Manuel de León
Número 10627 de Mayo
de 2003
El ateismo moderno, afirma que el Dios que pintan las
religiones es un dios que solo da mandamientos imposibles de cumplir.
Mandamientos que se convierten en una carga y cuyo fardo va lleno de pecados y
transgresiones que le alienan. Por otra parte, el “servicio para su gloria” que
mantiene un cristianismo dualista, nos convierte en esclavos de Dios, en cuyo
esfuerzo moral los hombres y las mujeres parecen tener a Dios mas como una
amenaza que como ayuda y apoyo amoroso en medio de la dura lucha mundana.
Esta acusación, de ser Dios el culpable del mal en el mundo,
y ante el sombrío dilema de Epicuro de que si Dios puede y no quiere evitar el
mal, no es un Dios bueno, y si quiere y no puede, este no sería omnipotente,
representa un desafío imposible de esquivar.
No dar una solución a esto, supondrá el enrocamiento del
ateismo e, intelectualmente, sería imposible seguir creyendo en un Dios que
pudiendo impedir que millones de niños y de desamparados de la humanidad mueran
de hambres, de guerras, de enfermedad, etc, no lo haga. Y es que este Dios
nuestro que creó por amor, para nuestro bien y felicidad, lo hemos convertido
en un Dios castigador, como si el pecado le hiciese daño a Él, como si le
ofendiese directamente a Él, ignorando el interés de Dios en que no nos
estropeemos la vida propia y la ajena. No podemos desechar el interés de Dios
en que no nos hagamos daño a nosotros mismos y abortemos la propia realización.
Algunos ya manifiestan claramente, ( en estos días de tanta manifestación en
contra de la pena de muerte y también de la cadena perpetua, de tanto
manifiesto humanista y de tanta sensibilidad por la paz), si seremos los hombres
mejores que Dios, que aunque le estemos suplicando día y noche, no quita el mal
y la trajedia de este mundo.
Cuando David dice en su profundo arrepentimiento “contra Ti,
contra Ti, solo he pecado” no deja de ser la proclamación del sentido último de
la trasgresión, pero el primero está en el mal que nos hacemos a nosotros
mismos. Los Mandamientos y la moral son pautas de conducta con las que podemos
alcanzar nuestra mejor realización que es también el deseo de Dios. El hijo
pródigo que había arruinado su vida, encuentra un padre preocupado que expresa
así su actitud frente al pecado: “ Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la
vida; estaba perdido y ha sido hallado” Lucas. 15:24 El Dios “que hace salir el
sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos”llama a todos y
desde siempre a esa vuelta a Él, de manera que desde el comienzo del mundo no
ha dejado que ningún hombre o mujer hayan nacido sin su amparo y su revelación
del amor incondicional.
Algunos también en estos tiempos, amparados en este
creacionismo amoroso, entienden que todas las religiones son verdaderas y que
todos los caminos sirven para la salvación, si se practica esta visión de Dios
honestamente. Sin embargo el gran descubrimiento de la Reforma, la
justificación por la fe, es la única vacuna contra el relativismo religioso.
Porque es cierto que por parte de Dios no hay ningún tipo de discriminación,
pero es necesario creer y descansar confiadamente en Él. La fe que ve lo
invisible y que viéndolo lo saluda y lo disfruta, es la única marca distintiva
de toda religión verdadera. La riqueza infinita del misterio divino no se agota
en la Revelación de la Palabra pero si puede distorsionarse por la evolución
histórica, las circunstancias culturales y hasta la petrificación del corazón.
Por eso es necesaria la fe, que va mas allá de las obras humanas, como la única
solución salvadora.
Sin duda, lo que mas daño ha hecho al ateismo, es el dar una
imagen de Dios indiferente e impotente ante el mal. Sin embargo hemos de
entender que el misterio de Dios no puede ser encerrado en la capacidad humana
y que en un mundo finito, aunque sea el mejor posible, es inevitablemente el
mal. Los creyentes y los no creyentes en este sentido quedamos situados ante el
mismo problema, porque el mundo es finito, inevitable y espantosamente herido
por el mal. Tanta razón de su fe han de dar ateos o agnósticos como los
creyentes ante la realidad de la finitud. Carece de sentido la trampa del
dilema de Epicuro, porque no se puede entender un circulo cuadrado como tampoco
tiene sentido entender un mundo sin mal. La limitación que un niño tiene para
entender la trigonometría no es falta del padre que no se la enseña, sino del
hijo que no la puede entender. Por eso no es un fallo de Dios el mal, sino que
existe porque es inevitable. Pero hay mucho mas, Dios se ha colocado como el
Anti-Mal, como el Salvador que lucha contra el mal y nos ha dado un mandamiento
nuevo: “que os améis los unos a los otros como Yo os he amado”.
Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico
de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha
publicado “ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y
sociológica del protestantismo en Asturias
© M. de León, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)
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