Bertrand Russell, uno de los hombres
mas controvertidos y sobresalientes de la modernidad, comienza
su biografía con estas palabras: “Tres pasiones, simples pero
arrolladoramente potentes, han gobernado mi vida: el anhelo de
amor, la búsqueda del conocimiento y una profunda compasión
por los sufrimientos de la humanidad. Estas pasiones, como los
vientos fuertes, me han llevado de acá para allá, en una
trayectoria irregular, a través del profundo océano de
angustia, extendiendo el límite real de la desesperanza”.
Es cierto, que este hombre sabio, no se limitó al trabajo
intelectual desde el limbo de las ideas, sino que se implicó
activamente en política y vitalmente en los problemas sociales
de su tiempo. Pero lo que llama la atención en esta vida llena
de pasiones tan importantes como el amor y la compasión hacia
el prójimo, es la desesperanza y la angustia con que los
envuelve. A Russell en esos estados de angustia, el suicidio
le atraía tentadoramente.
Cuando decimos que “vivimos en el ocaso de las fidelidades
vitales”, es porque la postmodernidad nos ha alejado de esta
situación de ansiedad en la que solo adquiere valor para el
hombre la búsqueda de las certezas y del sentido de la vida
humana. Nos referimos a esta situación, en la que los valores
vitales ya no crean pasión sino solo quietud y hedonismo. Una
fe para toda la vida, una pasión por ideales trascendentes,
son “rara avis” en esta selva globalizada, donde los ricos
viven detrás del muro de oro del bienestar y el resto vive en
un archipiélago de islas de pobreza cuyo ideal es la búsqueda
constante de comida para subsistir, como decía el recién
fallecido Fernando Lázaro Carreter.
El que los valores hayan cambiado, es normal en el proceso
del salto generacional, pero lo que ya no es tan normal, es
que en esta jaula de oro, se esté debatiendo por los que
mueren en la guerra de Irak o Afganistán y olvidemos de un
plumazo a los miles y miles que mueren diariamente en medio de
todas las angustias y todas las soledades entre el dolor y la
enfermedad. Hasta los partidos políticos mas idealistas y los
intelectuales que dicen ser la conciencia del pueblo, han
caído en la trampa y se dejan manipular para acallar su
conciencia. Pero siguen faltando fidelidades universales,
fidelidades absolutas. Quizás las únicas fidelidades que no
decaen y arrastran cada día a mas personas, son las trasmiten
el elogio del dividendo, el dinero rápido a costa de quien sea
y que produzca para el próximo año un 30% más que este.¿A
costa de quién, el dinero se puede multiplicar sin ningún
esfuerzo productivo?
Hay un hombre en la Biblia que representa la fidelidad
personificada y una fidelidad hasta la muerte. Juan el
bautista, representa la conciencia del pueblo oprimido, es el
eco de los abusos romanos y lo es también del alma humana.
Juan pregonaba la verdad y denunciaba el ejemplo tan nefasto
de Herodes Antipas que estaba liado con la mujer de su
hermano. La gente le seguía porque no ocultaba la verdad, ni
la disfrazaba, ni la usaba como venganza, como lo hacen estos
días de campaña los políticos. Juan estaba asido a ideales
como este de Apocalipsis 2:10: “Se fiel hasta la muerte y yo
te daré la corona de la vida” y no le importó el dejar clara
su postura sobre la inmoralidad de Herodías y denunciarla con
valentía. La conciencia culpable empieza a minar a Herodes
cuando este sabe de la fama de Jesús y de como las masas iban
tras de Él. Se hace una “fiesta venganza” y en ella se pide la
cabeza de Juan el Bautista. Pero Juan seguiría en la mente de
Herodes hasta que murió. Sus palabras y su forma de ser fiel
al pueblo (que le seguía y se arrepentía de sus indiferencias
y maldades hacia Dios y el prójimo), era una voz que le
llenaban de temor. Herodes viviría toda su vida, como confiesa
Russell en su biografía, en ese océano de angustia y
desesperanza.
El cristiano está llamado a la fidelidad, a mantener
valores vitales, aunque como en el caso del mismo Juan, surjan
las dudas. Cuestionar si nuestro servicio a Dios es válido, no
disminuye nuestra fidelidad. Pero es muy importante como
cristianos ser hombres de fidelidades, austeros y honestos,
porque Dios nos dará la corona de la vida.
Manuel de
León es escritor, historiador, y director de "Vínculo"
(revista de las Iglesias de Cristo de España).
© M. de León, 2004 Asturias, España.
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