Diciembre 2003
Hace unos días escribí sobre los
que abusan de la religión. Abusos de poder,
abusos del uso del nombre de Dios en vano, excesos de una religión
imperialista como la católica, que ha
hecho del Papa un tótem sagrado al que le rinden pleitesía miles de adoradores.
Pero para ser justos, también en el protestantismo y desde una concepción
contraria a la católica, el abuso protestante de la religión se hace con lo que
llamo el “empresariado religioso”, o
dicho de otro modo, iglesias hechas a la carta. Nombres exóticos como
Congregación Anti-Blasfemias, Iglesia Evangélica Abominación a la Vida Torcida
y Comunidad del Corazón Reciclado, nos revelan un espíritu individualista
exagerado. Según muchas de las
legislaciones estatales es menos complicado abrir una iglesia que una
pequeña empresa, cumpliéndose de esta manera la máxima de un líder evangélico
norteamericano: “¿Estás cansado de tu iglesia? Organiza la tuya”. Esta manera
de pensar, entra dentro de la lógica del mercado libre y convierte la fe
privada como mano de obra del empresariado religioso.
El Dr. Oneide Bobsin , pastor
luterano de Brasil, ha descrito a la perfección ese estado de disolución de un
cuerpo de iglesias insolidarias, que deben caminar juntas, pero quieren ser
independientes. Toda iglesia local nunca es independiente, siempre es Inter.-
dependiente con otras iglesias y dependiente del cuerpo de Cristo. Su obra no
puede estar aislada y al margen de las demás. La iglesia local ha de tener
solidaridad con el resto de las iglesias, incluso con compromisos económicos.
La asamblea o célula local es solo
independiente y es la única institución válida ante Dios , porque está
convocada en Cristo: “porque donde están dos o tres reunidos en Mi Nombre, allí
estoy yo en medio de ellos”. No necesita otra legalización, ni otras
bendiciones eclesiales. Sin embargo, una cosa es la independencia y otra la
disputa comercial de las almas. Una cosa es la libertad religiosa que nace
en la esfera de la intimidad y se
desarrolla en el ejercicio de la labor pública y otra rebasar los límites
ecuménicos, sometiendo a los creyentes, sin formación bíblica en la mayoría de
los casos, al capricho de visionarios y líderes sin escrúpulos.
El límite entre religión y
locura, no aparece en multitud de casos en los que, so pretexto de una
inspiración en las fuentes bíblicas, se crean iglesias con nombres como el de
Barco de la Salvación, Iglesia Evangélica la Última Embarcación de Cristo y
Asociación Evangélica Fiel Hasta Debajo del Agua. Otras inspiradas en los
nombres de autor como Cruzada Evangélica del Pastor Waldevino Coelho
e Iglesia Evangélica Pentecostal del Pastor Sassá. Otras inspiradas en el
fuego del Espíritu se autodenominan Iglesia Automotiva del Fuego Sagrado,
Iglesia Bautista Incendio de Bendiciones, Iglesia Explosión de la Fe e Iglesia
Pentecostal Fuego Azul. Sin embargo lo mas sangrante que nos trasmite el Dr.
Oneide es el de aquellas “noticias sobre maltratos a niños en centros
religiosos que practican el exorcismo atraen al lector sediento de
tragedias y de emociones. En un caso reciente una persona golpeó la
cabeza de un menor contra la pared hasta que se desmayó, bajo la mirada de la
madre. Una semana después, el niño murió. El líder religioso no supo cuál era
el límite entre religión y locura”.
Si el pentecostalismo es una
fuerza imparable que forma el mayor despertar espiritual de este siglo, no es
menos cierto que el abuso y falta de amonestación intereclesial ha creado monstruos y locuras
religiosas inimaginables. Volviendo a citar al Dr. Oneide, “en un gran centro
urbano, fue creada la Clínica de Exorcismo. En la primera sesión, el
paciente endemoniado es sometido a un interrogatorio. Después, la persona pasa
por choques eléctricos. Si los demonios no abandonan a la persona, ésta va
a la sala santa de tortura (conocida como Pau de Arara). Si el demonio resiste
se pasa al Tratamiento Intensivo de Tercer Grado, que consiste en eliminar a
la persona poseída.” ¿Serán estas las prácticas de todos los
evangélicos? se preguntan muchos medios seculares y afirmativamente proclaman a
los cuatro vientos los católicos. Los cristianos del primer siglo tuvieron que
soportar injurias porque su estilo de vida era el amor y la comunidad de
vida.¿Tendremos que soportar también en este siglo el bochorno y el rubor de líderes sin escrúpulos en el
campo evangélico? Lo peor de todo es que son ciertas estas historias y solo es
válido ante la sociedad el reconocimiento, la denuncia y la amonestación
fraternal. En este caso, tampoco nos
gustan los que abusan de la religión.
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