Por Manuel de León
diciembre 1997
Cada día
van apareciendo datos que avalan, con poderosa fuerza, la importancia de la
aportación protestante y extranjera, a la industrialización y modernización de
España.
Las tímidas reformas de Carlos III, no
pueden considerarse, en términos absolutos, naufragio de “una reforma
frustrada”, porque fueron los resquicios por donde “las luces” iluminaron
senderos, hasta entonces imposibles. Olavide
, con mas fama que obra, marcó una apertura y un deseo de desarrollo humano y
espiritual, poco habituales en aquel tiempo. Pero no fue solo Olavide o el
asturiano Jovellanos, los que
denunciaron y trabajaron por el bien común, la libertad personal y el desarrollo
humano. Fueron muchos los protestantes que cambiaron la fisonomía estructural,
humana y espiritual de este país. En el libro “Los españoles de la Ilustración”
de Vicente Palacio Atard [1]
se hace un estudio sobre la presencia en Cataluña en 1773 de un grupo de
obreros protestantes, de gran eficacia técnica, ante los cuales la sociedad
española demostraría su falta de sentido
de tolerancia. Basándose, Palacio Atard, en un estudio de Sala Balust, plantea
la cuestión tan debatida de nuestro atraso en el camino de la ciencia moderna,
y de cómo la influencia protestante aliviaba la postergación española.
Don
Luis Truan Lugeón, es otro exponente en Asturias de los muchos que llegaron
a esta región entonces inhóspita pero bella, para facilitar una transformación
cuyos efectos aún perduran. Nacido, Truan, el 28 de agosto de 1799 en Nyón
(Cantón de Vaud, SUIZA),[2]
falleció en Gijón en 1876. Procedía de una familia de hugonotes huidos tras el
Edicto de Fontainbleau de 1685, quienes habían llegado a Suiza hartos de tanta
violencia e intolerancia. Mas tarde esta familia, perteneciente a la pequeña
nobleza rural, se desparrama buscando otros mundos. Unos emigran a Milán, otros
a Argentina y otros a España . Luis Truan Lugeón, que se considera
calvinista liberal y progresista, viene como técnico especialista en la
fabricación de vidrio y loza, contratado para dirigir una importante fábrica de
la Coruña (1831) . Aquí se casa con una
compatriota suya llamada Magdalena Luard,
de la cual tendrá seis hijos.
Luis Truán vino a Gijón en 1844. Construyó en 1845 un
horno de seis crisoles para fabricación de
vidrio plano, que después completaría fabricando vidrio en hornos de
botellas y de vidrio hueco. Se inicia la construcción de oficinas, almacenes y
numerosas viviendas para los obreros, a las que se van incorporando las de
otros especialistas y técnicos, en su mayoría protestantes, que vienen de
Suiza, Francia y Alemania. De alguna manera, resulta ser una presencia
evangélica que tendría algunas reuniones y cultos en casa de los cónsules Kelly
y Hunter, pero su hecho religioso estaría mas enfocado a
la “praxis” y vivencias sociales, que eclesiales. Era aquel entorno - dirá L. Rodero[3] en la biografía al
músico Enrique Truan - como una ciudad medieval o bastida donde las familias
de obreros, técnicos y directores viven juntos.
En 1877 la fábrica denominada “La
Industria” tiene ya 582 operarios, de los cuales 79 son extranjeros,[4]
350 asturianos, 85 mujeres y 65 muchachos. Para la población de Gijón,
entonces, este número representaba un avance espectacular, tanto en lo
económico como en la especialización de la clase obrera. La labor de otro
protestante calvinista en Mieres, Numa
Guilhou, desarrollando la industria siderometalurgica, la minería y el
ferrocarril, que ocupaba a mas de 4000 obreros, constituirá el progreso mas
importante en Asturias hasta la crisis de 1908.
Al crecimiento de “La Industria”,
premiada con mas de catorce galardones, se une el comportamiento social que un
protestante liberal y progresista como Luis Truán imprimió. Frente a la miseria
institucionalizada, se ha ido formando una ciudad distinta, con comedores para
los obreros, servicios sociales y humanitarios y hasta cuadras para los
animales de tiro. Pero, sobre todo, se ha colocado una enfermería, que dirige Laura Bassi, quien sería la que ayudó a
nacer a casi todos los niños de Gijón . También
en estos años se crean estamentos
como la Sociedad de Socorros Mutuos de
Artesanos (1859) o lo cultural, el Ateneo
Casino Obrero (1881); este a iniciativa de un hombre que está por
investigar su adscripción religiosa, Magnus Blikstand,[5]
un gran benefactor noruego, de posiblemente procedencia protestante.
También sospechamos que haya pertenecido
a la masonería gijonesa.
El despertar de Asturias nace de estas
generaciones de espíritu y pragmática evangélica. Algunos de los hijos de Luis
Truan alcanzaron relevancia y reconocimiento internacional. No sabemos si se
mantuvieron en la fe de su padre. L.
Rodero en el libro citado dice que: “por parte de los Truan se sabe que el
último protestante fue Luis Truan Lugeón, siendo sus hijos bautizados y
católicos practicantes a quienes su padre acompañaba a los Santos Oficios, pero
sin entrar en el templo. Lo que no pudieron en Francia, Enrique IV, Luis XIII,
Luis XIV y tantas persecuciones, lo consigue en Galicia el amor de Magdalena
Luad” . No conociendo mas datos, daremos por buena esta realidad que
ocurrió mas de una vez en nuestro país, donde el ser diferente era mal visto.
Por otra parte, esta burguesía protestante entroncó con la burguesía del país,
dando un mestizaje obligatoriamente católico. Pero el espíritu de Luis Truan
hizo que sus hijos fuesen llenando Asturias de fábricas, cultura y humanidad.
En el mausoleo de este protestante, en el
cementerio civil de Gijón, siguen leyéndose los textos bíblicos de Juan, Lucas
y del Apocalipsis.[6] Su conducción y entierro
constituyó un verdadero acontecimiento en el Gijón de la época. Julio Somoza y Concepción
Arenal escribieron unas sentidas
crónicas. La de Somoza aparece en “El Eco
de Asturias”(21/6/1876) y la de
Concepción parecerá en “El Imparcial”, pudiéndose leer también en el
libro de Somoza “Cosiquines de la mio
Quintana”. La revista evangélica “El
Cristiano” de 15 de Julio 1876, citaba el artículo de Somoza y en el que
además de las palabras laudatorias hacia la persona de Luis Truan, decía: “¡Felices nosotros que podemos gozar hoy,
gracias l progreso, de un tolerancia religiosa y fraternidad como la que
presenciamos ayer por primera vez en esta villa! Rodero dice que esto de la “tolerancia y fraternidad” no es del
todo cierto, porque los obreros quisieron enterrar a Luis en el cementerio
católico, pero les fue denegada la entrada por su condición religiosa. “El Cristiano” por su parte, da la razón a Somoza, porque en
esos momentos se estaba enterrando un creyente evangélico[7]
y el pastor Ramón Bón aprovechó tal
circunstancia para predicar un encendido sermón a mas de tres mil personas que
habían subido al cementerio. Ese era pues este el motivo por el que Somoza habla de “tolerancia y fraternidad”, pero que
debió de ser una inusitada sorpresa.
Para los evangélicos, el poder anunciar el Evangelio a tanta gente, les pareció
un triunfo, porque días antes en Oviedo, el pastor Bon había sido encarcelado
por solo predicar ante 150 personas. El Cristiano se hacía también eco de
las últimas palabras del diario asturiano y de una carta de Ramón Bón a la
redacción, quienes decían: “Este hecho
inaugura una nueva faz en la historia del pueblo de Gijón” Nosotros creemos
que toda la vida de Luis Truán fue un impulso evangélico y renovador que cambió
la historia asturiana.
[1] “Los españoles de la Ilustración” Vicente Palacio Atard. Ediciones Guadarrama. Madrid 1964
[2] “Gran Enciclopedia Asturiana”
[4] ´Gijón: Industrialización y crecimiento urbano. Ramón María Alvargonzález
Gijón y los gijoneses. Mauro Muñiz
[5] En 1888 es uno de los firmantes para la solicitud de ampliación
del cementerio civil. La enciclopedia asturiana lo describe como filántropo,
industrial y diplomático noruego. Uno de los que mas contribuyeron al
desarrollo cultural y mercantil de Gijón a fines del siglo XIX. Fundó
instituciones benéficas y fue nombrado hijo adoptivo de Gijón.
[6] “Los cementerios de Asturias” Dossier en “El Comercio” de Gijón,
por Luis Miguel Piñera. Hace un
estudio del cementerio protestante de Mieres y del de Ceares en Gijón llamado
de los protestantes
[7] Siempre se ha dicho que el primero en ocupar el cementerio de
Gijón fue Luis Truán, pero vemos que otro evangélico fue enterado minutos antes
o al menos al mismo tiempo.
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