Alejandro Casona y los misterios de la vida
En “Los árboles mueren de pié”
Casona hace decir a su personaje Mauricio: " De los
males del cuerpo ya hay muchos que se ocupan. Pero ¿quién ha pensado en los que
mueren sin un solo recuerdo hermoso?, ¿en los que no han visto realizado su
sueño?, ¿en los que no se han sentido estremecidos nunca por un ramalazo de
misterio y de fe?".
Yo personalmente
creo que Casona era un hombre de fe, que palpando buscaba a Dios, pero que una
vez encontrado, lo trataba de explicar poéticamente en sus obras, muy
especialmente las teatrales. Una de sus máximas era: “Si eres feliz, escóndete. No se puede andar
cargado de joyas por un barrio de mendigos. No se puede pasear una felicidad
como la tuya por un mundo de desgraciados”. Casona en “La tercera palabra”
plantea la imagen de conceptos abstractos y explica que los tres misterios de la vida que hacen temblar al
hombre son Dios, la muerte y el amor.
Casona
tembló muchas veces en Besullo (Asturias)
tratando de entender estos misterios. Sus parientes, herreros de carros
para la industria del mineral y protestantes muy preparados culturalmente
también, le supieron trasmitir la fuerza del amor a Dios y a los hombres, por
medio de la iglesia sencilla y la escuela rural, con una maestra evangélica
titulada que preparaba a los mejor dotados para todas las titulaciones . La
constante lucha de estos luteranos en la montaña asturiana, ante un
clericalismo feudal y descristianizado, fortaleció aún mas los lazos de Casona
con Besullo y en este ambiente encontró lo que él llamó “la felicidad total”.
En este lugar y en toda Asturias encuentra el “paraíso perdido”, ese que pocas
veces se encuentra en la vida terrenal de los hombres, pero que una vez
encontrado los ojos siempre descansan en la maravilla de la luz que emana de
aquel lugar.
En “La barca sin pescador”, título de sabor
bíblico y de contenido sumamente trascendental, está basada en la fábula del
mandarín. Lo cuenta Chateaubriand en “El genio del cristianismo” y dice así:
“En el mas remoto confín de la China vive un mandarín inmensamente rico, al que
nunca hemos visto y del cual ni siquiera hemos oído hablar. Si pudiéramos
heredar su fortuna y para hacerle morir bastara con apretar un botón sin que
nadie lo supiese... ¿quién de nosotros
no apretaría ese botón?” Aquí Casona juega con el pensamiento de la duda moral
de ¿qué haríamos si tuviésemos la oportunidad de ser el mandarín ¿ Y si
pudiésemos ser tanto como Dios? “Seréis como Dios” dijo la serpiente a Adán y
Eva. En el fondo la fábula señala hacia el paraíso perdido y también al deseo
humano de ser tanto como Dios ocupando su lugar.
Pero la fábula tiene otro comentario mas
dramático aún en Eça de Queiroz: “El mandarín” Dice: “Después me asaltó una
amargura mayor. Empecé a pensar que el mandarín tendría una numerosa familia
que, despojada de la herencia que yo consumía en platos de Sèvres, iría
atravesando todos los infiernos tradicionales de la miseria humana: los días
sin arroz, el cuerpo sin abrigo, la limosna negada....” Casona describe que es
imposible vivir en el mundo sucio de los negocios y de los placeres, porque es
muy difícil quitarse de la cabeza el grito de los hijos del mandarín, el grito
de la miseria creada por el pecado del homicidio del mandarín.
Otra idea que nos transmite Casona la del hombre
nuevo, que muere para empezar a vivir. Un hombre viejo “capaz de arrojar
cosechas enteras sin pensar en el hambre de los que las producen”, capaz de
todas las violencias, pero que ahora está luchando para tener una vida limpia, donde
“no quede rastro de lo que fue” y ser un hombre nuevo. La muerte es la soledad
absoluta para el hombre viejo, para el nuevo hombre es la vida, la luz al final
del túnel. “Porque todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la
luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3:20)
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