viernes, 14 de diciembre de 2018

¿Cómo avivar a un escéptico cristiano?


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Aunque parezca un título rebuscado, la misma pregunta podría ser esta: ¿Nos hemos convertido los cristianos en escépticos, apáticos y descreídos? No tiene una fácil respuesta porque un cristiano dejaría de serlo con cualquiera de los apelativos mencionados. Pero si que existe un estilo de vida escéptica y, como los griegos decían que el hombre era la medida de todas las cosas, así el hombre cristiano es la medida de su cristianismo. Es como si ese fuego ardiente que sentían sus huesos, se hubiese convertido en fuegos fatuos que solo adornan el cielo pero no queman ni purifican.
            Cuando Jaime Balmes escribió “Cartas a un escéptico en materia de religión” la problemática religiosa era distinta a la de hoy. Entonces el escéptico era combativo, se enfrentaba a la opresión religiosa y a las cadenas de dogmas y costumbres antinaturales que ahogaban la sociedad. El escéptico razonaba y reclamaba un ámbito de libertad necesario para el desarrollo de la ciencia y la técnica. Sin embargo, con el paso de los años, ese escéptico activo se ha convertido en adorador de la diosa modernidad con sus avances técnicos y sus realidades mediáticas, y mas que escéptico es un indiferente. ¿Nos habrá pasado así a nosotros los cristianos?
            Balmes decía que el escepticismo era un pecado cuyos impulsores eran los “incrédulos y los protestantes”(Carta I). Ambos grupos nacidos de la Reforma y de la Ilustración, habían conseguido romper (según Balmes) la autoridad de la Iglesia en materia de fe, lograr la libertad de examinar y la desgracia  de poder interpretar el Texto Sagrado, adquiriendo la filosofía su independencia frente a la teología. En ninguna de estas cosas acertó Balmes a la hora de mostrar el origen del indiferente e irreligioso. Mas que de la libertad y del debate teológico de la Reforma, el indiferente nace a la sombra del paraguas de la Iglesia protectora e imperial, cuyos doctores sabrían responder y él seguiría indiferente a merced de las olas.
            El mundo de hoy ha ganado en libertad y en dignidad, pero tampoco sabe como avivar y calentar el espíritu del desconfiado escéptico. Un espíritu que ha quedado varado y roto por los tirones del poder y de los dogmas por un lado y por otro la superficialidad que la técnica y la modernidad han sugerido. El escéptico  no es ni frío ni caliente, y este es un estado que describe bien la Biblia para el escéptico cristiano. Es una mezcla sin efectos éticos ni espirituales, un híbrido imposible de reproducir como modelo de cristiano que quiere crecer, avivarse y expandirse. Un fuego que no quema, una sal que no sala. Y si una luz no ilumina no es mas que un truco imposible de producir y menos  aún que sirva para salvar a los hombres.
            Me ha gustado el editorial de la revista “Reforma Protestante” nº 54 que toca el tema en profundidad, porque la sociedad indiferente también aparece en el cristianismo actual. Según el editorial, frente a este estado de indiferencia, se está clamando por una nueva Reforma y el avivamiento, pero que esto no sea un “fuego moderadamente caliente” Las grandes empresas, los grandes movimientos espirituales siempre ha sido llevados por hombres de convicciones fuertes, hombres fogosos e incorruptibles, pero nunca mediante hombres políticamente correctos, acomodaticios o de paja.
            El escéptico cristiano  puede semejarse al fariseo de los tiempos de Jesús. Nada hay incorrecto en su conducta, ni en sus ideas. Su vocabulario (algunos ya llaman jerga evangélica) es espiritualizante (que no espiritual). Reparte bendiciones. Ora con prontitud, aconseja con frases bíblicas, pero no deja ver el fondo de su vida, mantiene la distancia debida para que no nos fijemos en sus ocultaciones. Dice el editorial citado que la Reforma del siglo XVI no se llevó a cabo por hombres de paja, sino por dirigentes fogosos, exaltados, extremistas tajantes y por ello, es cierto, cometieron errores y crearon problemas Pero ¿quién no los alaba por sus logros?
La propuesta de este artículo es cómo avivar este tipo de cristiano medio fariseo y medio indiferente a la vez. Solo Dios sabe los tiempos y las sementeras. Pero, en primer lugar, creo que es necesario tirar las paredes y las barreras espiritualizantes, anular la respetabilidad espiritual y la jerga sin fundamento. En segundo lugar dejar que el Espíritu Santo haga su obra. Es cierto que a veces hay fuegos descontrolados, pero no estamos llamados para apagarlos.

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