La lectura del libro de Louis
Fischer sobre la figura ejemplizante de “Gandhi” ha convulsionado mi conciencia y me ha sumido
en reflexiones motivadoras. Lo que quiero decir, es que no ha sido un libro
más. El Mahatma Gandhi, nacido en 1869 y asesinado por el fanatismo
religioso en 1948, representa la fuerza moral practica y viva, frente al
teorizador, frente al filósofo, frente al religioso que todo lo espiritualiza.
Gandhi progresa a la grandeza mediante sus actos. Del hombre del traje y
sombreo de Londres, al de la sencilla túnica en la India, existe un constante
aprendizaje de la acción. Conocedor del cristianismo, supo extraer los valores
y la sabiduría que dignifican al ser humano de los textos bíblicos pero aprendió de “El Gita” la manera de
practicarlo. Su voluntad férrea, su energía y sensatez le distinguieron como
líder, pero solo el toque mágico de la acción le hizo florecer como uno de los
hombres más singulares después de Jesucristo.
En estos tiempos sin ideales convertibles en
acciones éticas y espirituales, donde el cristianismo se ha momificado por la
inacción y el pasotismo, deberíamos aprender de Gañid como se pueden poner en
practica los principios del Sermón del Monte. Hemos convertido el cristianismo
en alimento sin sabor y sin valor
energético. Tenemos tal mimetismo con el mundo que pasamos desapercibidos. El
compromiso y el vivir como ovejas en medio de lobos, no nos preocupa porque
evitamos el dolor de los azotes de los hombres, de ser llevados ante los
gobernantes por causa de Jesús, de sufrir la pobreza, el aborrecimiento, la
persecución y la muerte. Aunque el discípulo no es mayor que su Maestro
nosotros hemos aprendido a sortear las alambradas de los inconvenientes y hacer
oídos sordos al que clama y padece el hambre y sed de justicia.
Decía Gandhi:
“El placer que puede procurarme por ejemplo, la posesión de la riqueza, es
engañoso; la verdadera paz y bienaventuranza espiritual solo será asequible
cuando yo me sienta superior a cualquier tentación, aunque me acosen la pobreza
y el hambre” Es cierto que esta religión espartana y masoquista no es el
Evangelio de Cristo, porque Cristo no predica la superación del yo, ni la
elevación del superhombre, ni el éxito espiritual por obras que nosotros hubiésemos
hecho, sino que los principios del Reino de los Cielos trasformarían la Tierra.
El fuego y la espada de Jesús son para salvación global e integradora del
hombre. El tomar la cruz y seguir a Jesús tiene recompensa eterna y como dice
Gandhi verdadera paz y bienaventuranza espiritual.
Seguimos
debatiendo los cristianos sobre doctrina (denominacional la mayoría de las veces) y hermenéutica,
sobre si el modernismo y el liberalismo han sido los causantes de tanta
indiferencia religiosa, pero creo que estamos olvidando lo fundamental: vivir
los principios éticos y espirituales del Evangelio. La óptica hinduista de
Gandhi le hizo distinguir a una sociedad que proclama el éxito material y
olvida el moral y espiritual. Pero aprendió a luchar en esa frontera donde
existía la discriminación de los parias, los derechos de otras razas y los valores éticos. Gandhi
se inspiro en la obra del creyente cristiano León Tolstoi “El Reino de Dios
esta dentro de ti”en la que Tolstoi decía entre otras cosas: “La historia de la
iglesia es una historia de crueldades y horrores. Todas las iglesias, con sus
dogmas de redención y salvación, sobre todo la fe ortodoxa con su idolatría ,
excluyen la doctrina de Cristo” ¿Estaremos ocultando también hoy el verdadero
significado de la doctrina de Cristo?
Gandhi no
percibió siempre y de la misma manera,
la lucha de los mansos contra los violentos, de la docilidad y el amor
contra la altanería y brutalidad. También el sendero de Gandhi estuvo sembrado
de posesiones y placeres externos que el fue apartando en esa marcha hacia el
Reino de Dios dentro de su ser. Pero de lo que siempre estuvo seguro es de que
su modo de vida debería ser una síntesis entre el credo y la conducta, la fe y
la vida. Ya no se podían trasmitir mas
palabras para mantener una forma de vida espiritual. Las palabras sobraban
porque el simple mensaje no conmueve los corazones, ni hace que los pies y las
manos se pongan en movimiento. El monaquismo y el ascetismo no tienen eco en el
mundo de hoy, porque es necesario renunciar pero para poder servir. Solo se
conquistan los corazones cuando hay renuncia y se da uno a los demás. Ese fue
el secreto del éxito moral de Ganhi.
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