiempo, la
religión o la sociedad sino la trascendencia de “estar en Cristo” lo
cual es mucho mejor.
Las ventajas del creyente en Cristo frente a la calidad de vida,
frente a la búsqueda del ser antes que el tener, es que no tiene que
dar “un salto en el vació” frente al ansia de infinito. Las
incógnitas y los misterios se hacen descansar en Cristo como el
camino, la verdad y la vida. Cuando el arte de vivir esté vinculado
no solo al cuerpo, ni al intelecto, sino también al espíritu,
tendremos el equilibrio necesario para expresar la que decía M.
Hamilton : “ A pesar de la “fuerza de gravedad”, de las tensiones y
el peso muerto de la sociedad de consumo, cuando la preocupación o
la pena nos asedien, veremos también nosotros, que, “ganando
altura”... ¡Sobre las nubes, el cielo siempre es azul! Los baches de
la felicidad, pueden no ser continuos, perdemos “presión” en
determinados momentos de nuestra vida, pero es que la vida es una
prueba de regularidad mas que de velocidad. Se fiel y practica el
arte de vivir en la VIDA.Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y sociológica del protestantismo en Asturias
© M. de León, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)
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