“Escrito está en los profetas: Y
serán todos enseñados por Dios.
Así que todo aquel que oyó al Padre y aprendió de Él, viene a mi. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; este ha visto al Padre” Juan 6:45-46 |
Es de todos comentado que la postmodernidad está ligada al
sentimiento. El cristiano que no se manifieste con una experiencia sensible no
tiene atractivo. La mera presentación racional de la fe choca con el descrédito
que el cansancio de una metafísica y una teología filosófica han producido en
los últimos siglos. Ahora la experiencia emocional prima, pero es causa de
grandes reduccionismos, de mezcla de distintas doctrinas y de la poca seriedad
y respeto por el misterio. Por esta causa nacen los fundamentalismos, como
defensa de lo divino que es estructurado en compartimentos y etiquetado como
inamovible .
Quizás la ambigüedad del
neomisticismo actual, que sacraliza la realidad con planteamientos ecológicos y
cósmicos y difumina así la presencia del misterio de Dios, nos debe obligar a
ser mas cuidadosos con la revelación de Dios en su Palabra. Sin embargo,
algunos cristianos quizás damos una idea demasiado clara y comprensible de
Dios, sin darnos cuenta que tratándose de Dios no hay claridad ni pureza
suficiente. Lo divino, mas que conocerlo se barrunta, se deduce y se adora. En
Jesús hemos podido aprender cómo
rechazar muchos rostros de Dios que eran impresentables y traducir la acción
humana hacia la misericordia y el amor al prójimo. No podemos decir mucho mas
de Dios, sin riesgo a equivocarnos. En este sentido podíamos aplicar el dicho
de Sócrates “solo se que no se nada”, porque nuestro conocimiento de Dios es
débil, aproximativo. Debemos hablar de lo divino casi sin nombrarlo, como hacen
los judíos al expresar el nombre de Dios o los budistas que en su ocultación de
lo divino parecen ateos.
Por esta causa tengo miedo de
hablar de herejías porque la ortodoxia supone una lectura reduccionista de la
enseñanza, de la revelación que es espíritu y vida. Supone traducir en normas
el misterio y la sabiduría revelada de Dios, creando una rigidez institucional
que con el paso del tiempo se convierte en uniformismo y luego en fariseísmo.
Es muy fácil decir que “ninguna herejía es buena” que puede traducirse inconscientemente
en que “toda herejía es mala”, lo cual no sería lo mismo. Sin embargo, todos
estaríamos en un proceso herético mientras nos ejercitemos en la búsqueda del
sentido de la Revelación. Por esto solo entiendo la herejía, en la mayoría de
los casos, cuando hay negación de Dios o apostasía. Nunca entiendo la herejía
en quienes buscan el rostro de Dios palpando con la razón, la intuición o la
sensibilidad hacia el misterio. Me atrevería a decir mas. Parte de la Reforma
llamada radical que estuvo considerada herética por la institucional luterana o
calvinista, hoy es la base del protestantismo actual.
El criticismo y el ser educados
en la sospecha constante, nos vacunará de las infinitas trampas que acechan al
ser humano débil y quebradizo. Al cristiano le acechan también engaños que no
solo provienen del “sueño de la razón”
sino también de tradiciones y visones eclesiales. Hemos de vigilar la
experiencia de una fe que salva y libera, pero hemos de ser críticos con
quienes no mantienen un respeto a la libertad humana, a la conciencia
religiosa, al ser humano global que tiene que gobernarse por principios divinos
y no por esquemas petrificados que convierten la salvación, la justificación,
la oración o la evangelización en un juego de creencias. Conceptos y doctrinas
como los de la teología de la retribución o de la providencia de Dios, por
ejemplo, pueden ser una herejía según en que manos se expongan, porque, a
veces, conducen a una imagen grotesca de Dios.
El fundamentalismo cree que la
religión y la fe pueden acabar muriendo por exceso de relativismo y
subjetivismo y por eso se aferra a sus propias interpretaciones. Estoy de
acuerdo con Máximo García Ruiz en su artículo de CIPRÉS Fundamental
/Fundamentalismo: Los
fundamentalistas no admiten su convicción como una alternativa,
o como una aproximación a la verdad; su postura es la única legítima. Por esta causa la postmodernidad es mala para
el fundamentalismo, porque la ve como un enemigo para la fe. Pero ¿esto es
verdad? Creo que es un desencuentro, en el que una vez ajustados los principios
de secularidad y tradicionalismo en el aprendizaje de las mutuas debilidades,
dará luz a nuevas actualizaciones de la Palabra de Dios, que es viva y eficaz.
Quizás lo peor de todo sea el no escudriñarla, el quedarse con meros enunciados
que después cada cual interpreta sin haber hecho un estudio sistemático y a
fondo.
|
Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y sociológica del protestantismo en Asturias © M. de León, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org) |
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lunes, 24 de diciembre de 2018
Postmodernidad y herejía.
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