Este primer domingo del año 2003 creo que he tenido, en mi pequeña congregación, un sermón
demasiado desparramado y disperso. He tenido el comentario de dos textos, les
he leído una receta culinaria para el alma, les he comentado unos Proverbios, y
también he relatado un cuento con mucha enseñanza. Sin embargo, si que ha
habido un hilo conductor. Dios siempre sale al encuentro del hombre. Decía el
gran maestro Martin Lloyd-Jones "El cristianismo es algo que nos controla.
No es algo que nosotros tomamos, sino algo que nos toma a nosotros. No es algo
que controlas y manipulas, sino algo que te controla y que gobierna toda tu
vida."
Los dos textos bíblicos se referían el uno a
Daniel quien “propuso en su corazón no
contaminarse” en la Babilonia de Nabucodonosor y el otro a Moisés en Hebreos
11:26 sobre su sabia decisión: “Tuvo por
mayores riquezas, el vituperio de Cristo que los tesoros egipcios”. En este
punto hice una aclaración. No es que Moisés quisiese ser un asceta, un anacoreta,
un flagelador del cuerpo para controlar las pasiones carnales. No buscó la
humillación como objeto de salvación. No
puso su vida en el ara del martirio como si fuese una demanda de Dios. Lo que hizo Moisés fue valorar su situación
existencial frente a Dios. El dejarse llevar por la corriente es fácil, pero lo
que resulta duro es luchar contra
corriente. A eso lo llaman algunos cristianismo del sufrimiento, del
renunciamiento a la vida, pero sin darse cuenta que el cristiano valora y lucha
por el tesoro mayor, en un mundo donde los valores están trastocados y las
riquezas que el hombre estima como su mas preciado bien se le habrán convertido
en su mayor pobreza.
El caso de Daniel 1:8 es muy parecido. “Proponer en el corazón” implica tomar una decisión, usando tu voluntad para alcanzar una meta. A Daniel se le ofrecía la oportunidad de prepararse en la universidad babilónica por tres años, teniendo a su alcance todos los medios para triunfar. Hasta la comida del rey le era servida también a ellos. Pero Daniel tomó una decisión. Tuvo que escoger entre vivir en santidad o alejado de los propósitos de Dios. Tuvo que escoger entre la bendición o la maldición, entre servir a Dios o negarle, entre afanarse por las cosas de este mundo o estar al lado de Dios.
El caso de Daniel 1:8 es muy parecido. “Proponer en el corazón” implica tomar una decisión, usando tu voluntad para alcanzar una meta. A Daniel se le ofrecía la oportunidad de prepararse en la universidad babilónica por tres años, teniendo a su alcance todos los medios para triunfar. Hasta la comida del rey le era servida también a ellos. Pero Daniel tomó una decisión. Tuvo que escoger entre vivir en santidad o alejado de los propósitos de Dios. Tuvo que escoger entre la bendición o la maldición, entre servir a Dios o negarle, entre afanarse por las cosas de este mundo o estar al lado de Dios.
Sin embargo lo de estar al lado de Dios es solo
un decir, porque realmente es Dios quien está
a nuestro lado y sale a nuestro encuentro. Este era el cuento que lo
explica: Una vez un hombre muy afortunado había conseguido la mejor
entrevista de su vida: Iba a entrevistar ni más
ni menos que a Dios... Se preparó concienzudamente, con las mejores
ropas, su coche bien lavado y sus preguntas bien perfiladas. Salió de casa
rumbo a la cita y en el camino empieza a llover. Las primeras gotas hicieron
deslizante el pavimento y hubo un atasco monumental. Por una ventanilla alguien
tocó el cristal y asomándose ofreció unos pañuelos de papel. El hombre de la
entrevista buscó en sus bolsillos algo para darle a ese niño de unos nueve años con un jersey deshilachado. Cuando
le iba a dar el dinero el niño ya no estaba. Se asomó y miró hacia el suelo. El
niño estaba tirado y en medio de un ataque de epilepsia. Inmediatamente lo
subió al coche, salió como pudo del embotellamiento y lo llevó al hospital de
la Cruz Roja que era el mas cercano. Allí se lo entregó a un médico
suplicándole lo atendiesen de la mejor forma, pero pidió disculpas al doctor
por tener que llegar. a las 8 en punto,
a la cita con Dios.
Pero llegó diez minutos tarde y Dios ya no
estaba. Y el hombre afortunado se ofendió y clamó al cielo: “¿Cómo no pudiste
esperarme diez minutos cuando tu eres un ser eterno? ¿No te diste cuenta que no
llegué a tiempo porque estuve atendiendo a un niño enfermo?” Y mientras,
desconsolado, clamaba sentado en su coche, una luz lo deslumbró y vio en ella
la carita del niño del jersey deshilachado y escuchó en su interior una voz que
le decía: “No te pude esperar y salí a tu encuentro”
Este cuento me sirvió para
alentarnos. Les dije: Recordad que Dios está contigo todo el año. Cuando el caminar parezca pedregoso y difícil,
cuando las ofensas traten de herirte, cuando la inseguridad te agobie, cuando
el dolor y la amargura te invadan, recuerda: Dios sale a tu encuentro.
Cuando seas humillado y perseguido, cuando la enfermedad se vuelva agresiva o
hasta cuando prediques la Palabra y creas que nadie la ha recibido, recuerda
que Dios va contigo.
¡Quizás el sermón no estuvo tan
desparramado!
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