En este mundo presumiblemente laico y que lucha por hacer desaparecer a
Dios, la religión parece ser un aliado perfecto para conseguir este fin. Como
muchos ya dijeron: Dios ha muerto, pero no sabemos que vamos a hacer con sus
huesos. La religión parece estar encontrando el sarcófago de oro, el nicho perfecto y el mausoleo de los grandes, para que el
recuerdo de Dios permanezca para siempre, pero que Dios siga en su hornacina.
Según la profesora de la Universidad Internacional Islámica, Kamar
Camaruzzaman, la autora británica Karen Armstrong y el rabino Michael Lerner, los fundamentalismos han convertido la religión en un
fin en vez de hacer de ella un medio. En lugar de Dios, la religión ocupa
espacios del alma y reclama adoración cuando se monta en la bestia de guerra
santa, en la hermenéutica y exégesis de lo divino o servidora para el bien de la comunidad. Pero Dios no
quiere que le defendamos sino que le amemos
y vivamos la fraternidad humana.
El
confuso mundo de lo religioso, sin embargo, tampoco puede ser enterrado como
pretende el laicismo descarado, que enarbolando las banderas de la libertad y
del humanismo mal entendido, quiere un mundo oscuro y sin la belleza que solo el espíritu puede resaltar.
Un amigo mío que preside la Asociación Asturiana para las Ciencias de la
Religión (ASACRE) mantiene con buen criterio que sin conocimiento del hecho
religioso y su desarrollo a lo largo de los siglos, no se puede interpretar la
historia, ni arte arquitectónico o pictórico, ni la filosofía, ni el mundo en
sus tradiciones. Por eso defiende que el hecho religioso no desaparezca de las
universidades y de las escuelas porque se dejaría sin explicación la cultura
del mundo entero. Nada se podría enseñar sin el trasfondo cultural de lo
religioso. Es mas, nos encontraríamos con auténticos analfabetos
religioso-culturales, aunque posean doctorados o lleguen a la presidencia de la
nación.
El debate de la religión en los colegios y
universidades es un debate vivo y que llena páginas de periódicos y
noticiarios, pero cuyo desenlace no sabemos cual será. Es cierto que la Iglesia
Católica, que sigue teniendo un poder innegable, no se va a dejar atropellar por el laicismo y la
secularización. Por ello todos los días está firmando acuerdos con los Estados
para la enseñanza de la religión católica. En el protestantismo las cosas son
diferentes, porque se mantienen principios de separación de Iglesia y Estado,
de fe y espiritualidad frente a lo religioso y de transmitir la enseñanza religiosa
denominacional en las escuelas dominicales y en la esfera familiar. Con ello se
propicia el que la iglesia católica acapare todos los lugares de influencia y
siga con los privilegios de siempre. ¿Qué hacer entonces? ¿Mantener nuestros
principios, propiciando el analfabetismo religioso y el desconocimiento del ser
protestante, como portadores de un estilo de vida? ¿Ocultaremos el Evangélio y
el ser evangélicos, para reducirlo a la esfera de la intimidad?
Así
pues dos puntos de vista se enfrentan en estos momentos y en la que se priman los valores de
racionalidad, productividad y eficiencia, convirtiendo en religión lo
científico. Como dice el rabino de Nueva
York Lerner, tal perversión de lo religioso ha provocado la destrucción de las
comunidades, el triunfo del narcisismo, del materialismo y del individualismo,
para convertirse en la religión de la modernidad, aunque las consecuencias no
sean una liberación, ni esa mayoría de edad del hombre, ni ese aceptarse
mutuamente, sino un sistema religioso alternativo. Las dos visiones están
distorsionadas. El fundamentalismo religioso porque Dios no necesita
defensores. El es grande y poderoso. Y el fundamentalismo laico porque deja al
hombre sometido a los parámetros de racionalidad, eficacia y productividad, sin
otras visiones de la realidad humana.
La
propuesta de Lerner me parece muy interesante para los creyentes, pues propone
una via media donde, por ejemplo, la productividad se mida según la capacidad
de ayudar a gente y así trascender a la visión utilitarista. Hay algo que no
funciona en el materialismo, y los creyentes debemos denunciar que tales
bondades no son ciertas, porque la misericordia sigue estando por encima del
estado del bienestar y el compromiso personal por encima de la institución. Sin
embargo, después de estas reflexiones, creo que el mayor problema sigue estando
en la religión como suplantadora de Dios,
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