Manuel de León.- marzo 2003
El común de la gente entendemos la ciencia y la tecnología
como un común de saberes y certezas, como un instrumento de progreso y como un
medio para actuar en la naturaleza tanto para luchar contra la enfermedad o
conquistar el espacio, como en la genética o en las telecomunicaciones, etc.. Y
esto lo aceptamos sin rechistar siempre que no atente contra la cultura
dominante de cada momento. Sin embargo para el científico la ciencia y la
tecnología no solo son eficacia y resultados, sino coherencia entre sus
sistemas y métodos científicos con la
naturaleza que quiere escudriñar. Es mas, el científico siempre tiene el
principio de “incertidumbre” que genera un mayor número de preguntas por lo que
la ciencia no supone una máquina de dar solo respuestas. Cada día el científico
tiene en cuenta la relatividad de las respuestas y entiende mejor que el
conocimiento científico no es conocimiento cierto, que se pueda convertir en
dogma y por tanto es conocimiento hipotético.
Sin embargo la ciencia y la tecnología se han convertido
en uno de los dioses de este siglo. Se la venera como salvadora de la humanidad
y como Huxley, muchos creen que es la que puede entender y resolver los
problemas del hombre y de la sociedad. Bien es cierto que Huxley hizo una
denuncia de las sociedades ultra-controladas y de los engaños de los
planificadores sociales modernos. La visión mas pesimista de la ciencia y la
tecnología la tendríamos en el teólogo protestante y eticista francés Jacques
Ellul. Ellul asume, entre sus prioridades y mayores esfuerzos, el dar una nueva
interpretación al conjunto de la sociedad moderna bajo la orientación de la fe
cristiana porque cree que aún el cristianismo tiene energía, carácter y
determinación para solucionar los problemas al hombre total. El escribió muchas
veces sobre la dificultad de mantener los valores morales en esta sociedad
tecnológica. Creía que la mayoría de los ciudadanos de las sociedades
tecnológicamente avanzadas estaban bajo la influencia de la propaganda sutil y
penetrante que moldea las actitudes y las creencias. Es un lavado de cerebro
constante. La propaganda se diseña hábilmente para satisfacer las necesidades
psicológicas de la gente y penetra sutilmente en el subconsciente de la gente.
Por esta razón yo creo que el consejo de Pablo de “No os conforméis a
este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que sepáis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta” (Rom. 12:2), viene como anillo al dedo, porque el hombre
cuando cree haber alcanzado libertad de pensamiento y hasta haberse liberado de
la creencia en Dios, es que ha creado otra creencia para sustituirle. Cuando
cree haber llegado a la apoteosis de la razón o de la ciencia y las entroniza
para adorarlas, es cuando aparecen los nuevos dioses como monstruos sin
principios éticos y sin valores que mantengan en pié al hombre total y
completo.
No estamos en contra de la ciencia y la tecnología, pero
debemos saber identificarnos con los valores y principios del Reino de Dios y
no con los de la publicidad. El hombre
sin criterios propios, moldeado por leyes psicológicas, es el tipo de hombre
que emerge de la publicidad y forma la vida de los seres humanos con ideales
puramente materialistas. Y no olvidemos que dentro de esa sociedad están los
creyentes en Cristo que deben saber usar de la ciencia y la tecnología, pero
sin someterse a los “roles” y modos vivenciales de la sociedad tecnocrática.
El que mejor parece entender esto ha sido Ortega
y Gasset en su libro “La meditación de la técnica” y del cual, quizás, hagamos algún comentario
en otro momento. Lo que nunca debemos de
perder de vista es que los logros científicos y técnicos no son intrínsecamente
malos ni buenos. No podemos mantener una lucha preventiva constante frente a la
manipulación genética, procreación artificial y la transgénesis como lo hacía
Jacques Ellul, aunque deseemos una reflexión ética que evite los
fundamentalismos. “La saciedad
tecnológica” de Ellul fue una de las “biblias” de los años sesenta que
demonizaba al monstruo que se esconde detrás del sistema
tecnológico-industrial. El “ordenador” aparecía como sinónimo de “control y
tecnología”, pero hoy los críticos sociales no mantendrían esa visión. Ellul
que provenía del marxismo y que desarrolló su postura tecnológica bajo la
influencia de teólogos como Bultman, Bart, Niebuhr y Tillch creía “que aquello
que desacraliza una realidad dada, se transforma en si misma en una nueva
realidad sagrada”. El cristianismo desacralizó la Naturaleza por lo que el
cristianismo se volvió sagrado. La Reforma desacralizó la iglesia
en el nombre de la Biblia, y la Biblia se convirtió en el libro sagrado. La
Ciencia y La Razón desacralizaron las escrituras, y desde entonces la Ciencia
se ha convertido en sagrada. Hoy en día, argumenta Ellul, es la sociedad
tecnológica lo que sostenemos como sagrada" (Fusching)
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