La verdad en Agustín de Hipona
Se desprenden de los numerosos escritos
de Agustín de Hipona, dos intenciones que perseveran y guían su pensamiento
teológico-filosófico. Una es la incesante búsqueda de la verdad que, desde su
conversión al cristianismo, se convierte en el ideal, en una ilusión de luz que
puede explicar todo lo existente. Es la verdad de un mundo que se revela como
poema que cantan todas las criaturas y se eleva hasta las altas esferas. Es la
verdad del hondo abismo que la culpabilidad humana genera ante un Dios que si
no se apiadara de nosotros, el ser humano permanecería desnudo y muerto en sus
delitos y pecados. Es la verdad de la desestructuración del Universo y también
de la verdad en la que el tiempo, la materia y el cuerpo encuentran respuesta
en la eternidad y en la resurrección futura que el Verbo, que se hizo carne,
vino a redimir. La autoridad de Cristo descarta la de los filósofos y queda
como suma garantía y última apelación según la apologética de agustiniana.
La otra idea
motriz, es la del “ordo amoris” que no es otra cosa que ese mundo en el
que el ser humano vive sus apetencias y deseos, su repulsas y odios y que
condiciona su perfección humana, sus preferencias morales y su entrega amorosa
a Dios y a los demás. Dice Max Scheler: “Quien posee el ordo amoris de
un hombre posee al hombre...Posee en un esquema espiritual la fuente originaria
de donde emana radicalmente todo cuanto sale de este hombre” Y Ortega y Gasset
en Estudios sobre el amor dice: “Se comprende que en nuestra convivencia
con el prójimo nada nos interesa tanto como averiguar su paisaje de valores, su
sistema de preferir, que es raíz última de su persona y cimiento de su
carácter”.
Me han
interesado estas dos ideas a la vista del fuerte fundamentalismo que reverdece
en algunas iglesias y que ya suponíamos olvidado. Unas veces se recurre al puro
denominacionalismo para mantenernos en “la verdad y la doctrina” nuestra. Se
recurre muchas veces al cristianismo primitivo como si este no tuviera sus
defectos doctrinales y sus consecuencias morales y existenciales. Cuando
hablamos de restaurar y volver al cristianismo primitivo, no sabemos muchas
veces en lo que nos metemos, porque no es nada fácil entender el entorno sociocultural
y espiritual de aquellos cristianos. Se me dirá enseguida que aquel
cristianismo conmocionó al mundo y lo cambió. Y esto es verdad, pero no fue
porque los sistemas de doctrina encajasen y el cuerpo teológico fuese
entendible por todos. Lo que todos entendieron fue que el cristianismo era vida
y solo permaneciendo en Dios la verdad sería conocida y traería la libertad
cristiana a los ágapes.
Este
fundamentalismo suele usar frases teológicamente demagógicas, aunque sean netamente
bíblicas, pero que se usan como arma de disuasión al estudio profundo y como
represión al Espíritu.. Tales como “principios doctrinales””fidelidad al primer
siglo””inspiración e interpretación de la Biblia” “honradez intelectual y
espiritual” “fieles a la Palabra” suelen repetir insistentemente los
fundamentalistas, sin calibrar las montañas de tinta y las horas de esfuerzo
que han dedicado hombres como Agustín de Hipona, Orígenes, Tertuliano, Clemente
de Alejandría, etc.etc. . Se dice que
son los modernistas y liberales los que provocan estas corrientes que no llevan
mas que al indiferentismo y al relativismo, pero seguimos todavía sin darnos cuenta que la verdad y la
doctrina son solamente Cristo. El cristianismo no es cuestión de una
labor rigurosamente intelectual, no es “teoría”, sino vida y presencia de la
verdad. No es verdad etérea, sino que solo existe si se vive. No son
reflexiones remansadas y sistematizadas, sino ideales bruñidos con la sangre
del alma.
Por otra parte, queda implícito que
quienes no tienen esa visión cerrada, son creyentes peligrosos, cuyo afán de notoriedad
y sus intereses personales nunca les dejan en un sitio fijo. Quizás no nos
damos cuenta de que el hombre se hace en cuanto a naturaleza y se va realizando
cada día en Dios, adquiriendo un cada vez mas excelente peso de gloria. El
creyente no es un “ser” sino un “siendo”, en cuyo devenir será acto para su completo
desarrollo y actualización. Es aquí donde son celebres las frases de Agustín de
Hipona: “El amor es dulce palabra, pero es más dulce realidad”. “Vive justa y
santamente quien estima las cosas en lo que exactamente valen, es decir, el que
tiene ordenado su amor”.
La “verdad” de Pilato.(II)
El interrogante de Pilato ¿qué es la
verdad? muestra claramente que éste no creía en la verdad. Era una respuesta a Jesús que había venido para dar
testimonio de la verdad y que Pilato deja al aire con ademán de desprecio y de escepticismo.
También detrás del interrogante, quedan tocados de muerte principios como la
justicia, porque no hay justicia sin unas verdades válidas, sin unos hechos que
son verdad. Quedan también lesionados
los principios éticos y religiosos, si no hay un punto sólido, una verdad objetiva,
pues de lo contrario todo se reduciría al campo de las situaciones relativas,
fluctuantes, acomodaticias.
En el artículo
anterior sobre la “verdad en Agustín de Hipona” podría dar a entender que me
inclino al relativismo religioso, al considerar la verdad como un proceso, una
búsqueda de la perla de gran precio. El hacer un frente al fundamentalismo
tribal y denominacional, no implica el no mantengamos el testimonio de la
Verdad, que no es otro que el que da Cristo de si mismo, como camino, verdad y vida. Y hacemos frente también a un
mundo en el que, en la escala de
valores, se consideran mas urgentes cosas como el éxito, la eficacia, el dinero,
la fama, el confort, la política o el poder, sin que primeramente se haya
buscado el Reino de Dios. Nuestro mundo carece de roca firme bajo sus pies. La
arena movediza y cambiante resultará engañosa, inútil y desesperanzadora para
el mañana.
Se dice que
Lutero hizo un flaco servicio a la verdad, al introducir el libre examen y que
impregnó la modernidad de verdades relativas, lo cual no es cierto. Se dice de
Hegel que acabó hasta con las verdades mas evidentes, con sus principios de
identidad y de contradicción, abortando verdades relativas y escépticas ya que
hasta las mentiras pueden ser “mi verdad”. Sin embargo creo que la duda
metódica, el libre examen y otros controles de la hipocresía institucional, el
dogmatismo “ex catedra” y el pensamiento único, han cambiado el mundo para un
encuentro con la auténtica verdad.
No precisaremos
definir la verdad metafísica, ni la verdad lógica, ni la relación entre verdad
y autenticidad, para decir que la verdad es algo que indudablemente compromete.
Pilato no es un malvado, pero sí un hombre de poca calidad, de actitud cobarde,
blando y miedoso. Sus buenos sentimientos y su simpatía hacia Jesús no
sirvieron para nada. Quizás para añadir a Jesús mas humillaciones, afrentas y
latigazos. El escéptico Pilato quizás acabó vacío y cansado de tanto esfuerzo
inútil, de tanto cambio efímero , al no comprometerse con las verdad de Jesús.
La verdad no es filosofía del “ser”, sino que debe ser captada y aprehendida
personalmente. Requiere esfuerzo y renuncias a la superficialidad, a la pereza,
a la comodidad, a lo fácil y rápido... y a todo pecado. Requiere lucha interior
para abrir los ojos del alma a quien es toda Verdad, porque “el que obra
la verdad viene a la luz”.
Quizás
necesitamos, en este tiempo de intrascendencia y relativismo, el investigar e
indagar en la verdad, porque en el hecho de buscar existe una vacuna contra la
masificación y cosificación del hombre. Ese hombre que cuando deja de pensar
con su propia cabeza, puede caer en manos de líderes que gritan consignas, o de
habilidosos que susurran verdades a medias para el logro de sus intereses.
Hitler fue el que dijo que una mentira repetida cien veces, acaba siendo
verdad.
Es el amor a
la verdad, la fidelidad a la verdad, lo que hará que no seamos atrapados por el
medio ambiente y conformados a un mundo sumido en una marea de subjetivismo, como
le ocurrió a Pilato.
Un punto de
apoyo al que nos podemos asir en medio de tanta doctrina y verdad relativa, y
que ha sido mi experiencia personal, puede quedar reflejado en estos textos del
evangelista Juan: “Si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os liberará” Y “si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres”. La libertad es también algo
relacionado con la verdad, porque libertad no es ser un hombre sin raíces, sin patria, sin familia, sin fe que le
conforme, sino alguien que está sujeto a
verdades que le enamoran, a esperanzas que alivian la carga y transportan al Dios en el que descansamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario