Por Manuel de León
Pastor
evangélico en La Felguera
junio 2006
INTRODUCCIÓN:
Unamuno y la Asturias protestante de la generación del 98.
La generación del 98 fue también una generación espiritual o
espiritualista, donde se destapa el alma y brillan los sentimientos religiosos.
La España decadente, ya no era toda católica, ya no buscaba una religión del
rito externo, de la espiritualidad farisaica, sino en espíritu y en verdad. La
frase unamuniana" descatolizar es españolizar" no tenía un sentido iconoclasta,
sino que implicaba el deseo de una España menos cúltico-folklorica y mas espiritual.
En este momento de España, la Filosofía empieza a
recuperarse con Unamuno y empieza a tener perspectivas mas europeas, aunque con
la raigambre cervantina, como es evidente en sus ensayos "Vida de don Quijote y
Sancho" y "En torno al casticismo" en los que
Unamuno intenta descubrir e interpretar el alma española. También se recuperan
las artes y las letras, (pintura y poesía especialmente,); pero es en la
renovación y hasta la reforma espiritual del pueblo español, al que le quedan
ya pocas cosas donde asirse, donde Unamuno sobresale por encima de todos. No hacerlo
así, por antipatriótico o antiintelectual que parezca, es desconocer a Unamuno.
Unamuno fue el eterno buscador de la Verdad. Del catolicismo
popular y folklórico, Unamuno quiere llegar al Cristo eternizador, del que
proviene la moral tendente a la salvación del alma individual, rasgo mas
propiamente católico, frente al énfasis de la ética social característica del
protestantismo.
Al reformista Unamuno le urge ir diciendo sucesivamente lo
que piensa, lo que le tiene perplejo en la duda y la desesperación. Es un
hombre con una inmensa necesidad de Dios, de perpetuar su existencia, de
resucitar el "ser" y rechazar la "nada". ¡Cuan diferentes
los tiempos de hoy, en que hablar de Dios parece traumatizar la placida
existencia del zombi humano, absorto en la materialidad insaciable del
hedonismo, dejando sus fauces como lobo del hombre en la pobreza explotada
desde que se nace, y dejando millones y millones de seres humanos frustrados,
sedientos de todas las aguas, y
esclavos de la injusticia de un prójimo que pasa vestido de escriba o de
sacerdote o de hombre de bien, pero que mira para el otro lado, sin entrañas y
sin misericordia.
Parafraseando a Nietsche, diríamos que el mundo moderno
predica una ética del hombre libre, mientras legaliza una ética de esclavos que
buscan la felicidad tras la zanahoria de la acumulación de la riqueza material.
Unamuno un su "Diario íntimo" dice a
este respecto: "Me había fijado
en aquella proposición de Spinoza que dice que el hombre libre en todo piensa,
menos en la muerte, siendo su vida una meditación de la vida misma, no de la
muerte. Y no comprendí que para llegar a ser hombre libre en espíritu y en verdad, era preciso hacerse
esclavo y haciéndose esclavo esperar del Señor la libertad que nos permite
vivir meditando en la Vida misma, en Cristo Jesús."
Este es el Unamuno interior,
el Unamuno librepensador, indómito, valiente, que ve en el protestantismo otra
forma de ver las cosas. Por ejemplo, la eterna pobreza del pueblo español (y
asturiano en particular) y la prosperidad del mundo protestante. La pobreza era
virtud en España, pero Unamuno ve que se puede servir a Dios desde el trabajo bien
hecho y desde la prosperidad fruto del esfuerzo, para consumir el producto de
tus manos y tener unas perspectivas humanas, sanitarias, culturales, etc., que
le liberen y realicen. Con este espíritu progresista y social irrumpe el
protestantismo en Asturias. La ética que transformó Asturias socialmente,
(aunque apenas nadie haya hecho el mas mínimo guiño a unos hechos tan
aplastantes) fue la ética social protestante. La ética protestante que legitimó
la civilización y la cultura modernas, no condenó la riqueza, como lo hizo la
ética católica medieval, siendo la poseedora de la mayor parte de la riqueza y
producción, sino por el contrario, reconoció y consagró como un derecho humano
a la vida, al disfrute del producto de la tierra.
Como bien señaló Max Weber, el afán de lucro no apareció con
el mundo moderno, sino que es un asunto muy antiguo, que los griegos llamaban
crematística y que fue también un asunto generalizado en las sociedades premodernas.
Sin embargo el cambio social y ético en Asturias superó la crematística en
beneficio del obrero, que pudo tener su casa, su médico y medicinas, sus
seguros y sus ahorros guardados con fidelidad.
Unamuno estuvo
en Gijón, Oviedo y en Sama. Habló del espíritu religioso protestante y los
beneficios que el trabajo, la libertad y la democracia traían para los pueblos.
En su famoso - aunque no tan leído - libro "Del sentimiento trágico de la
vida" el gran ensayista librepensador, recorre todos los pensadores
protestantes liberales, en una influencia que algunos han resumido en el calificativo
de "ritschliano católico", aunque es bien cierto que su singularidad
teológica encajaría en cualquiera de estas categorías: luterano, calvinista, católico,
ateo, racionalista, místico.
En carta de Unamuno a Luis
de Zulueta, decía:
Desde
que me he metido a leer a los pensadores brotados de la izquierda protestante,
del libre pensamiento nacido de la Reforma, he encontrado un pensamiento que enraíza
mejor en mi corazón y arregla la constante lucha de este con la cabeza, llevándoles,
si no a un acuerdo, a un compromiso durable, a una guerra amistosa."
Esta podría ser la conclusión a su encuentro con la
izquierda protestante, mas impuesta en la alta crítica bíblica que en la ética
social evangélica. "Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los
pueblos (1912" es el resumen de muchas lecturas de filosofía, de
lógica, de ética protestante, en una búsqueda trágica y agónica por encontrar
la razón de ser de los hombres y de los pueblos. Se pregunta Orringer en "Unamuno y los protestantes
liberales" si Unamuno, como lector de Harnack por lo menos desde
1897 "¿no se sentía aludido por lo
relativo a la incertidumbre católica de la salvación? Delante de Unamuno se
abrieron tres posibilidades, y dada la inestabilidad de su fe, intentó realizar
cada una de ellas por el orden siguiente: 1.- buscar en los dogmas católicos la
unidad que los luteranos liberales echaron de menos; 2.- adoptar el protestantismo
liberal y sacrificar la incertidumbre por la seguridad de salvación y 3.-
aceptar la incertidumbre como algo suyo y
católico a la vez, construyendo sobre ella un sistema de ideas
religiosas que comprendiera a los sistemas protestantes en todo menos en la
base, la doctrina de la justificación. Es decir lo que justificase a Unamuno
ante Dios, sería precisamente su
incertidumbre, su afán de inmortalidad, su deseo de salvación.
"Méteme, Padre eterno, en tu pecho,
misterioso hogar,
que
vengo cansado de tanto bregar. Este verso de su lápida, podría ser su síntesis existencial, que no
solo se refleja en "Del sentimiento trágico de la vida"
sino en obras como Niebla, que plantea problemas escatológicos; "El
Cristo de Velázquez" y la "Agonía del cristianismo"
así como "San Manuel Bueno mártir"
que intentan dar soluciones al ritschilianismo católico, esto es, el regreso a
un cristianismo mas puro que no era el de la Edad Media, ni siquiera el de la Reforma.
De la izquierda protestante, autores como Alber Ritschl o Adolf Harnack son sus principales proveedores de ideas; pero detrás
de ellos estarían Wade Robin, Herrman,
Kaftan, Alfred Loisy, Georg Wobbermin, Ernst Troeltsch, Alexandre Vinet, Eugene
Menegoz, Auguste Sabatier y Willian
Ellery Chaning entre otros muchos mas. El libro de Nelson Orringer "Unamuno y los protestantes liberales"
cita, en un profundo estudio, la larga lista de protestantes liberales,
pensadores y teólogos, que sería prolijo enumerar en este espacio.
De este contacto con el protestantismo real, ubicado en
Asturias en el periodo generacional del 98, sobresalen mas los aspectos
materiales, científicos y técnicos (como fue la primera industrialización
asturiana), que los espirituales, pero también en este aspecto Asturias fue beneficiada por el testimonio
integrador protestante, que, como decía Unamuno, "el trabajo también es
oración y la oración trabajo".
No debo dejar de citar en esta ocasión los
hechos tan olvidados de algunos evangélicos en la industrialización de
Asturias, haciendo su trabajo bien. Guillermo
Schultz había levantado los planos topográficos de Asturias y media España,
indicando las mejores minas y sus métodos de extracción. La Escuela de capataces
de Mieres, que fundó y fue durante años su director, es el mejor testimonio de
su obra. Los protestantes ingleses montaron los castilletes de las minas y
conformaron la industria minera desde su nacimiento, hasta su organización y explotación. Hoy
siguen existiendo los "puentes de los ingleses" por el río Nalón y
otros lugares de Asturias, como buen testimonio de su actividad.
Luis Truan creó
la industria vidriera de Gijón, y protestantes fueron los principales
directivos de la mayoría de las fábricas
e industrias, puertos, ferrocarriles, correos, manufacturas, etc... Numa Guilhou elevó la industria siderometalúrgica
a los niveles mas altos de su historia y
su "Fabrica de Mieres" también construyó el ferrocarril
de Langreo. Numa llegó a dar trabajo directo a mas de 4000 obreros.
Roberto Frasinelli había diseñado y construido la admirable basílica
de Covadonga, dirigido por el obispo Sanz y Forés. Lo retirarían de la obra,
cuando se iban a colocar las bóvedas, por ser protestante.
Banqueros y filántropos como Magnus Blinstad, y toda una serie de especialistas en todas las
artes y saberes, inundaron Asturias de todo aquello que significaba progreso,
ciencia tecnológica, tejido industrial -del que hoy tanto necesitamos- y ética
social protestante. Las fábricas de loza y
de armas, el puerto y el correo, la luz y vías férreas, fueron dirigidos
en su mayor parte por técnicos protestantes. Pero esto debería ser objeto de
otra conferencia.
Primer momento:
Unamuno el Lutero español.
Hoy solo vamos a detenernos en dos momentos de la vida de
Unamuno, en la que no solo simpatiza o coquetea con el protestantismo, sino que
lo presenta como la única tabla de salvación para la España que ya resurgía de
sus cenizas. El primero de ellos no es muy conocido y sin embargo es el momento
de mayor clarividencia de Unamuno. El pensador quiere ser el Reformador español
a la manera de Lutero en Alemania, pero de una manera autóctona, española.
"Desde
hace algún tiempo - dice en carta a Jiménez Ilundain - desde que pasé cierta crisis de
conciencia, se va confirmando en mi una profundísima persuasión de que soy un
instrumento en las manos de Dios para contribuir a la renovación espiritual de
España."
En otro discurso precisaba
mas su ansiada Reforma y, desde luego, la veía muy distinta a como la estaban
estableciendo en España tanto los misioneros extranjeros, como los españoles,
que a raíz de la "Gloriosa" habían salido con la Biblia bajo el brazo
a evangelizar España, tan necesitada de ir a las fuentes de la Verdad.
"Yo recuerdo también - dice Unamuno - la lucha de los aldeanos alemanes, la lucha terrible provocada por
el hambre, pero de cuyo sacudimiento poderoso salió el movimiento redentor de
la Alemania moderna: La Reforma. También aquí, tal vez, una guerra de aldeanos
salga el preludio de la Reforma española, el dogma de nuestro pueblo."
Tales gritos de
guerra no eran lo que los protestantes - muy pocos entonces- españoles y
extranjeros, querían para España. Por esta causa, aunque conoció a protestantes
intelectuales como Juan Antonio Mackay
en Salamanca, Unamuno consideró al movimiento protestante español, como demasiado
moderado, "capillista y estrecho". Ansiaba una Reforma mas violenta,
porque creía que España no podría de otro modo salir del letargo de los siglos
de Inquisición y oscurantismo y de la apatía religiosa.
La ignorancia y la superstición religiosa española le ponían
enfermo.
"Es
indudable - dice Unamuno - que la religión
católica oficial en España y la que profesan la mayoría de los españoles
(aunque muchos finjan profesarla y otros no tengan conciencia de ello) ha
influido en el modo de ser de vivir, de pensar y de sentir del pueblo
español... La profunda ignorancia que en los asuntos religiosos nos aqueja, es
la causa capital de los males - de los
que sean - que lamentan y combaten los que a la enseñanza de religión se
oponen... Una vez mas y no será la última, tengo que repetir lo vergonzoso y
degradante que resulta el que en un país que se dice cristiano, no haya leído
el Evangelio la inmensa mayoría de hombres que por cultos se tienen y que en
cambio cuelguen al cuello de los niños a modo de amuleto, trocitos de Evangelio
en latín metidos dentro de unas bolsitas cosidas y adornadas de lentejuelas, y
que se traguen las parturientas la cinta de papel hecha un rollo conteniendo
una jaculatoria, y otras formas del mas bajo y anticristiano fetichismo.
Cuando en 1904 Unamuno dice " dan en decir que tengo aires de pastor protestante, pero es el
caso que los que hace dos años me
tomaban en broma, empiezan a irritarse. ¡Esto marcha!" es porque se
había tomado en serio lo de Reformador español. Los que "empezaban a
irritarse" era porque Unamuno en sus campañas y mítines, ponía el dedo en
la llaga y proclamaba a los cuatro vientos que la única salvación espiritual
para aquella España era el protestantismo.
"Lo del protestantismo - decía a Jiménez Ilundain - no le parece a Vd. solución eficaz y posible en España. Yo creo que
es acaso la única que puede salvarnos del irreligiosismo y de la indiferencia y
del olvido de la otra vida."
Unamuno, aunque
contradictorio y paradójico en algunos aspectos, siempre fue preciso y
claro, aunque no mantuvo la misma
defensa del protestantismo como lo hacía en estos momentos de su vida. Su
protestantismo es un protestantismo místico, de raigambre propia y no el
protestantismo español contemporáneo que " sustentado - decía - por
Sociedades Bíblicas, se caracteriza porque entre sus seguidores se detecta un
espíritu capillista y estrecho". Por otra parte, el protestantismo
español de entonces era puritano y netamente evangélico, sin demasiada
especulación teológica, pero de una pragmática social y ética que en algunos
casos provocaba injustos calificativos de proselitismo. Pero sobre todo el protestantismo español que
él conocía, era ajeno a toda
revolución pues las guerras de religión
habían cansado y hastiado de tanta violencia a los dos bandos.
En un discurso de 5 de Octubre de 1906 en Barcelona, Unamuno
había llegado a decir: "Se ha dicho
que las guerras de religión pasaron ya. Se ha dicho mas de una vez y hay que
repetirlo, si, pasaron; pero es que donde ha llegado la Paz de Wesfalia es
porque se pasó antes por la Dieta de Worns. En España es necesario encender las
guerras de religión."
A partir de 1907 Unamuno
empieza a armonizar la lucha interior que mantenía y cree encontrarla en la
izquierda protestante, pero es en el catolicismo popular y no en el oficial de
la Iglesia Católica, donde encuentra mejor solución. En "La
España moderna" Unamuno expone y defiende su españolidad frente lo
europeo y al catolicismo frente al protestantismo. Zulueta lo había convencido
y convertido con solo una frase al considerarlo "el último gran católico español" La expresión suya
"descatolizar es españolizar" había quedado inservible y poco a poco
el miedo secular al protestantismo le doblegaron a posiciones mas católicas. El
miedo siempre ha sido provocado por frases improvadas que han pesado como losa
de tumba en la conciencia española y que podían resumirse en que el
protestantismo es extranjero y corruptor de costumbres.
Para algunos como Luis
Farré, los conocimientos de Unamuno sobre el protestantismo fueron de
laboratorio, pero creo que fue algo mas. Las cartas con los protestantes
españoles dan fe de que Unamuno tuvo,
algo mas que afecto, convicción de que en aquellos momentos España podía
salir de su marasmo espiritual. Quizás fue el miedo a perder su españolismo y
su tradición de cristiano viejo o gran católico español, como lo había
encumbrado Zulueta. Pero lo cierto es que también él tuvo miedo al
protestantismo.
En su libro "Rouseau,
Voltaire y Nieztche" dice:
"En
España también hay quienes maldicen del protestantismo no por lo que tenga de
heterodoxo, desde el punto de vista de la Iglesia Católica, sino por lo que
tiene de exótico, de extranjerizante. Y si en Francia el protestantismo tiene
una tradición notabilísima - recuérdese a Calvino, a Cologny, a Guizot, a
tantos otros - no deja de tenerla España. Yo creo que nuestros místicos
españoles del siglo XVI preludiaron una verdadera reforma española, indígena,
propia, que fue ahogada en germen luego
por la Inquisición."
Así pues el momento
reformador de Unamuno podíamos resumirlo en dos palabras. Unamuno quiso ser el
reformador español, con revolución y guerra religiosa incluida, pero cambió a
posiciones menos comprometidas. No por ello deja de ser un digno defensor del
protestantismo liberal y de la llamada Segunda Reforma en España en particular.
En 1930 decía en contestación a otra carta de la Alianza Evangélica Española:
"Quiero
estimado señor, que haga presente a la Junta de la Alianza Evangélica Española
cuanto agradezco su saludo de bienvenida a mi repatriación y que les diga cuan
de espíritu estoy con lo fundamental de su obra."
En parecidos
términos, casi veinte años antes, en carta
dirigida a Guillermo Graell
Moles, economista catalán, que había pronunciado una conferencia sobre "La
cuestión religiosa" Unamuno dice:
"No
puede Ud. figurarse hasta que punto estoy de acuerdo con las líneas generales
de su conferencia y con el íntimo sentido de ella. Aunque no católico (hay
quien dice que "aun") soy cristiano. Lo que Vd. dice lo he dicho cien
veces de otro modo...
Segundo
momento: La carta del pastor evangélico Atilano Coco.
Nadie mejor para describir
este momento que Luciano González Egido
en
su "Agonizar en Salamanca". Es uno de los libros mejor
escritos en esta época y en cuyo contenido se descubre magistralmente el alma
cansada del viejo profesor.
Es la fiesta de la Raza, 1936. La parafernalia protocolaria
había llenado la Universidad. Los periódicos habían publicado la carta pastoral
del obispo de la ciudad Pla y Daniel con el título "Las dos ciudades"
y Franco dio a Unamuno su representación en este acto académico. La
glorificación de la raza española y toda su épica gloriosa salía a relucir,
mientras se fusilaban diariamente a miles de personas inocentes. El viejo
rector se sentó al lado de la asturiana Carmen Polo de Franco y del obispo de
la ciudad, pero en su bolsillo crujía la carta de la esposa del pastor
protestante, Atilano Coco, amigo suyo: En el dorso de esta carta había escrito
frases y palabras a modo de bosquejo para su discurso.
Unos meses atrás el pastor Atilano Coco le había escrito:
"Mi
buen amigo D. Miguel: Por mi esposa se las molestias que Vd. se está tomando
con respecto a este extraño encarcelamiento del que soy objeto desde hace 38
días. Muy grave debe ser la causa para tenerme apartado de mi ministerio
evangélico, aun cuando todavía no se si estoy a disposición de algún juez o del
Comandante Militar. De todos modos le agradezco su solicitud. Mi esposa me ha
dicho que ha estado Vd. en mi casa, hace unos días. ¿Quizás esperaba Vd.
encontrarme en ella? Ello sería un buen augurio para mi.
Bien quisiera volver a gozar de
libertad, pero me figuro que aquí se entra con demasiada facilidad para poder
salir con la misma. Espero con impaciencia que acabe esta trágica lucha y estoy
pidiendo constantemente a Dios en mis oraciones que todos los españoles
depongan las armas y se amen como hermanos. Los primeros en dar ejemplo hemos
de ser los cristianos. "Ve tu y haz lo mismo" fue el mandato de
Cristo a aquel doctor de la ley que le preguntaba quien era el prójimo.
De momento repito la gratitud que
siento por la deferencia que en esta ocasión memorable ha tenido para mi y mi
esposa. Suyo en el Evangelio. ATILANO COCO."
Unamuno seguía
gestionando la libertad del pastor, pero todas las puertas se cerraban con
evasivas y falsas promesas. La solicitud de al menos una instrucción de juicio,
chocaba contra murallas infranqueables. Dice González Egido intentando
describir la situación de Unamuno ante el aluvión de acontecimientos trágicos,
injustos y crueles, que poco a poco habían debilitado a un hombre viejo ,
sumido en la ansiedad, los conflictos y el cansancio.
"Aquel
hombre viejo - dice - seguía encamado y
comido por todos las hormigas de sus remordimientos, adelgazando a ojos vistas,
envejecido por momentos... Y hasta la cama de su soledad y de su impotencia, le
trajeron una carta, que añadió un adarme mas de desesperación a su colmada
capacidad de tristeza en aquellas vísperas de sus 72 años. Era la carta de la
esposa del pastor protestante encarcelado, que ni siquiera se atrevió a
firmarla, ni se acordó de ponerle fecha. Era una carta amargamente esperanzada.
D. Miguel: Soy la esposa del pastor
evangélico y le voy a molestar una vez mas. Se acusa a mi esposo de masón y en
realidad lo es; lo hicieron en Inglaterra en el año 20 o 21; me dice que
consulte Vd. que es lo que tiene que hacer. Mi esposo desde luego no ha hecho
política de ninguna clase; le hicieron eso porque sabe Vd. en Inglaterra casi
todos los pastores lo son y muchos también en España; en Inglaterra lo es el
Rey y también el jefe de las iglesias anglicanas. En España he oído que lo son
algunos generales; no se lo que habrá de verdad en todo esto.
Creo que esto pasará al Gobierno
militar y si quisiera, que Vd., cuando pudiese, se informase de algo o que de
alguna luz sobre esto. Perdone que le moleste hasta en la cama; que mejore Vd.
y Dios le premie todo lo que por nosotros está haciendo."
Esta carta acaba de
sobrecoger al viejo profesor y le recordaba, posiblemente, sus visitas a la
casa del pastor evangélico Atilano Coco, y los ruegos de este a favor de la
reconciliación de todos los españoles. Sin embargo, el contenido de aquella
carta era mortal de necesidad. "Todo masón es un traidor a la patria"
- se decía aquellos días, y Atilano era masón según le confirmaba la esposa.
Era pues un caso perdido. En esos días no se andaba con distinciones entre
masonería inglesa o la francmasonería;
ambas eran delito de lesa patria. Unamuno, ahora, en estos momentos, de su
vida, parece que le debe algo no solo a la injusticia, sino también al
protestantismo representado en Atilano Coco. ¿Porqué? Porque él sabía de la
contribución a su filosofía, que el protestantismo intelectual le había
aportado. Los arrebatos contra algunos aspectos del protestantismo que leemos en
su "Diario íntimo" no dejan de
ser extremos que el protestantismo real tampoco sostenía. Cuando dice:" El protestantismo oscila entre la
esclavitud de la letra y el racionalismo, que evapora la vidas de la fe" o
El protestantismo tiene que cumplir su ciclo todo, ir a perderse en el
racionalismo que mata toda la vida espiritual, para que vuelva a caer en la fe
de que salió, indicaba los males que a muchos amigos suyos de la izquierda
protestante, aquejaban.
El filosofo nacido en España, pero mas conocido en Argentina
y Méjico, Luis Farre, dijo que
" los conocimientos de Unamuno sobre el protestantismo fueron de
laboratorio". Unamuno había estudiado a la mayoría de los protestantes
liberales y unitarios alemanes, ingleses y americanos, pero también estaban
presentes en sus escritos los reformadores Melanchton, Calvino y Lutero. De
este último dice Unamuno: "El mas
grande servicio, acaso, que Lutero ha rendido a la civilización cristiana es el
haber establecido el valor religioso de la profesión civil"
Sin embargo, hemos de
repetir que el conocimiento del protestantismo en Unamuno es racionalista, el
de la alta crítica bíblica que destruye lo esencial del mensaje evangélico, en
tanto habla de desprecio del sencillo culto y la ardiente fe en los templos
protestantes de las primeras congregaciones evangélicas en España. La llamada
Segunda Reforma en España - ya que la Reforma del siglo XVI fue ahogada en su
mayor parte por la Inquisición- era para Unamuno "capillista y
extranjerizante" aunque reconozca el alto valor espiritual y su praxis
ética y sociológica diferentes a las prédicas de la España decadente, ahora en
turbulenta revolución.
No es pues extraño que Unamuno quisiera ser el reformador
español, siendo consciente del avance de los pueblos protestantes y sobre todo
en la libertad y la democracia y en la socialización e igualdad entre los
pueblos, que entonces se consideraba malo para los pueblos. Conozco varios
libros que intentaron destruir la idea de desarrollo y espiritualidad
protestantes, pero que, de alguna manera, tales apologéticas solo sirvieron
para constatar la realidad del avance de la comunidad evangélica. Uno fue el
del filosofo Jaime Balmes: "El
protestantismo comparado con el catolicismo" y también "Del protestantismo y de todas las herejías
en su relación con el socialismo" de Augusto Nicolás, traducido por Joaquín
Roca y Carnet. Otro fue el del obispo de la Habana Fray Jacinto María Martínez y Saez: "La edad Media comparada con
los tiempos modernos". En ambas, y especialmente en este último,
se intenta llenar sus páginas de nombres históricos ilustres y añorar la Edad
Media donde la Iglesia era dueña y señora del mundo, aunque los pueblos
dominados estuviesen llenos de miseria e indigencia. Es algo parecido a lo que
el eminente polígrafo Menéndez y Pelayo
hizo también en "La ciencia española" y la "Historia de los heterodoxos españoles.
Unamuno sabía esto. Había viajado por toda España y sabía
que no debía callar, tenía que decir algo sólido para el resurgimiento de
España. González Egido intenta describir este momento de Unamuno en el que ya
no puede callar porque España vuelve a la Edad Media. Dice:
"
Al sentarse el viejo rector, en su sillón presidencial, crujió la carta de la
mujer de su amigo Atilano Coco, el pastor protestante, condenado a muerte, que
llevaba en el bolsillo de la chaqueta y que sacó concierta dificultad por entre
la vestimenta generosa del protocolo académico. ¿Porqué llevó aquella carta tan
comprometida hasta el estrado del Paraninfo, en aquel ambiente hostil, lleno de
agresividad militar y de euforia bélica? Probablemente para tratar de gestionar
otra vez y directamente con alguno de los jefes de la rebelión alguna medida de
clemencia o para recacabar indirectas ayudas, que salvaran aquella causa
perdida. ¿Tenía intención de utilizar aquel testimonio acusador, a lo largo del
acto, dentro de un proyecto suicida de heroísmo verbal, como tantas veces había
hecho en el pasado? ¿Deseaba ingenua y soberbiamente alcanzar la conciencia de
los verdugos del evangélico pastor protestante con aquel alegato de justicia,
de misericordia y de perdón, aquella confesión personal conmovedora, entre el
pudor, la desesperación y la confianza, apoyado en los explícitos discursos
cristianos de aquellos mismos verdugos, sabiendo que otras vías eran ya
inútiles? Se había propuesto una acción intimidadora desde la provocación,
amparado en la notoriedad de su nombre internacional y en la connivencia de su
inicial colaboración con los rebeldes? ¿Por qué había llevado hasta allí, junto
a su débil cuerpo de anciano indefenso, aquella carta delatora, que era tanto
un grito, como una denuncia ? Probablemente, por algo de todo eso, porque solo
los tontos se mueven por una sola razón.
Todas estas múltiples
razones y ninguna a la vez, incluía, sin lugar a dudas, su amor por el protestantismo, por la Palabra de Dios, por
la doctrina cristiana que - decía en un discurso - "no queréis
conocer". Y como a Cristo lo condenaron en lugar de Barrabás, Millan Astray
gritó : "¡Viva la muerte! ¡Mueran
los intelectuales! España estaba en peligro "apuñalada" traidoramente
por la pseudointelectualidad liberal masónica - se dijo en el Ayuntamiento
después del discurso de Unamuno. Todo ello porque Unamuno al que se le
calificaba de Erasmo moderno, había intentado conciliar lo inconciliable:
Catolicismo y Reforma, conocedor de los resultados visibles e invisibles que el
mundo protestante había comenzado a realizar en España, como lo vio Asturias en
su primera industrialización.
Del Unamuno "agitador de espíritus" poco o nada ha
pervivido. El ya clásico nacional-catolicismo y el espíritu
de una sociedad tendente a la aldea globalizada, han ahogado todo
reforma nacional y personal a la manera luterana, como deseaba Unamuno. Se vive
en una España democrática y en una Europa cuyos principios libertarios y
societarios tienen sus raíces en el protestantismo, pero España en su
manifestación religiosa - creo yo- siempre será diferente.
Dice el sacerdote Felix García en la introducción al "Diario
personal" de Unamuno : "A Unamuno
tenemos que explicarle desde él mismo, con sus textos católicos, heterodoxos,
agnósticos, hegelianos, protestantes, jansenistas, místicos, anárquicos, ateos,
profundamente cristianos, en definitiva unamunianos.
Hoy hemos volado por dos momentos protestantes, que pueden ser sintomáticos
y esclarecedores de su personalidad única y multifacética. Quisiera terminar
con unas palabras del viejo profesor junto al sepulcro de don Quijote, en
"Vida de Don Quijote y Sancho: "Y
ante todo cúrate de una afección terrible que, por mucho que te la sacudas,
vuelve a ti con terquedad de mosca; cúrate de la afección de preocuparte cómo
aparezcas a los demás. Cuídate SOLO de cómo aparezcas ante Dios, cuídate de la
idea que de ti Dios tenga..... Todo esto dije a mi amigo, y él me contestó en
una larga carta, llena de un furioso desaliento, estas palabras: "Todo eso está muy bien, está bien, no está
mal; pero ¿ no te parece que en vez de ir a buscar el sepulcro de don Quijote y
rescatarlo de bachilleres, curas, barberos, canónigos y duques, debíamos ir a
buscar el sepulcro de Dios y rescatarlo de creyentes e incrédulos, de ateos y
deistas, que lo ocupan, y esperar allí
dando voces de suprema desesperación, derritiendo el corazón en
lágrimas, a que Dios resucite y nos salve de la nada?
Advertencia esta de Unamuno
que plasma su lucha por la eternidad y la salvación. San Pablo había dicho:
"Ocupaos de vuestra salvación con temor y temblor". Esperando que
esta visión de Unamuno, reformador y profundamente religioso, haya ampliado su figura
y la de la generación del 98, solo me resta, darles las gracias por su
atención.
Muchas gracias.
Alguna
bibliografía consultada.
El
secreto de España. JUAN MARICHAL
El
reformador Unamuno y los protestantes españoles. PATROCINIO RÍOS SÁNCHEZ.
Del
sentimiento trágico de la vida. MIGUEL DE UNAMUNO
Agonizar
en Salamanca Unamuno. (Octubre a Diciembre 1936). LUCIANO GONZÁLEZ EGIDO.
Unamuno.
Antología. Prólogo de JOSÉ LUIS ARANGUREN.
Unamuno
y sus guerras civiles. JOSÉ MIGUEL DE AZAOLA.
Unamuno
y los protestantes liberales.(1912) NELSON R. ORRINGER.
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