INTRODUCCIÓN A LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA. (reseña bibliográfica)
Autor: José María Martínez
Colección
Pensamiento Cristiano. CLIE 1997
No es fácil tarea
reseñar y enjuiciar libros extensos, profundos y complejos como el presente del
prestigioso teólogo español José María
Martínez. Aunque su lectura resulte una delicia, resumirlo y sintetizarlo,
resulta casi impracticable. Además he de confesar, que desde el primer momento
he estado preocupado y expectante por el título. Suponía que “espiritualidad”
es un elemento de tantos que integran al ser humano y el creyente no deja de
ser hombre también. La espiritualidad desde el espíritu solamente y no desde el
ser humano completo, no es espiritualidad. El cuerpo humano también es templo
del Espíritu Santo. Por esta causa he ido leyendo sus páginas, escondiendo mi
sospecha y prejuicio, hasta que
terminaba el capítulo y entendía su propósito que se hacía claro e iluminador.
El ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor, es el propósito de estas
eruditas páginas que nos muestran el camino de la perfección evangélica. Es una
necesidad apremiante para la iglesia de hoy, vivir una espiritualidad bíblica,
la cual está muy lejos de lo superficial y raquítico.
José
María Martínez no es pietista ni iluminado en el sentido histórico de las
palabras, si no que estudia el conocimiento, la conciencia de pecado, la
confianza en Cristo, comunión con Dios, consagración, santidad y conciencia
social, como elementos que deben estar presentes en el modo de vivir la
espiritualidad.
Este
libro es claro y diáfano, sin rebuscar palabras ni forzar argumentos. Es un
libro madurado con los años, contrastado con el mundo actual, ecléctico en
todos sus temas. Llama la atención el estudio magistral de Romanos 7 y 8 en el
que encontramos frases significativas como esta : “Librarnos de la punición eterna,
pero dejarnos sometidos en este mundo a la esclavitud del pecado sería como
conmutar una pena de muerte por otra de cadena perpetua. Dios no hace las cosas
a medias. Cuando su Palabra dice “ninguna condenación” quiere decir
NINGUNA de modo absoluto”
El filósofo
asturiano Gustavo Bueno ha dicho
recientemente que la conciencia fue inventada por los calvinistas. José María
Martínez explica toda la problemática filosófica y teológica de la conciencia,
en un capítulo enjuto, en el que
sintetiza la historia desde la Orestiada
de Esquilo hasta la modernidad,
haciendo llamadas de atención como esta: “Si perniciosa es una conciencia encallecida,
que no ve pecado en ninguna parte, también lo es una conciencia hipersensible,
neurotizada, que ve pecado por doquier”
Así pues, tenemos
delante de nosotros una obra maestra del pensamiento protestante español, de un teólogo “todo
terreno” que maneja la intelectualidad y la erudición tanto en la historia,
como en la filosofía o sociología. Siempre lo hace con sobriedad y equilibrio
entre desviaciones extremas. El eje central del libro gira - a mi entender - en
que no puede haber auténtica espiritualidad sin santidad. La santidad aparece
en la Biblia como característica esencial de Dios. Así mismo, la espiritualidad
bíblica no puede vivirse en solitario. El cristiano espiritual, da prioridad a
Dios en todas las esferas de la vida y, por consiguiente, tiene que tener un
dimensión social. “ No fue - dice José
María Martínez - la espiritualidad super-religiosa del sacerdote o el levita lo que
presentó Cristo como ejemplo a imitar, sino la acción abnegada del samaritano,
quien superando prejuicios y posibles perjuicios, atendió solícitamente al
pobre judío despojado y malherido por los ladrones (Luc. 10:25-37) Cabría
preguntar ¿Cuál de los tres, el sacerdote, el levita o el samaritano, fue mas
espiritual?
Queda claro, que mis
precauciones y prejuicios primeros, quedaron pronto diluidos en ese mar de reflexión abundante y armonizada. El autor
disecciona las tramas y urdimbres de un terciopelo actualizado, pero entroncado
en la Biblia y en la historia, para el hombre de hoy y el creyente sincero. Por
eso cita a Friedrich Heer cuando
dice: “...en el horizonte oscuro y lívido de la historia, asoma una luz de un
último ocaso de los hombres, no de los dioses. El ser humano sigue teniendo una
sed espiritual inextinguible.”
La segunda parte del
libro es la síntesis histórica de movimientos y filosofías que a los largo de
la historia han expresado esa sed por la
piedad y, así mismo, el abuso y decadencia de la espiritualidad. Desde el
periodo postapostólico al movimiento carismático de estos tiempos, la historia
ha sido un vaivén de derrotas y
victorias, de logros y fracasos.
El
misticismo o la experiencia mística como meta de la unión con Dios, es una
corriente cristiana que ha fluido a lo largo de la historia y ha influido en
otras religiones. El autor no regatea estudio en este capítulo, quien recorre
la patrística y la mística española especialmente. Cita teólogos como Wilhen
Herrmann (1846-1922) quien declaró: “Cierto, fuera del cristianismo, el
misticismo surgirá por doquier como la flor del desarrollo religioso. Pero un
cristiano está obligado a declarar que la experiencia mística de Dios es una
ilusión, un engaño” Cita también a su amigo y colaborador Ernesto
Trenchard quien distinguía (en una conferencia en el Victoria Institute de
Londres) entre la unión mística de Cristo con los suyos, su iglesia, y
lo que el misticismo quiere aplicar al alma que llega a la unión con
Dios.
La
Reforma del siglo XVI es otro momento histórico de la espiritualidad, donde la
actividad mas prosaica puede ser sacralizada. “El trabajo del campesino o el
artesano y el ministerio del apóstol pueden
ser igualmente dignos a los ojos de Dios, si ambos se llevan a cabo para el
Señor. Este modo de entender cualquier profesión, es el secreto de la
dignificación del trabajo efectuada por Calvino”- dice el autor.
Después
de analizar el puritanismo (del que destaca el autor, la influencia hasta
nuestros días), así como del pietismo y los movimientos de santidad iniciados
por Juan y Carlos Wesley, termina con el movimiento carismático. De él dice
que es el mas importante acontecimiento espiritual de nuestro siglo, aunque no constituye una novedad
histórica en la Iglesia. Desde el montanismo del siglo II, pasando por la
Reforma radical del siglo XVI, hasta los irvingitas en el siglo XIX, todos han
sido precursores de las “olas” carismáticas o neopentecostales. José María
Martínez coloca al bautismo del Espíritu Santo, el don de lenguas, el don de
sanidades y profecía, así como el culto
carismático, en el fiel justo de la balanza espiritual. “ Es digno de elogio
-dice el autor- el énfasis que el carismático hace en la necesidad de la
plenitud del espíritu Santo... Es saludable la libertad con que las emociones
pueden exteriorizarse en la vida cristiana, incluido el culto... Positiva es la
importancia que entre los carismáticos se da a la adoración y la oración,
etc... Pero los aspectos positivos del movimiento, no ocultan, a ojos de
muchos, lo que se consideran sus puntos negativos: el sectarismo, la
arrogancia, el considerarse cristianos de rango superior, el iluminismo o
tendencia a esperar como normal que Dios hable directamente a cada hijo suyo.
La cita de Parker es alertadora: “La persona con ambiciones insanas de ser
líder religioso, que domina a un grupo haciéndole creer que él está mas cerca
de Dios que ellos, puede fácilmente
subir al coche carismático y allí encontrar personas sencillas, emocionalmente
dependientes, que esperan ser impresionadas por él”
Hemos
de felicitar de nuevo a CLIE, que haya emprendido esta
colección con dos libros insuperables: este de Martínez y el de Alfonso Ropero “Filosofía y Cristianismo” que también reseñamos en estas páginas.
También recomendaremos este libro por su fácil lectura, por su instrucción sabia, la profusión de
datos históricos y teológicos que le hacen un libro obligado en la biblioteca
de cada creyente.
MANUEL DE LEÓN. junio 2000
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