A
Gustavo Gutiérrez le han concedido el premio de “comunicación
y humanidades” y lo han colocado como el “padre de la teología
de la liberación” al haber sabido eliminarle ese toque
revolucionario y mantener la “libración” en una línea mas
serena, sin que por ello pierda el modelo ético y existencial.
Podríamos decir que este Premio Príncipe de Asturias, está muy
ligado al pensamiento evangélico y no tanto al protestante.
Los evangélicos españoles apoyamos mas una teología de la
liberación, que la teología de la prosperidad que es menos
real a la existencia humana. Entendemos mas un evangelio
liberalizador y profético, un evangelio que rompe cadenas y
hace hombres nuevos y transformados, que ese evangelio
triunfalista y ajeno a realidad de los desposeídos y
empobrecidos.
Gustavo Gutiérrez no habla tanto de los pobres carentes de bienes materiales, ni siquiera del aspecto de injusticia que clama al cielo, va mucho mas allá, porque defiende a ese pobre social, privado del mundo cultural, de conocer y amar, de disfrutar y vivir de los bienes de la tierra. La teología de la prosperidad no asume la realidad existencial de los pobres, porque entiende que si estos lo son, es porque quieren, porque no se lo piden a un Dios que lo tiene todo y lo da todo: “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre...” Desde esta cosmovisión de la prosperidad, el pobre podría entenderse como un concepto moral. El pobre sería culpable de ser pobre, siendo por tanto la “prosperidad” ajena a la realidad existencial y en la mayoría de los casos, impasible ante las victimas inocentes de la violencia y la injusticia sistemática.
Gustavo Gutiérrez no habla tanto de los pobres carentes de bienes materiales, ni siquiera del aspecto de injusticia que clama al cielo, va mucho mas allá, porque defiende a ese pobre social, privado del mundo cultural, de conocer y amar, de disfrutar y vivir de los bienes de la tierra. La teología de la prosperidad no asume la realidad existencial de los pobres, porque entiende que si estos lo son, es porque quieren, porque no se lo piden a un Dios que lo tiene todo y lo da todo: “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre...” Desde esta cosmovisión de la prosperidad, el pobre podría entenderse como un concepto moral. El pobre sería culpable de ser pobre, siendo por tanto la “prosperidad” ajena a la realidad existencial y en la mayoría de los casos, impasible ante las victimas inocentes de la violencia y la injusticia sistemática.
Quizás lo mas llamativo de la “prudente” teología de la
liberación que desarrolla el sacerdote y fraile peruano
Gustavo Gutiérrez, es su acercamiento a las bases bíblicas y
alejamiento de lo religioso. Ya no estaríamos hablando de un
hambre solamente espiritual, sino de un hambre que transforma
las estructuras políticas y sociales, porque cualquier
proyecto humano tiene que encajar en el Reino de Dios. En este
Reino ya no habrá mas hambre, ni abusos, ni violencia porque
la actitud y el estilo de vida entre los seguidores es de amor
fraternal, de ser servidor y administrador de los bienes. Sin
embargo en la situación histórica que vive cada generación,
existirán pobres porque existirá el pecado, el egoísmo, la
manifestación de lo anti-fraterno. La solidaridad del
samaritano es lo característico del Reino. El hacerse cercano
al necesitado (no solo ser un filántropo), vivir la alteridad,
ser otro con los pobres y entre los pobres y asumir su
idiosincrasia y su querencia es el objetivo expresado en las
parábolas del Reino.
Se ha acusado a la “liberación” de fomentar la violencia,
de ser dañina a la empresa, de fomentar la lucha de clases
como si fuese un “marxismo recalentado”. Pero no es menos
cierto que ciertas denuncias han sido proféticas, como lo
fueron las de Jesús de Nazaret a quien acusaron de soliviantar
al pueblo, de no pagar tributo o de ser blasfemo. Yo creo que
el protestantismo ha perdido grandes dosis de ser evangélico y
profético, porque en alguna manera el capitalismo se ha
infiltrado en las sociedades protestantes de Europa y América.
Y no es que sea producto el capitalismo del protestantismo,
pues como bien expresa Max Weber las sociedades nacidas en el
puritanismo y el pietismo eran netamente evangélicas y
portadoras del estilo de vida del Reino. Lo que expresa Weber
es que por reacción nace el “espíritu” del puritanismo
evangélico, aparece otro “espíritu” del capitalismo, no el
capitalismo actual. La acumulación de bienes sin sentido
social y el deseo de poder y dominio que el dinero ejerce en
las manos de unos pocos, sería suficiente para los evangélicos
como para considerar tal sistema de “nefasto”. De no hacerlo
sería muy difícil anunciar las buenas nuevas de salvación en
un mundo donde se ha asentado la injusticia y la
inhumanidad.
La liberación bíblica la ha expresado magistralmente J.M.
González Campa en su libro “Comunismo bíblico”, libro que se
adelantó a su tiempo, se mal interpretó y se olvidó como si
este hablara del “comunismo socialista”. La liberación no es
el opio del pueblo, es la voluntad salvadora de Dios que,
viendo a su pueblo oprimido, ha bajado con brazo fuerte y
poderoso a liberarlo. La salvación empieza a experimentarse en
el “ahora” de la historia y no solo para salvación del alma
sino de todo el ser humano. Es una salvación personal pero
también social, cuyos efectos transformadores los experimenta
la comunidad. Cuando el neoliberalismo se convierte en
injusto, marginador y genocida, el evangelio tiene que ser
profético y denunciador si no queremos que las piedras
comiencen a hablar.
Manuel de
León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias,
ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado
“ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y
sociológica del protestantismo en Asturias © M. de León, 2003, Asturias, España.
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